La bruja novata era real
el pastillero
Ante la sospecha de que Hitler podía usar el ocultismo para ayudarse en su avance, distintos personajes intentaron enfrentarlo en Inglaterra con un “escudo psíquico”
El caso de las WITCH: ser bruja en tiempos de jipis
LA señora que se parecía a nuestras abuelas pero que estudiaba brujería por correspondencia, que alojaba en su casa (no sabíamos muy bien por qué) a un grupo de hermanos y que terminaba convocando a los fantasmas y derrotando a Hitler. Saben de quién hablo, ¿verdad?
Angela Lansbury daba vida a La bruja novata en la película del mismo nombre de 1971: una época que coincidió en su biografía con el traslado a Irlanda para alejar a su hija de, digamos, la influencia de un brujo oscuro y experto: Charles Manson. La cinta –que mezclaba, como Mary Poppins, animación y actores reales– se basaba en dos libros para niños, pero estaba atravesada por una especie que se había propagado durante años en Reino Unido: su productor y guionista, Bill Walsh, reconocería “haberse inspirado en los rumores que circularon sobre un akelarre para impedir que Adolf Hitler invadiera Inglaterra”.
La edición de David Bizarro de Guerra mágica. El batallón mágico que combatió a Hitler (La Felguera) repasa algunos de estos episodios y el papel que jugó en todo ello la ocultista y novelista Dion Fortune. El tema de la lucha mágica contra Hitler tenía un campo fértil sobre el que desarrollarse. Ahí está la leyenda del Rey Pasado y Futuro (Arturo), dispuesto a levantarse de nuevo cuando Gran Bretaña lo necesite. O la historia de la batalla de Mons, según la cual San Jorge dirigió a un ejército de arqueros celestiales para ayudar a los ingleses en suelo belga en 1914.
Lo sobrenatural y la soberanía inglesa, juntos desde los cuervos en la Torre de Londres y desde John Dee (el 007 original) en la corte de Isabel I.
Que se asumiera que los alemanes usaban del ocultismo para ayudarse en su avance puso el elemento que faltaba en la ecuación. De hecho, se sabe que el Gobierno británico consultó a médiums y un agente del MI6 organizó el llamado Templo de Merlín para levantar un escudo psíquico contra el Eje (¿del Mal?). En el barullo que se formó, aparecen nombres como Aleister Crowley (por supuesto) y Gerald Gardner, el llamado “padre de la brujería moderna”.
De entre ellos, tenemos seguro el registro en forma de cartas –algunas de estas, seleccionadas en la edición de La Felguera– que Dion Fortune escribió a sus seguidores en su intento de organizar un “muro mental” para frenar con energía psíquica el avance alemán. Del todo no pareció funcionar, porque la propia casa de Fortune fue bombardeada en 1940. Que en mitad del desastre y los bombardeos nocturnos, la sociedad británica reaccionara con entereza –dando lugar a lo que se conoció como “el espíritu del blitz”–, no hizo más subrayar que a los miembros de la Fraternidad de la Luz Interior que iban por el buen camino.
Lo curioso es que muchos de estos grupos esotéricos tenían una inercia supremacista, y la propia Dion Fortune trabajaba en sus ejercicios de meditación con el concepto de Mente Grupal de la Raza. Para colmo, consideraba que “lanzar ataques personales contra los líderes de la nación alemana, y confundir así sus mentes, e incluso destruir sus vidas” sería “un modo de trabajar bastante equivocado” porque “nadie ni nada es totalmente malo”. En efecto, en su abracadabrismo, Dion veía una ventana de Overton y se tiraba por ella.
La pregunta que surge en todo este episodio es por qué. Por qué (o si) estaban lo suficientemente perturbados como para creer en todo esto. La desesperación es una buena respuesta, pero en el caso de Dion Fortune et al. hay algo más. Estos grupos esotéricos que actuaban en la II Guerra Mundial, y que ya hablaban de cosas como la Era de Acuario, eran herederos de la gran fiebre ocultista que se vivió a principios del siglo XIX y tras la Gran Guerra. Tan enraizado estaba el asunto, y tan en serio se tomaba, que hasta había denuncias de magos (en tribunales del mundo real) por temas de quítame allá esos hechizos: el jefe de la Golden Dawn denunció a Crowley, por ejemplo, por haber revelado rituales de la hermandad. El juez falló a favor de la Gran Bestia, aduciendo que nadie había inscrito dichos rituales en el Registro de la Propiedad.
Lo curioso es que las brujas sí que se pasearon por el cielo durante los días de la II GM: sólo que tomaron la forma de aviadoras soviéticas, tan letales que los alemanes las bautizaron como Nachthexen, las Brujas de la Noche.