"Mi cante siempre salió sin pulir"
El veterano artista chiclanero recibe mañana un homenaje en el teatro Lope de Vega de Sevilla organizado por el cantaor Miguel Poveda , que también participa en el cartel de la fiesta
Aunque es una sentencia mil veces repetida, a la primera persona a la que escuché decir que el flamenco se canta con faltas de ortografía fue a Alonso Núñez Núñez, Rancapino (Chiclana, 1945). Es una oración sencilla, casi implacable por su pureza. Me estremecí al escucharla de sus labios. Quizás Rancapino sea su autor, quizás no y viene de esa tradición oral, tesoro de las casas de bien, pero qué más da. En su boca cobra verdad por ser uno de los últimos baluartes del cante añejo de Cádiz. En este encuentro, provocado por el homenaje que Miguel Poveda le organiza mañana en Sevilla, en el Teatro Lope de Vega, no tratamos el asunto. Sin embargo, volvió a salir de su garganta una variación de esta hermosa afirmación: "Mi cante siempre salió sin pulir". Sin participios completos, sin haches intercaladas, jugueteando con los acentos. Y oscuro. Y verdadero.
-¿Cómo nace este homenaje?
-Pues porque Miguel (Poveda) es un gran compañero y un gran amigo. Hace como un año él me prometió que me iba a organizar un homenaje porque él es un enamorado de mi arte y, bueno, pues ha cumplido. Miguel, además de ser un cantaor de los que salen uno o dos cada dos siglos, es un gran entendido y quiere al flamenco y se preocupa. A mí me gusta mucho su cante porque hace una de las cosas más difíciles en el flamenco que son los cantes de ritmo, los borda, no se pierde, los hace con gusto. Y, como te decía, es un gran aficionado y distingue y sabe mucho de la cultura flamenca. Digo yo que habrá pensado él que me lo merezco.
-Bueno, también colaboró usted en su 'Artesano'...
-Sí, sí con unas bulerías muy bonitas. Allí ya hablamos esto del homenaje. Pero yo conocí a Miguel hace más tiempo, en Madrid, estaba yo en una cosa de Juan Habichuela y él estaba por allí. Me miraba mucho, me escuchaba, porque Miguel es un hombre muy respetuoso, y después ya se acercó, tatareaba cosas mías, y me escuchó canturrear muy serio, porque él es bastante serio pero se emocionó. Tiene mucha categoría Miguel.
-El homenaje es en el Teatro Lope de Vega, ¿qué recuerdos le trae el coliseo sevillano?
-Ojú chiquilla, un montón. Y muy buenos. Es un pedazo de teatro con mucha solera. Me acuerdo cantando con Camarón... Pero ahora mismo de lo que más me acuerdo es de un espectáculo que hizo Ortiz Nuevo allí sobre la tierra donde participábamos muchos cantaores. Y yo fui para allá en un Mercedes así de esos antiguos y muy bonito que yo tenía, un Mercedes precioso, y me metí dentro de una fuente. (Rancapino ríe con toda la boca y con todos los ojos).
-¡Y eso cómo fue!
-Pues no sé hija. Yo sé que me metí dentro de la fuente con el coche. Lo llevaba a él (su hijo Luis está presente en esta reunión) que era chico, tendría unos 9 o 10 años, atrás dormidito. No veas qué ánge, bueno, y qué susto también.
-Usted ha vivido del flamenco, ¿ahora se vive igual de bien?
-Que va, que va... El flamenco está bastante olvidado porque la situación está muy mala, está mala para todo el mundo, es verdad, pero el flamenco lo está padeciendo mucho. Hace 15 años uno podía vivir del cante bien, se trabajaba mucho, ahora los flamencos llevamos una racha muy mala. Todos lo están pasando mal...
-¿Y usted?
-Sí, sí, yo mismo también, los mayores sobre todo lo estamos pasando mal. Pero esto del homenaje es bueno, es alegre...
-¿Hay respeto por los veteranos del cante?
-A ver, creo que sí, no es que no haya, pero cada vez queda menos gente entendida. También hay nuevos valores, pero no son lo mismo... Por lo menos por ahora. Esos cantaores de bronce se han perdido, esa Perla, esas Fernanda y Bernarda, Agujetas, Caracol, por supuesto... También ya quedan pocos de esos veteranos, como tú dices, y creo que a los que quedan hay que cuidarlos más. También los jóvenes tienen poco sitios donde escuchar.
-Eso es cierto, se han ido perdiendo los buenos bujíos.
-Y la juerga y los sitios donde buscarse la vida. Mira yo me acuerdo que no teníamos que salir de la Venta de Vargas para que te salieran cosas. Venían a buscarte allí para los contratos porque sabían la gente que era un sitio donde nos juntábamos, donde estábamos los flamencos. Y donde los más jóvenes, nosotros entonces, íbamos allí a escuchar a los mayores.
