Daria Galateria: “Los verdaderos escritores son capaces de aprovecharlo todo para hacer florecer su escritura”

Entrevista

La profesora italiana publica en España Condenados a escribir: escritores entre rejas (Impedimenta), una mirada reflexiva a las historias de un centenar de autores que pasaron por prisión

El fin como intermedio

La escritora y profesora Daria Galateria (Roma, 1950). / Impedimenta
Pablo Bujalance

16 de marzo 2025 - 07:02

La publicación en 2011 de Trabajos forzados: los otros oficios de los escritores reveló al lector español el interés de Daria Galateria (Roma, 1950), profesora de literatura francesa en la Universidad La Sapienza de Roma, por las vidas de los escritores en sus dimensiones financieras y domésticas, recogidas en un puñado de ensayos biográficos inolvidables. Ahora, de nuevo en la editorial Impedimenta, Galateria publica Condenados a escribir: escritores entre rejas, que revisa las historias de medio centenar de escritores que pasaron por prisión, de Voltaire a Norman Mailer, por una amplia gama de razones y delitos.

Pregunta.¿En qué medida es Condenados a escribir una continuación, o una ampliación, de su anterior libro Trabajos forzados? ¿Son comparables para un escritor la cárcel y el trabajo necesario para el sustento?

Respuesta.Hay una gran diferencia. La mayoría de los escritores describen la cárcel como una condición favorable para la escritura. El espacio confinado facilita el vuelo de la imaginación, que, escribe Chester Himes, crece como una secuoya en la cárcel. No hay distracciones ni compromisos ni afectos, que tanto contrarrestan la concentración (Proust decía que se escribe contra el embate de los afectos). En cambio, los escritores consideran que el (segundo) trabajo es un impedimento para escribir. Italo Svevo protestaba porque una sola hora en el taller de pintura familiar le impide escribir durante una semana. Muchos (por ejemplo, Kafka) buscan un trabajo que les deje al menos medio día libre. Casi todos ellos necesitan un oficio para mantenerse, y se quejan de ello.

P.En el prólogo del libro escribe: «Los editores siempre han odiado la mala prensa». ¿Seguiríamos hablando hoy de ciertos escritores si no hubieran pasado años en prisión?

R.El caso del editor Stock, encantado de que Apollinaire hubiera sido acusado del robo de la Gioconda, es ejemplar. Apollinaire era inocente y estaba desesperado, pero el editor le escribió que los periódicos habían hablado mucho de él con el resultado de que su libro se estaba vendiendo muy bien: esto bien valía un pequeño sacrificio. Incluso la escritora Goliarda Sapienza se hizo encarcelar a propósito (hizo compras con una tarjeta de crédito robada a un amigo): nadie la publicó, pero tras su estancia en la prisión romana de Rebibbia se hizo famosa. Y, por supuesto, Casanova se hizo súbitamente famoso en toda Europa con la asombrosa historia de su fuga de la prisión veneciana de los Piombi.

P.Si aceptamos el encarcelamiento como ocasión para la inspiración (o el enclaustramiento voluntario, como en Proust), ¿se podría concluir que la vida en libertad es contraria a la misma, o, al menos, no tan estimulante?

R.¡La vida en libertad es maravillosa! Claro que puede distraer: Paul Morand decía que no había sido un gran escritor como Proust porque había tenido una vida demasiado buena. Pero los verdaderos escritores son capaces de aprovecharlo todo para hacer florecer su escritura; y en la cárcel desarrollan en libertad la sabiduría humana y lingüística que siempre han cultivado.

P.Pensando en Jean Genet, ¿no existe, quizá, un prejuicio generalizado que tiende a valorar la figura del escritor como virtuosa y ejemplar, cuando en realidad es más fácil que un escritor se sitúe al margen de las costumbres morales y sociales para hacer su trabajo?

R.Confieso que pensaba encontrar más memorias de escritores encarcelados: en siglos pasados solían ser acomodados, y es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico vaya a la cárcel. Jean Genet pudo practicar sus dotes de escritor en los ratos muertos de la cárcel. Nunca dejó de robar, pero cuando en el 43, tras ser detenido, se autodenominó “escritor”, todos los intelectuales se declararon a su favor y nunca más fue procesado.

"Para todas las presas, la cárcel es el único momento en el que se sienten libres, para escribir y pensar en sí mismas"

P.En relación con lo anterior, en los últimos años algunos críticos han identificado en los últimos años cierta tendencia a reconocer en los autores las miserias morales de sus personajes de ficción. En España, por ejemplo, renace cada cierto tiempo el debate sobre la calidad de Vladimir Nabokov como promotor de la pederastia por haber escrito Lolita. ¿Qué cabe esperar, entonces, de un escritor condenado por la justicia? ¿Serán los lectores capaces de leer su obra sin juzgar sus acciones?

R.Nabokov fue un marido y un padre ejemplar, que escribía en el cuarto de baño, en una maleta colocada sobre el bidé, para dejar a su hijo, el pequeño Dimitri, libre para jugar en la única habitación de la casa. La tendencia woke no siempre es inteligente e informada. Los lectores de Lolita adquirirán, si acaso, el gusto por la bella literatura.

P.¿Por qué razón decidió empezar su libro con la Ilustración? ¿Quizá en las etapas históricas posteriores el encarcelamiento de los escritores entrañaba una normalidad poco digna de ser contada?

R.Lo siento mucho por los grandes prisioneros de siglos anteriores, ¡Cervantes entre ellos! Empecé en el siglo XVIII con escritores incriminados por sus ideas, de Voltaire a Céline. Aún hoy, los escritores perseguidos son a menudo ideólogos en regímenes dictatoriales, o condenados por fatuas religiosas o por la mafia (como nuestro Saviano).

P.En la nómina de autores del libro hay una abrumadora mayoría masculina, aunque la figura de Goliarda Sapienza, quien afirmaba sentirse más en libertad dentro de la cárcel que fuera, es reveladora. ¿Han tenido las autoras la cárcel inspiradora en sus ámbitos domésticos?

R.Las escritoras aprovecharon el encarcelamiento para salir de su jaula doméstica. Para todas las presas, la cárcel es el único momento en el que se sienten libres, para escribir y pensar en sí mismas, sin tener que ocuparse de nadie: padres, hijos, maridos, alumnos, enfermos, cocinas y hogares.

P.Burroughs admitió que, si no hubiese matado a su mujer, nunca habría sido escritor. ¿Es el crimen más favorable a la inspiración que la inocencia? ¿Aunque sea un crimen presuntamente involuntario, como es el caso?

R.Me sorprendió mucho descubrir que un buen porcentaje de los escritores encarcelados han matado -o intentado matar- a sus esposas (en el caso de Verlaine, tanto a su mujer, a la que prendió fuego en el pelo, como a su amante Rimbaud, al que disparó). Es un buen diez por ciento: creo que también se debe al hecho de que los escritores suelen quedarse en casa.

P.¿Cuál de las historias de su libro le impactó más al investigarla?

R.El gran maestro de todos los gulags del mundo, Aleksandr Solzhenitsyn, un brillante ejemplo de la escritura como libertad y como fuerza contra las limitaciones de las ideologías extremas.

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