110 años del nacimiento de Vassallo

tribuna

Retrato del escultor gaditano: un repaso por su vida y por su amplia producción artística, en la que fue un renovador con un lenguaje muy moderno y muy esquemático

El torero Rafael Gómez Ortega 'El gallo' posa ante Juan Luis Vassallo en su taller.
Marta Vassallo - Doctora en Arte Contemporáneo

30 de mayo 2018 - 08:29

Este mes de mayo se cumplen 110 años del nacimiento del escultor gaditano Juan Luis Vassallo. Aprovechamos esta fecha para recordarlo a él y a algunas de sus obras. De personalidad sencilla, campechano y humilde, en absoluto aparentaba todos los premios y reconocimientos que tenía, en cuanto se le conocía se veía que respiraba arte por sus cuatro costados. Tuvo una vida dura pero feliz, junto a su esposa Amparo y sus tres hijos. Vivió todas las etapas políticas que se pueden vivir, monarquía, república, guerra civil, la dictadura de Franco y la democracia, y trabajó en todas ellas con ilusión y lo hizo con sentido del humor y sencillez, acompañado siempre de una buena mesa y un buen puro. Trabajador incansable, la muerte le sorprendió con las manos manchadas de barro.

Respecto a su obra, lo vemos en Madrid y Ávila como joven escultor, tratando de acercarse a las nuevas tendencias artísticas de simplificación formal, agrupándose con los llamados 'Artistas de acción' o exponiendo junto a grupos de 'Artistas ibéricos'. Realizará obras con un lenguaje muy moderno, muy esquemático, se trata de obras talladas directamente sobre duros materiales pétreos, destacaremos Rostro de Mujer hoy en el Museo Reina Sofía de Madrid o Mujer abulense, propiedad del Museo Capa.

La llegada de la guerra le sorprende en Cádiz, con varios premios y reconocimientos en su mochila y un billete de ida a Italia en la mano: el barco en el que debía partir nunca llegó a puerto. Sobrevive como puede dedicándose a la enseñanza en Jerez y enseguida le vemos realizando interesantísimas aportaciones a la imaginería en Jerez, Sevilla y Cádiz. Vassallo conseguirá darle la vuelta a la imaginería andaluza que se hacía por aquel entonces. No sólo traerá la suavidad del clasicismo italiano, también aportará la simplificación del modelado que había aprendido en Madrid y que nos habla ya de un nuevo lenguaje moderno, pureza de líneas, formas arquitectónicas. Vassallo además introducirá innovaciones en temas e iconografías saliéndose de los cánones y posturas tradicionales, por eso vemos a sus Vírgenes muy humanizadas, con los pies descalzos, las piernas cruzadas, en posturas difícilmente reconocibles en la tradición imaginera, pero a la vez vinculadas a ella en sus volúmenes y masas. Utilizará técnicas tradicionales actualizadas con novedosos dibujos y estucados. También será renovador en el uso del color, sobre todo en las obras de su etapa final. Además, investigará con distintas técnicas y materiales, con nuevas recetas y mezclas.

Pero en sus años de madurez no solo trabajará en imaginería, a Vassallo le gustaba tocar todos los palos, por eso lo vemos participar en numerosos concursos y muy implicado en los retratos de encargo, todos ellos de una excelente calidad, en los que se refleja fielmente la personalidad y psicología del retratado. Trabajará en importantes obras monumentales y otro tipo de proyectos que en ocasiones le llevan a la extenuación y le vemos retomando fuerzas todos los veranos en las playas gaditanas, donde el escultor siempre inquieto solía dibujar y tomar apuntes captando nuevas ideas. De estas playas toma Vassallo la sensualidad y belleza del desnudo femenino, que tanto frecuentó, enamorado de la belleza de la figura humana como centro de la creación. Se han vinculado sus desnudos a las figuras del mediterraneísmo catalán, otros han visto en estos desnudos un nuevo clasicismo mediterráneo en el que el escultor se olvida de la frialdad de la piedra y se vuelca en el estudio de la naturaleza.

Son obras muy personales, que no tienen las limitaciones de un encargo, por eso me encantan estos desnudos, donde el escultor nos muestra una imagen mental ideal de la perfecta belleza. Cada una de las partes está perfectamente estudiada, se observa un minucioso estudio de las proporciones y un equilibrio de las luces y sombras, un contrapeso de volúmenes y vacíos. Son obras que beben de Italia, que buscan escapar de la fealdad vista en la guerra, son un renacer del clasicismo, lo que hoy en día llamamos una 'vuelta al orden'. Este clasicismo mediterráneo fue la semilla que muchos alumnos de Vassallo fructificaron después. Dentro de este grupo de obras podemos destacar Pudor, Lavandera o Gades, primera medalla en la nacional del 48, figura hermosa que representa a su ciudad natal. En los ojos entornados podemos ver la luz cegadora de la ciudad, en su manto en movimiento el fuerte viento; y en su postura, muestra la firmeza de la ciudad frente a los enemigos y el mar, como una señora bien plantada.

Por último, en su etapa final en Madrid, le vemos simplificar los planos buscando un modelado geométrico, sin abandonar en ningún caso la figuración y el desnudo, así le vemos utilizar el vacío como elemento configurador de la imagen, destacaremos los maravillosos Relieves Parodi, El Puerto y Minerva que corona el Círculo de Bellas Artes y que en su momento fue la obra más grande colocada en un edificio de Madrid, geométrica y a la vez clásica, icono de la ciudad.

Pero no olvidemos otras facetas del escultor como es su trabajo como medallista o restaurador, su faceta como profesor, que le valió una Medalla de Oro, o sus magistrales dibujos, que nos hablan de su grandeza como artista. Cuidemos de las obras de Vassallo, cuidemos su Museo, como un valioso legado para la posteridad.

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