Salvador Sobral es música
concierto
El artista portugués funde en su voz los sonidos de las dos Américas como cierre al ciclo veraniego de actuaciones Royal Hideaway Sessions
Chiclana/Es música y lo sabe. Desde que sale al escenario con un atuendo tropical elegido para la ocasión, irreconocible sin melena, se despoja del sombrero o se descalza para contactar de manera aún más firme con el escenario. Cuando convierte a su quartet de musicazos de jazz en un quintet y su voz es otro instrumento más, una trompeta que sonó en un par de ocasiones para terminar de redondear las improvisaciones que vistieron un repertorio clásico de boleros a su manera, extremadamente personal. También al citar a sus referentes -Veloso, Vinícius de Moraes-, para filtrarlos en su peculiar cantar, dulce en los pasajes intimistas, urbano cuando le da por ahí, afectado o lírico en los arrebatos pasionales, propios del repertorio. O en el momento en que decide consagrarse a Bola de Nieve, "siempre dramático porque su vida también lo fue" -contaba-, la razón que le ha llevado a poner en escena el espectáculo Alma nuestra, que el martes llenó el anfiteatro del hotel Royal Hideaway Sancti Petri en el último de sus conciertos de verano.
Suena a música también cuando, con ese aire de artista desgarbado, a veces ensimismado en su propio talento, se aparta de la primera línea o se sienta para dejar al conjunto musical (Víctor Zamora al piano, Nelson Cascais al contrabajo y André Sousa a la batería) hacer un trabajo impecable conjugando los sonidos de las dos Américas, en un diálogo sonoro constante y delicioso. De eso se trataba, ni más ni menos, de que la música fuera el lenguaje con el que transmitir las cuatro verdades de la vida.
Música es cuando, devaneos en la oratoria y libertad de movimientos aparte, se consagra a lo que ha venido a hacer y agradece al público "su silencio, su respeto", avisando de que "es un concierto de boleros de los años 40 y 50 con arreglos de jazz, América en todas sus vertientes" y Amar pelos dois -el tema con el que ganó en 2017 Eurovisión y que le puso en el panorama musical- no sonaría esa noche, porque "es una canción preciosa pero del siglo XXI. Pueden ver el vídeo en YouTube".
Música supone además ese descaro que se ha convertido ya en marca de la casa a la hora de abordar cualquier género, en una interpretación libérrima, a ratos chistosa pero sin dejar de ser interesante y, a tenor por la entrega de la audiencia, muy exitosa: Oh vida, Si me comprendieras, Delirio, Silencio, Si me pudieras querer, Tú me acostumbraste, La gloria eres tú, Noche de ronda y Drume negrita.
Cierto es que jugar a adaptarse a las circunstancias del entorno puede convertirse también en música para los oídos, por lo arriesgado de la empresa y cuando se agradece el talento circundante. Así, llama a unirse a "ese grupo de locos" a "mi hermano" Luati Gonzaléz, para desde "mi pueblo favorito, Sanlúcar de Barrameda" acoger también al flamenco a través del cajón con la fusión ya prendida a los sonidos de ambas orillas, vía Chiclana, en el trayecto más corto entre las músicas del alma. Así, presenta a los músicos y se atreve a reinterpretar la sabiduría popular del sur de España cuando califica a alguien que tiene mucho rodaje en lo suyo: "Mi baterista es el más experimentado de todos, tiene mucha gente. Aquí se dice 'canta bien, pero le falta gente'. Él es la persona con más gente que conozco", explicaba con guasa.
Salvador Sobral puede presumir de poseer "gente", talento y voz. En ocasiones podría parecer que está de vuelta de todo -dando pábulo a los comentarios que hacen un juego de palabras con su apellido, Salvador "Sobrao"-, aunque en la forma en que mira las melodías se esconde la curiosidad de un niño y muchísima fragilidad, factor clave. Quizá haya algo de entrañable locura en su afán por reafirmarse en la "buena música" pero en sus maneras vive, de verdad, la música, más allá del estilo, de Eurovisión, de polémicas. Música. Lo sabe él y el que se acerque a oírle.
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