Antonio Fuentes: “Me pregunto qué lleva a hombres normales a cometer atrocidades”
El autor recrea en ‘Los Leones de Rota’ “un episodio muy desconocido” de la Guerra Civil, una banda de falangistas que actúan en las sierras de Cádiz y Ronda y en la toma de Málaga
Memoria y baluarte
“Antonio el Gaseosa le dio muchas vueltas a la cabeza esa noche. Había aceptado la recomendación del tío Rafalo de alistarse en unas brigadas cívicas de apariencia inocua, pero, sin pretenderlo, se había convertido en miembro de Falange y, no solo eso, sino que se había transformado en miliciano de una improvisada centuria autodenominada Los Leones de Rota, una consecuencia espontánea del desorden causado por el alzamiento en las escasas provincias donde había triunfado la insurrección contra la Segunda República. Solo porque hacían falta hombres para continuar la sublevación, se veía obligado a convivir con todo tipo de ejemplares, como falangistas de viejo y nuevo cuño; criminales a los que se les dio la oportunidad de redimir su condena; señoritos de ilustres apellidos aficionados a la caza; los tontos del pueblo y, como era su caso, rojos no muy señalados que se enfudaban el salvavidas azul de Falange”. Tras acercarse a la figura del último alcalde republicano de Sevilla, Horacio Hermoso Araujo, en La huella borrada, el periodista y escritor roteño Antonio Fuentes recrea ahora “un episodio muy desconocido” de la Guerra Civil en Los Leones de Rota (Plaza & Janés), una novela que su autor presentará este martes a las 19:00, junto a Salvador Gutiérrez Solís, en Sevilla, en la librería La Botica de Lectores de República Argentina.
Pregunta.–En un pasaje se define a esta banda como “una tropa indisciplinada, provocadora y poco recomendable, pero de un valor rayano en la temeridad”. Un material fabuloso para un narrador...
Respuesta.–Cuando estaba con el anterior libro y decía a los amigos y la familia que se ambientaba en la República en Sevilla me preguntaban: “¿Y cuándo vas a escribir sobre Rota?”. Yo conocía la historia de los Leones, pero como casi todo el mundo de oídas. En internet te encuentras tres o cuatro artículos y poco más, no se ha profundizado mucho. Paul Preston habla del episodio en El holocausto español, saca unos párrafos de un expediente sobre los crímenes que cometieron en Benamahoma, y Carlos Castilla del Pino, el psiquiatra, recordó más de una vez con terror la llegada de los Leones a su pueblo, a San Roque. Pero en mi tierra tratar el tema ha sido tabú, y algún investigador que conozco recibió amenazas. Y ocurre otra cosa, muy habitual con la Guerra Civil, y es que historiadores de Sanlúcar de Barrameda o de El Puerto de Santa María han hecho trabajos estupendos sobre lo que sucedió en sus zonas, pero no han puesto en común sus hallazgos. Yo quería saber hasta dónde llegaron los Leones.
He encontrado ecos entre ese fascismo y la actualidad: en el uso del miedo, en la creación de enemigos”
P.–El protagonista es un pobre desgraciado que cambia de piel para sobrevivir...
R.–Me están diciendo que es un personaje singular dentro de la Guerra Civil, que no está muy trabajado. En otras zonas del país no pasa que entre los falangistas hubiese gente de izquierdas. En Málaga, por ejemplo, si tú eres de ideas republicanas, tienes tiempo para meterte en el ejército que se está formando en tu bando. En otros sitios ocurría que había gente que estaba entre dos aguas, que había sido de la CNT y decidía alinearse con Falange, pero que a ti te obliguen a ir con la Falange sin haberlo pedido, porque la otra alternativa es que te maten, eso sólo lo puedes encontrar en este territorio. El 18 de julio es el golpe en Sevilla y en tres o cuatro días se ha completado la ciudad, pero al mismo tiempo se toma también Cádiz. De Cádiz, el día 19 toman un transbordador hacia El Puerto de Santa María y liberan la prisión, donde el Frente Popular ha encarcelado a los falangistas, que ya fuera del penal se van a propagar por el resto de la provincia. Uno de ellos, Fernando Zamacola, es el que llega a Rota. Todos estos movimientos afectan a Antonio El Gaseosa, que tiene que elegir entre sumarse a la Falange o recibir un tiro en la cabeza.
