El debut literario de Antonio Muñoz de la Vega: "Esta historia se me derramaba"

Literatura

El periodista gaditano pide paso en las letras con 'La memoria de los ratones', una novela editada por Cazador donde el género negro y la reivindicación de la memoria democrática confluyen en una trama enmarcada en la sierra de Cádiz

La escritora Carmen Moreno se lanza a la edición con Cazador de Ratas

El escritor y periodista Antonio Muñoz de la Vega con un ejemplar de 'La memoria de los ratones'.
El escritor y periodista Antonio Muñoz de la Vega con un ejemplar de 'La memoria de los ratones'. / Miguel Gómez

Cádiz/Tiñiendo de noir el río Majaceite, con los pies en Cádiz y la cabeza en El Bosque, el periodista Antonio Muñoz de la Vega firma su flamante debut literario con el sostén del pasado y cargado de futuro. Porque con La memoria de los ratones, editada por Cazador, el gaditano encierra con una arquitectura sólida, dibujada, asuntos tan trascendentes como la memoria democrática, el turismo sostenible, la salud mental, la educación de nuestros hijos o la despoblación. Y todo rima. Todo cabe sin desentonar en esta historia que es un río, que es un camino, como la vida, y que discurre a dos corrientes. La del pasado cruento de la represión en un pequeño pueblo de la sierra de Cádiz y la de un crimen en el presente en el mismo escenario que desata un más que entretenido thriller. Ojito que hay más de lo que parece y nadie es quien parece ser, sí, también como en la vida, en la primera novela de Antonio Muñoz.

–Primera novela. ¿Esa historia la llevaba dentro o le encuentra?

–Pues es fruto de la casualidad y de mi faceta personal y profesional donde voy conociendo historias que se te quedan dentro. Esta novela contiene dos partes bien diferenciadas que terminan confluyendo y que responden, por un lado, a mi pasión por la novela negra y, por otro, a mi interés por la recuperación de la memoria histórica, por recuperar relatos que, en este caso, son ficción pero que están basados en historias reales que han sucedido en los mismos escenarios en los que ocurren en la novela, en la sierra de Cádiz.

-La de la familia de ‘los ratones’. ¿Es una historia real, es un compendio de muchas...?

–A través del documental Sucedió en Grazalema, con guion del periodista David Doña y realizado por el Servicio de Vídeos de Diputación, tengo acceso a una historia de represión durante la Guerra Civil de una serie de mujeres y de un adolescente. Fueron hechos realmente brutales y no sólo por el modus operandi de las fuerzas represoras sino por quiénes son las víctimas. Porque en mi novela no he querido hacer una historia de bandos, de buenos y malos. La memoria de los ratones es una historia de víctimas que podían estar en cualquier parte. Es la historia de una época donde la gente se ve arrastrada en un torbellino de barbarie absoluta en el que más allá de tus ideas políticas te ves marcado por dónde vives, con quién te mueves, quién es tu vecino, o por la pura casualidad como en el caso del germen de esta historia. Y en un momento donde, no ya es que se esté evitando que se abran cunetas, sino que se está intentado echar hormigón sobre la dignidad de las personas, pues creo que hay cosas ante las que uno no puede quedarse impasible y, aunque no tenga una finalidad política, creo que hay cosas que son de justicia y hasta de sentido común en cualquier país democrático, y si tengo la oportunidad de contar con un altavoz y acercar este tipo de realidades, sentía que era una obligación hacerlo.

–¿Cuántos viajes a El Bosque ha requerido esta novela?

–He hecho muchos viajes a El Bosque a lo largo de mi vida sin tener ningún vínculo familiar. Mi fascinación por El Bosque y donde se forjó mi vínculo sentimental viene de esos primeros viajes con el colegio donde vas al río. No tienes que decir más. De El Bosque a Benamahoma o de Benamahoma a El Bosque. Ese es nuestro río, el río de nuestra memoria, el Majaceite, aunque muchas veces ni siquiera le pongamos nombre. Ese escenario, desde mi infancia, siempre me ha acompañado. Sin embargo, la novela surge de un viaje sin moverme de casa.

–Confinamiento

-Ahí está, en lo más duro de la pandemia, cuando no podíamos salir, yo pensaba que adónde me escaparía y me decía, en cuanto pueda, tiro para la sierra. Y al final hice un viaje mental y sentimental.

