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"Vivimos en un mundo hipócrita, todos somos ambiciosos de un modo u otro"

Javier gutiérrez. actor

El intérprete acaba de estrenar 'El autor', una película de Manuel Martín Cuenca basada en una novela de Javier Cercas que lo confirma como uno de los mejores actores del momento

El actor Javier Gutiérrez durante su paso por el Festival de Cine Europeo. / Juan Carlos Vázquez
Braulio Ortiz

22 de noviembre 2017 - 08:42

Sevilla/Entre los capítulos felices de su sólida trayectoria teatral, Javier Gutiérrez (Luanco, Asturias, 1971) recuerda con emoción el éxito que tuvo "hace casi 15 años" en La Imperdible, en Sevilla, el espectáculo de Animalario Alejandro y Ana. Lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente. "Vinimos para dos semanas y nos quedamos mucho más", evoca el actor, que desde entonces ha mantenido un fuerte vínculo con el sur y lo considera un "talismán". "En teatro he estado muy presente aquí. Estrené, por ejemplo, Elling, una obra con Carmelo Gómez que yo producía... Y luego está el regalo de La Isla Mínima", la película de Alberto Rodríguez por la que se hizo con el Goya y la Concha de Plata y que confirmó -aunque Gutiérrez llevara ya unos cuantos rodajes- que este profesional incontestable de la escena controlaba también las hechuras del cine.

El autor, la comedia negra del almeriense Manuel Martín Cuenca que se estrenó el pasado fin de semana, trae a las salas de nuevo a un Gutiérrez inesperadamente meridional, ya que el filme, adaptación de la novela de Javier Cercas El móvil, se rodó en Sevilla. El intérprete de El olivo o 1898: Los últimos de Filipinas encarna aquí a Álvaro, un aspirante a escritor que en su sueño de consagrarse a la literatura acabará cruzando líneas ciertamente controvertidas. Sobre la ambigüedad de un tipo que debería resultar detestable, pero al que su protagonista dota de una reconocible humanidad, hablamos con el actor en la reciente edición del Sevilla Festival de Cine Europeo.

-Su personaje toma decisiones realmente discutibles, y sin embargo el espectador entiende su comportamiento.

-En el Festival de Toronto [donde la película ganó el Premio Fipresci], la gente se rió muchísimo en el pase, pero en un coloquio posterior comentaron que mi personaje era un psicópata. Bueno, yo creo que es un tipo con cierta amoralidad, sí; pienso que en esa enajenación de querer sentirse escritor y lograr una gran novela y trascender, en el camino va perdiendo el juicio, o al menos cruzando más líneas de lo que habría pensado en un principio. Como espectador, yo me pregunto hasta dónde podemos llegar por conseguir nuestros objetivos, porque todos somos ambiciosos de un modo u otro. Si nos quitamos la careta en esta sociedad tan hipócrita en la que vivimos reconoceríamos que hay muchos elementos de Álvaro, mi personaje, en nosotros mismos.

-El proceso de creación con Martín Cuenca ha sido tan rico que usted asegura que hay un antes y un después en su relación con los directores.

-No me gusta hablar de la cocina de los actores, de sus métodos, me parece algo muy privado y muy íntimo, es como si yo me intereso por cuántas horas dedica Messi a lanzar las faltas en los entrenamientos; lo importante, digo yo, es que meta ese gol. Creo que hay que conservar un punto de magia, de misterio. Pero cuando haces un viaje de la mano de un director como Manolo, alguien sensible, culto, imaginativo, con sentido del humor y del drama... sabes que puedes recorrer con él cualquier camino. Ojalá esta película contribuya a que se conozca más a Martín Cuenca, porque él habitualmente hace un cine más íntimo, más de autor, y aquí abre ciertas puertas que pueden hacer que su obra trascienda ese circuito.

-Álvaro se jacta ante su mujer, escritora de best-sellers, de que él no hará literatura de masas, sino algo más elevado. Esa tensión entre conseguir hacer arte o ser comercial es algo que sufre también un actor, supongo. Y usted, en este sentido, ha conquistado cierto equilibrio, es popular y al mismo tiempo respetado.

-¿Sabes qué pasa? En este país hay muy pocos actores que puedan elegir, y yo no soy uno de esos. A mí me llegan pocos guiones, pero he tenido la inmensa suerte de que me han enviado propuestas muy potentes, con directores y directoras a quienes admiro. Y también es que a mí me encanta hacer de todo. Yo soy feliz, por ejemplo, con la televisión, un medio muy denostado pero donde aprendo muchísimo, y que me aporta un dinero que me permite producir teatro. Porque me entusiasma hacer teatro, es mi gasolina. Y luego está el cine, en el que poco a poco me he ido sintiendo más cómodo. Me atrae despistar al espectador, esta cosa de culo inquieto de ahora quiero hacer teatro, ahora quiero parar, ahora tele...

-Y la televisión también le da alegrías, no es sólo un medio que le permita cierta holgura económica. Ha ganado el Premio Ondas por su papel en Estoy vivo.

-He tenido la fortuna de estar en una serie arriesgada como esa, un pastiche con elementos sobrenaturales, drama, comedia... Como en su día lo fue Águila Roja, un éxito que yo al principio no veía claro, lo confieso, y que congregaba a seis o siete millones de espectadores en cada emisión. Hoy la audiencia ha bajado, hay muchos canales, la gente graba los capítulos o los ve on-line, el panorama es muy diferente en televisión. Pero ahí seguimos.

-Usted, en cierto modo, prolonga cierta tradición. Aquí los cómicos, grandísimos actores, hacían de todo, no podían ni querían permitirse ser elitistas...

-Mi modelo siempre ha sido el actor de aquí, aunque respeto muchísimo a Al Pacino o a Philip Seymour Hoffman, pero yo quiero contar historias de aquí, moverme y pensar como la gente de aquí. Y sí, yo me miro en la gran estirpe de actores de este país. ¡Imagínate qué habría sido de Alfredo Landa o de José Luis López Vázquez o Fernando Fernán Gómez si hubiesen nacido en Estados Unidos!

-¿Con qué obra retomará su carrera teatral? Y quería preguntarle también si tras ese Torquemada al que interpretó en Assassin's Creed tiene prevista alguna otra producción extranjera.

-En el teatro volveré con un texto francés, ¿Quién es el señor Schmitt?, de Sèbastien Thièry, que protagonizamos Cristina Castaño y yo, y que dirige Sergio Peris-Mencheta. Tengo muchas ganas de trabajar con él porque es un apasionado del teatro, y porque yo me fío mucho de los actores que dirigen, que saben de nuestras debilidades y sufrimientos [ríe]. Y con respecto a películas en el extranjero... ha habido alguna oferta, no de Hollywood, sino mexicana. Espero trabajar pronto en Hispanoamérica, porque allí hay un cine muy poderoso.

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