P.–Alguien que participa en la guerra tiene que convivir con su conciencia: al protagonista se le aparecerán algunos muertos...
R.–Yo planteo a los lectores el mismo dilema que tiene el personaje: qué habrías hecho tú en una situación como esa, porque ahora lo vemos con perspectiva, pero entonces... Antonio se une al grupo como una solución desesperada y acaba en la toma de Málaga junto a los italianos. Es una pregunta que asoma entre los testimonios de los Leones, cuando ya se pudo hablar, en la democracia: qué habrías hecho tú. Pero también es complicado entender sus acciones, sobre todo en Benamahoma. He estado allí con los arqueólogos y los cuerpos que están encontrando, que van por más de 60, te dicen que les disparaban por delante, que les miraban a los ojos y les ejecutaban. Quería saber qué lleva a hombres normales a cometer estas atrocidades.
P.–Ana, la esposa del protagonista, es constantemente silenciada: tarda en poder votar, después es humillada públicamente por sus ideas...
R.–Cuando escribes una novela hay personajes que se te caen, y otros que ganan peso, y con ella sucedió lo segundo. La mujer es la gran víctima de todo este avance fascista. Que tú te encuentres que lo de raparlas, vejarlas, dejar que se orinaran encima, se practique en Oviedo y en Logroño y en Rota o en Sevilla, y que no haya ninguna instrucción que diga que había que hacer eso... te habla de una sociedad completamente patriarcal y violenta. De una reacción que quería frenar la libertad conquistada en la República. Las mujeres de mi familia participaban en el movimiento sindical o en el Carnaval con la misma implicación que los hombres. Hay documentos que dan fe de una participación muy activa de las mujeres en la República, pero el castigo al que las someten estos generales, apoyados por las élites económicas y la Iglesia, las devolvió de nuevo a un papel secundario. Nos escandaliza el argumento de El cuento de la criada, pero si preguntáramos a nuestras abuelas nos podrían contar historias más terribles, y que han ocurrido en nuestro país... He encontrado muchos paralelismos entre el fascismo de entonces y la actualidad: en la utilización permanente del miedo, en la creación de enemigos, que hoy son la mujer, la diversidad sexual, el inmigrante, el ecologismo...
P.–Usted habló mucho con su abuelo para este libro.
R.–Él murió el 1 de marzo con 100 años, y sus recuerdos me ayudaron mucho. Lo malo, y me pasó también con otros a los que entrevisté, es que tú metes a las personas tan mayores en ese pasado y ellos no salen de ahí, se repiten durante días, y hacerles preguntas acababa siendo una tortura para ellos. Como periodista tú buscas que todo sea lo más exacto posible, no quería que ningún historiador me dijera que algo no cuadraba, pero después de esa charla yo me iba y los cuidadores me decían que los había dejado removidos.
P.–Ha definido Rota como otra protagonista de la historia.
R.–Sí. Rota es una víctima, porque no hace una transición a la República sana. Alberti oyó a un guardia civil decir que no se acostumbraba a vivir sin un rey. Rota era así. La gente más progresista, del Frente Popular, se intenta mover, se encuentra con un pueblo que no tiene el ansia revolucionaria de Sanlúcar de Barrameda, con sus pescadores, o de Trebujena, con sus agricultores. Y los que esperaban, terminada la guerra, que los aliados se enfrentaran a Franco vieron con decepción cómo eso no ocurría y los americanos instalaban la base militar allí.
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