Cómics
“Erase una vez…”
En una misiva que Vincent Van Gogh le dirige a su hermano Theo, escrita con la honestidad feroz de los desesperados, el artista adjudica el color gris a “esa pena larga y sin aspavientos que es la melancolía” y señala como “el más demoledor de los sentimientos del hombre” la culpa, “un peso frío en el pecho a todas horas, un runrún que no descansa”. Sólo la emoción descarnada de Carta a Theo, la pieza que abre Alcaravea, el libro con el que regresa Irene Reyes-Noguerol y que publica Páginas de Espuma, basta para que el lector comprenda que aquella bendición de la revista Granta, que situaba a la sevillana entre los veinticinco mejores narradores jóvenes en español, no erraba en su diagnóstico. Su nuevo conjunto de cuentos, que la escritora presenta este sábado a las 12:30 en Cádiz, en la Fundación Carlos Edmundo de Ory, hermana en su dolor a figuras históricas –junto a Van Gogh aparecen Antonio Machado, la pareja de amantes formada por Almutamid y Abenámar o la modelo de la escultura de Degas La pequeña bailarina– y hombres y mujeres anónimos que pertenecen a la memoria familiar de Reyes-Noguerol, vivencias que la autora recrea con una prosa deudora de la musicalidad de los relatos orales.
La narradora traspasa a la literatura “algunos personajes históricos, de cierta relevancia, que me llamaban especialmente la atención”, pero quería abordar esos referentes en su vertiente más humana, lejos de la efigie estática, sacudidos en estas páginas por el temblor de la vida. “No quería quedarme en la parte más externa, en lo que todos conocemos, sino adentrarme más en su intimidad”, cuenta Reyes-Noguerol, que despliega en Alcaravea el monólogo de “un Van Gogh ficticio, desesperado y abrumado por la locura, por la sensación de pérdida de control, por ese deseo de encontrar un Dios que no puede hallar donde su padre le había dicho que estaba, por ese anhelo de encontrarse con los otros que nunca consigue llegar a buen puerto”, resume sobre una biografía, la de un genio herido y extenuado, que “siempre” le “interesó muchísimo”.
Otro cuento reflexiona sobre el amor a través del idilio de Abenámar, que logra escapar de sus orígenes humildes gracias a su talento para la poesía, y del rey Almutamid, hechizado por la palabra de aquel tipo. “Una unidad sin márgenes, eso fuimos. Ni hermanos ni amigos ni amantes. Mucho más que todo eso. Nada que la estrechez del lenguaje pudiera acotar o reducir a palabras”, rememora uno de los enamorados en el cuento Cuando los reyes poetas. “Se aprecia la admiración que sienten el uno por el otro en los poemas que se dedicaban”, apunta Reyes-Noguerol, que quería “poner por escrito esa historia de amor, para que cada uno tuviese la oportunidad de mostrar su perspectiva de lo que habían vivido”, dice la autora de Caleidoscopios y Homero y otros dioses.
Figuras reales como Van Gogh, Antonio Machado o una modelo de Degas inspiran a la autora
A las voces de estos habitantes de la posteridad se sumaron otros ecos procedentes de una esfera más modesta. “Se me fueron viniendo a la mente también relatos que había escuchado en mi familia, porque, como en cualquier casa, en la mía se contaban las historias de los antepasados”, expone Reyes-Noguerol sobre un enfoque que tiene su parte de reivindicación. “Muchas veces pensamos que lo que ocurre en la intimidad tiene menos importancia, relegamos eso a un segundo plano, porque no es lo que hemos estudiado en el colegio, en el instituto, en la facultad”, lamenta la escritora, que en este libro restituye la dignidad de los humildes y baja del pedestal a los que han pasado a la Historia. “Lo que sintieron mis familiares tiene tanta potencia como lo que vivieron esas leyendas. Quería demostrar que el desamparo es siempre el mismo, da igual quien lo esté experimentando: si es un visir, un rey, un pintor, un escritor reconocidísimo, o si son personas de mi familia, personas humildes que vienen del campo, que empezaron a trabajar muy jóvenes y que por supuesto no han sido reconocidas de ninguna manera. Al final, es la humanidad la que une ambos mundos”.
Muchos de los cuentos indagan en los lazos familiares, para Reyes-Noguerol “posiblemente uno de los temas literarios más fértiles que existen”, y especialmente en las relaciones entre madres e hijos. “Pero no me interesaba plasmar una maternidad idealizada donde todo es perfecto, sino apuntar que hay distintos tipos de familias, también disfuncionales o desestructuradas como las que aparecen en este libro”, matiza la escritora, que en algunas de sus creaciones explora infancias profanadas como la de las bailarinas de la Ópera de París, un escenario en el que las muchachas “de barrios humildes eran obligadas con frecuencia a ejercer la prostitución. Me intriga el modo en que los niños perciben los dramas que se viven en su entorno. A mí me parece más rica la mirada infantil, que mezcla en su interpretación del mundo una parte de realidad y otra de ficción, de imaginación”.
A menudo dejamos de lado la tradición oral porque creemos que la palabra escrita vale más”, opina la autora
En Alcaravea, Reyes-Noguerol se mira también en otra herencia: la sonoridad de las coplillas y los cuentos que han hilado una suerte de patrimonio familiar. “Tengo un estilo bastante barroco [ríe] y quería compensar eso introduciendo rasgos de oralidad que estuvieran relacionados con las raíces”, comenta, antes de detenerse en la nana que cita al inicio y que da título al libro. “Ea la ea, ea la ea, cominitos y clavos y alcaravea”, reza una letra que “me cantaba mi madre, a ella se la cantaba mi abuela, y a mi abuela se la cantaba mi bisabuela...”. Porque el rescate de esas composiciones puede entenderse como un homenaje a las mujeres “que han perpetuado esta tradición oral que muchas veces dejamos de lado porque pensamos que la palabra escrita vale más. Pero nuestra cultura tiene sus cimientos en la literatura anónima de esas nanas, de esas leyendas que nos han llegado hasta hoy, modificadísimas por supuesto, y que son un absoluto tesoro. En este libro quería reivindicar que lo oral puede compartir terreno, página, con lo escrito”.
En el cuento El repartío, Reyes-Noguerol destaca “la suerte, el privilegio, que supone acceder a una educación y a una cultura” a través de la peripecia de su tía abuela Encarna, que aprendió a leer gracias a un maestro que recorría los paisajes rurales y alfabetizaba a la población. “Ella era una niña del campo junto con sus numerosísimos hermanos que de ninguna manera habría accedido a la lectura y la escritura, pero pudo hacerlo gracias a la llegada de ese desconocido”, dice sobre su familiar, una muchacha que sintió por primera vez que era alguien, que se encarnó, cuando ese extraño escribió su nombre en una página. “A mí me emociona mucho todo lo que le ocurrió a esta mujer, entre otras cosas una historia de amor que nunca llegó a nada y que me parece preciosa, pero me conmueve también cómo ese hombre le trae la palabra, que es lo mismo que si trajera la luz”.
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