-¿Dónde va usted ahora cuando quiere escuchar algo bueno?
-A mi casa a ponerme discos de los antiguos. Porque ya en la calle me hago un lío. No sé dónde ir. Así que me pongo los cantes de Manolo Vargas, de Caracol, Juan Talega...
-Para usted, ¿Caracol por encima de todo?
-Caracol era mi ídolo, donde yo me miraba.
-¿Y Camarón?
-Camarón era mi compañero, un superdotado y un fuera de serie. El cantaor del siglo pasado, de este siglo y del que viene.
-Venta de Vargas, usted y Camarón. Mucho para contar, supongo.
-¡Miles de cosas! Recuerdo un día que Juan Vargas nos llevó a los dos a una finca, a un tentadero de Carlos Núñez donde iba a ir también Rafael Ortega. Yo ese día estrenaba un traje azul marino precioso que me hizo un sastre de San Fernando, Salvador Martínez, era azul marino porque me lo hizo con las telas que sobraba de los trajes de los oficiales de Marina. Entonces yo le dije a Camarón, mira como aquí el que va a ser torero soy yo pues cámbiame el pantalón que voy a salir yo a torear. Total, que cuando Rafael Ortega terminó me dijo, venga, gitanillo, te toca, y salí yo con el pantalón de Camarón. Y cuando vuelvo la cara me veo que Camarón también salta con la muleta y con mi pantalón nuevo, ¡no me entró a mí nada por el cuerpo! ¿Quieres que te cuente otra?
-Pues, claro, las que usted quiera...
-Pues también a través de Juan de la Venta de Vargas nos vinieron a buscar unos señores para contratarnos para la Feria de Sevilla para la caseta de Aramburu. Vamos, vinieron a la Venta de Vargas y escucharon a Camarón y se volvieron locos, también me escucharon a mí. Total que nos fuimos para Sevilla, llegamos a las dos y pico de la tarde esmayaos perdíos pero a Camarón se le había metido en la cabeza ver la Giralda. Y venga con la Giralda, por fuerza, ni comer ni ná, la Giralda. Total que fuimos a verla, nos subimos, pero casualmente nos encontramos con El Pinto, un hermano de Pansequito y que estaban con unos gitanos anticuarios muy ricos. Así que después de subir a la Giralda nos fuimos por allí con ellos. Nos encontramos a unas niñas, luego Camarón siempre me decía que una de ellas era la Pantoja, cantando y bailando y seguimos de fiestas con ellas. Total, imagínate a qué hora nos colamos en la caseta de la feria... A las 4 o 5 de la mañana por lo menos... Nos pusieron como los trapos. Y salió uno muy grande con un bigote y muy finoli que le dijo a Camarón, mira Camarón no te doy una hostia porque eres muy chico. Así que yo le dije, mira si echas a mi amigo pues yo también me voy. Y me dice, es que tú no deberías ni haber venido.
-¿Cuál es el mejor momento que le ha dado el flamenco?
-Muchísimos... Al menos te tengo que decir dos. El primero, ver a mi hijo, a mi Alonsito, que se llama como yo, cantar muy bien, canta divinamente y eso para mí ha sido muy grande. Y el otro momento cuando me llevé el premio de Mairena del Alcor creo que fue en el año 1977 y cantando por los cantes de Cádiz.
-Usted domina varios estilos pero, ¿en qué palo se siente más cómodo?
-En la soleá. Me encanta cantar por soleares. También es verdad que fue un reto los tarantos. Yo nunca me había atrevido a cantar por tarantos pero me llevé el mejor taranto en el festival de Madrid en San Juan Evangelista con gente como Menese, Fosforito, Camarón.... Así fue. Creo que hay una placa allí.
-¿Y cuál ha sido el peor momento?
-Pues cuando se murió Camarón. También cuando se murió Caracol. Pero cuando se murió Camarón... Uff... Lo pasé muy mal.
-¿Su cante es inspiración o trabajo?
-Inspiración... De todas formas tampoco te sé decir de mí... Porque quien dice yo soy es porque no tiene a nadie que le diga tú eres. Yo me he sentido escuchándome, claro, y me he sentido más cuando he estado inspirado, natural. Yo creo que mi cante siempre salió sin pulir.
-¿Qué se tiene que dar para que esté inspirado?
-Pues no lo sé. Quizás para mí lo principal o lo que más me gusta es un público que sepa escuchar. Eso es esencial y me hace sentir bien. Y, luego, si hay una dama entre el público pues mejor todavía. Cuando hay damas escuchando uno siempre se encuentra más a gusto.
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