-A través de la historia de los ratones pero también de Andrea, una joven maestra que tiene como primer destino el colegio de El Bosque. Esa trama es la que lleva el peso del género negro pero, sin embargo, también tiene que ver con la repercusión del pasado en el presente.

–Es una constante en todos los personajes de la novela, todos están marcados por su pasado y en todos, creo, hay un recorrido desde la infancia hasta la madurez. Andrea me daba la oportunidad de reflejar otras cosas que me preocupan como padre: la educación, el acoso, la crueldad de los niños que son, además, personajes esenciales de la historia. Hay otros personajes que me dan pie también para hablar de otros asuntos que me importan como la corrupción política, la corrupción urbanística, la despoblación y los peligros de acudir para combatirla a recursos que lo que hacen es acabar con la esencia de nuestros pueblos...

–Los niños, dice... “Dame a un niño que sepa distinguir la maldad de la bondad y te daré a un adulto”. Confieso que es de la peli 'Peter & Wendy' que acabo de ver, pero me resonó en sus páginas.

–Cada vez es más difícil el papel de los padres y los profesores porque cada vez los niños están expuestos a más estímulos que no terminamos de controlar. Sin embargo, a veces, no somos conscientes de la importancia que puede tener en los niños la figura de un educador, por eso intento hacer una llamada de atención de que estamos trabajando con la materia prima más valiosa que tenemos, la materia prima que construirá el futuro, nuestros niños.

–Y otra llamada sobre la importancia del camino para explicar los destinos. O me lo parece...

–Efectivamente este libro habla constantemente del camino. Habla del camino del río y del camino de la vida de todos los personajes y de cómo hay que saltar piedras, esquivar ramas, sortear raíces para llegar a un final que siempre viene de vuelta, como demuestran los personajes. Como el camino de El Bosque a Benamahoma.

–Y la diferencia de hacer ese camino bien acompañado, mal acompañado o en soledad...

–Los Trece, Manuela, el niño que fue El Ratón, la niña que fue Andrea... Todos los niños de esta historia se encontrarán con obstáculos y es determinante si tienen o no un asidero y, en algunos casos, ayuda profesional... En este libro también he querido hablar de salud mental, me preocupa la salud mental de los niños porque no todos tienen las mismas herramientas para enfrentarse a según que experiencias y con la ayuda adecuada se pueden construir cementos sólidos para andar por el futuro.

–Y el camino en El Bosque, en un pueblo pequeño, eso es fundamental para la trama

–El Bosque es un personaje más, no se podría entender la historia sin ese escenario. Todo el mundo se conoce, todo el mundo sabe quién le ha hecho qué a quién y qué hicieron sus padres... La vida en los pueblos todavía es muy complicada, de hecho, hay pueblos en la provincia de Cádiz donde todavía no se puede hablar de memoria histórica porque tú puedes estar viviendo en la casa que tu padre le quitó al mío... Y aunque es maravilloso vivir en un pueblo, entre tanto aire puro te puedes asfixiar, porque no tienes escapatoria. Pueblo pequeño, infierno grande, me decía una vez una amiga mía...

–Por cierto, me parecen buenísimos los motes del libro

–Pues muchos de ellos son los que le he escuchado a mi familia, porque mis padres son de Chiclana, cuando hablan de su infancia, cuando Chiclana era un pueblo, ahora es otra cosa. Y creo que el tema de los motes es un recurso muy útil para crear la atmósfera del pueblo.

–Para terminar, ¿cuál ha sido el principal obstáculo en el proceso de escritura de su debut?

–Pues los obstáculos han venido después porque la escritura ha sido muy bonita, muy divertida. La historia nace en mi cabeza de una manera y son los personajes, al unirse a otros personajes, los que van cambiando la historia. Ha sido una aventura maravillosa. Quizás lo difícil ha sido enfrentarme al reto de dar la cara, de enseñar cuáles son mis intereses, quizás porque cuando eres periodista intentas señalarte poco, “por evitar”, como dice uno de los personajes del libro, pero es que esta historia no me dejaba en paz, no podía ni dormir, ni estudiar, que entonces estaba estudiando unas oposiciones... Esta historia se me derramaba.

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