Trashtucada europea
Tras visitar Alemania, la peculiar banda chiclanera responde a la llamada de los grandes festivales y pronto viajará de nuevo a tierras germanas, Suiza y Chequia
Música en contramano. Lo normal es que los alemanes vengan a Chiclana a jugar al golf y ponerse tibios de cerveza junto a la piscina, no que una banda chiclanera siembre las semillas del baile y del rocanrol variopinto en tierras germanas. "Qué pechá de furgoneta", murmura Cristian, el bajista de Trashtucada. "Venimos de hacer siete mil kilómetros, son muchas horas de carretera. Tocamos cerca de Dinamarca, a mil kilómetros de Munich. Allí la gente es muy caliente en los conciertos". Más esquemas rotos. Aquí, "al norte de Marruecos, como solemos decir por ahí", nunca germinó la cultura del rock y la música en vivo, quizá por los años de retraso y la preponderancia de otros estilos más cercanos. En cambio, Cristian no acierta a descubrir las claves del éxito de Trashtucada más allá de las fronteras invisibles. "Quizá se deba a muchas circunstancias". Una de ellas, la calidad y originalidad de la propuesta.
Trashtucada conoce a fondo la Piel de Toro y todos sus recovecos, ha probado las mieles de algunos de los mejores festivales multitudinarios de rock y derivados, caso del Viña Rock, y ahora se dispone a emprender una nueva gira europea, estrenados ya los rincones nocturnos de varias ciudades alemanas. Suiza, República Checa y otra vez Alemania aguardan al sui generis grupo chiclanero, fundado hace siete años por unos chavales que se conocían de toda la vida, "una pandilla" en toda regla. "Algunos de nosotros no sabíamos siquiera tocar un instrumento, como ha ocurrido a muchos grupos que nacen en la adolescencia, pero nos lo hemos currado". Currao, currao, como el anuncio del colacao. Talento y trabajo, constancia y un buen equipo de representación. "Vivir de la música parece ahora inalcanzable para casi todos los músicos, pero al menos viajamos gratis, conocemos a gente de nuestro estilo, disfrutamos con lo que hacemos y sacamos algo de dinero para la furgoneta, los instrumentos y demás", agrega Cristian. Al fondo, su niño chico pide atención, como los artistas orgullosos, y Cristian bromea sobre el nombre de Trashtucada, surgido de la imaginación y la afición al mestizaje. "Nos inventamos la marca del grupo, no existía ni en el google, pero ahora tecleas algo parecido y te dicen: quiso decir Trashtucada. ¡Nos reconocen hasta en el google!".
La banda alzó el vuelo desde las bases del rock y el punk, pero sumó vientos, aires latinos, funky, reggae y todas las hechuras musicales que encajan en la heterogénea personalidad de la pandilla chiclanera. "Si en la furgoneta escuchamos James Brown, los Chichos y Sex Pistols, por citar tres ejemplos, es que no tenemos barreras ni cortapisas, mezclamos las cosas sin dejarnos llevar por patrones preconcebidos ni típicos, queremos hacer algo distinto y personal y marcar nuestro territorio, nuestras influencias, sin recurrir a la copia", al odioso y actual copiar y pegar. "Así se pierde la riqueza creativa".
Trashtucada prepara ya su segundo álbum. "No resulta fácil trabajar nueve o diez horas y acudir luego al ensayo hasta las tantas, tiene que gustar mucho". El grupo acumula ya más de doscientos conciertos y multitud de experiencias. "Como dice mi padre, tenemos más kilómetros que la Piquer" y su célebre maleta. "Aquí en Cádiz, en Andalucía, a la gente le cuesta más ir a los conciertos, y no digamos comprar discos, pero hemos comprobado que en Alemania van a verte dos o tres mil personas sin apenas conocer a la banda, y bailan, disfrutan a lo grande y apoyan a los grupos". Aquí, al norte de Marruecos, tan cerca y tan lejos de todo, el rock nunca tuvo suerte. Trashtucada sí, y la aprovecha de veras. Pronto, otra escapada europea.
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