La conspiración del entusiasmo

Crítica

Ignacio Jáuregui compone una sinfonía monumental sobre Venecia en ‘Un asedio en espiral’ (Athenaica), reivindicación firme del libro de viajes de tono coloquial y prosa cautivadora

De la oscuridad a la luz

Complicidad y voz baja en la Venecia de Ignacio Jáuregui.
Complicidad y voz baja en la Venecia de Ignacio Jáuregui. / Ignacio Jáuregui
Pablo Bujalance

30 de marzo 2025 - 07:02

La Ficha

Venecia. Un asedio en espiral. Ignacio Jáuregui. Editorial Athenaica. Sevilla, 2025. 328 páginas. 20 euros.

Fue Guy de Maupassant quien afirmó: “Ningún otro lugar de la Tierra, más que Venecia, ha dado lugar a esta conspiración del entusiasmo”. Llorada en los últimos años como víctima pionera de la explotación turística, fascinante siempre, paradójica hasta la contradicción e inabarcable en todos sus mundos, la ciudad mantiene su condición histórica de frontera, cruce persistente de mares, territorios y lenguas, al vaivén de la ósmosis más sensible de los mapas. Al mismo tiempo, su capacidad de evocación, su persistencia en el sueño de quienes la ansían, la convierte en un raro patrimonio común, emblema del lugar que no se parece a ningún otro y, sin embargo, resulta tan familiar a propios y extraños: basta nombrarla y en la cabeza de cualquier incauto aflora su más íntima imagen de Venecia. Por lo mismo, William Shakespeare, que nunca puso un pie en ella (que sepamos), se la apropió como escenario preferente. Con todo lo que tiene que contar, escribir sobre Venecia puede parecer una tarea sencilla; pero, precisamente por esto, tal y como advertía Félix de Azúa, hacerlo resulta “casi imposible”. El arquitecto, urbanista, gestor cultural y escritor Ignacio Jáuregui (Málaga, 1967) se ha atrevido con conocimiento de causa y el resultado es Venecia. Un asedio en espiral (Athenaica), un libro de viajes que demuestra hasta qué punto corresponde a menudo escribir sobre lo que no puede ser escrito. Y, de entrada, cabe recibir como un regalo la demostración de que, en la versión más cutre de la aldea global, muy a pesar del apogeo del atrezzo, los libros de viajes aún pueden proporcionar el placer impagable que uno espera.

Ropa tendida en un canal.
Ropa tendida en un canal. / Ignacio Jáuregui

Cuenta Jáuregui en su prólogo que no ha dejado de visitar Venecia a la menor ocasión “desde la primera vez, con diecisiete años y una mochila cargada de latas de atún”. Pero para poder hacerse con la ciudad necesitaba una estancia más larga, ocasión que le fue brindada en mayo de 2021, tras el recrudecimiento invernal de la pandemia del Coronavirus: “El Gobierno levantaba el pistón de las restricciones, el turismo masivo no había vuelto a arrancar, los precios del alojamiento estaban bajos y yo disponía de un tiempo extra de vacaciones”. El autor pudo pasar así veinticuatro días en la ciudad, de manera que lo extraordinario pudo devenir en rutina residente entre mascarillas (llevadas “con lasitud italiana”), toques de queda, restaurantes autorizados a servir mesas únicamente en el exterior, el hartazgo general por las restricciones y otras particularidades que, en virtud de la misma paradoja veneciana, permitieron a Jáuregui disolverse en las calles y rincones con privilegiada autenticidad. El viajero invoca en las primeras páginas la tradición de autores como James, Brodsky y Pla, y lo hace con tanto respeto como autoridad: la Venecia que sale a relucir en estas páginas es la que su mirada construye, una mirada cómplice, inquieta, rigurosa y a la vez creadora, tras la que hallamos, espléndida, la ciudad misma. Jáuregui despliega una prosa contenida en la forma y precisa en los detalles, teñida del tono coloquial que requiere la certeza de que estamos leyendo a un amigo. Y, generoso, incluye un buen puñado de fotografías (dando incluso acceso al lector a la fototeca completa) para dar cuenta de la fidelidad de esta mirada. Venecia se asoma aquí en su hechura monumental, sí, pero desde el gesto, el detalle inadvertido, la impresión más pequeña.

Venecia se asoma aquí especialmente desde el gesto, el detalle inadvertido, la impresión más pequeña

El lector tiene así la oportunidad de pasear por Santa Maria dei Miracoli (“Te hace bien, como siempre, esa manera indiferente que tiene de habitar un estadío superior de la materia: es un antídoto infalible contra el sentimentalismo, y tú te estabas poniendo ya muy sentimental”), conocer los gasómetros de San Francesco della Vigna, caminar a solas por la Piazza San Marco, admirar los claustros blancos de San Giorgio, escuchar himnos litúrgicos en la Scuola de la Misericordia, seguir las huellas de D’Annunzio en el Casino Vendramin, escapar del botellón que se arma en la Laguna, compartir con los gatos el refugio silente de San Lorenzo. Todo queda a su vez trufado de voces, conversaciones inadvertidas, sabores, aromas, personajes de la más distinta calaña, el asombro inquietante de lo cotidiano. El autor sazona sus textos con Límites e Inventarios de esencias perequianas, generosos Manuales de Instrucciones, apuntes honestos a la ciudad menos deseable en Contra Venecia e indicaciones para una Arqueología personal. El extrañamiento es la mejor manera posible de ser y de no ser de aquí: “Una pareja, con la similitud de cuerpo y andares que se da después de una vida juntos, pasea un par de perros minúsculos también intercambiables; al llegar al puente se dan la vuelta como ante un territorio extranjero al que yo, sin embargo, retorno con un cierto alivio”. El entusiasmo no durará mucho, pero también nosotros regresamos de este viaje con un libro en la cabeza.

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