El dibujo de un lord Byron para niños

Vanesa Pérez-Sauquillo recrea la relación del poeta inglés y su hija Allegra en 'El caballo de lord Byron'

El cuento, publicado por Siruela, está ilustrado por la gaditana María Espejo

Los animales exóticos y los objetos de lord Byron cobran también gran importancia en el relato. / María Espejo
Pilar Vera

23 de mayo 2018 - 09:04

Cádiz/Los personajes byronianos no se llaman así a la ligera. El poeta inglés pasó su vida, y a la posteridad, como un ser casi de ultramundo: malo, loco y peligroso de conocer, en palabras de una de sus amantes. A la hora de presentarlo al público infantil, la escritora Vanesa Pérez-Sauquillo recoge la excentricidad del autor como gancho para hacerlo parecer una figura cuasi mágica en El caballo de lord Byron, el cuento que acaba de publicar con Siruela, ilustrado por la gaditana María Espejo.

"Mi curiosidad por Byron comenzó de pequeña, tras ver Remando al viento -cuenta la autora-. Y también despertaron mi interés unos textos de Pedro Antonio de Alarcón, un cuentista del XIX que estuvo en Venecia pocos años después de lord Byron, que lo conoció, y contaba detalles interesantes".

En realidad, Allegra pasó su corta vida en casas ajenas y murió en un convento con cinco años

La novela surgió en sí a partir de un caballo de madera que es una artesanía polaca tradicional, "y toda la poesía que tienen los juguetes antiguos, que condensan de alguna manera esa sentimentalidad y esa magia de los niños que no llegamos a conocer". El poder evocador del episodio veneciano de Byron hizo el resto: "Ya sólo la ciudad, con sus palacios y toda su atmósfera es potente -desarrolla Pérez-Sauquillo-. La llegada de lord Byron con sus animales fue muy espectacular, así como las anécdotas que dejó, las peleas que provocaba, el que nadaba con una antorcha para que lo vieran los gondoleros, o el ganar la competición a nado del Gran Canal... Algo que me gustó señalar porque como ejercicio de superación es muy significativo: Byron era cojo de nacimiento".

Y si el rostro que se presenta de Byron es el más amable, igual sucede con el episodio de su hija, Allegra: una niña ilegítima que fue a parar a manos de su padre cuando apenas tenía dos años y que pasó su corta vida -hasta su muerte en un convento, a los cinco años- de casa en casa. Visto a ojos actuales, el episodio es de una desatención completa: Byron admiraba la creatividad de la niña, que asociaba como un rasgo de su propio carácter, pero no soportaba sus rabietas -que podían ser, también, un rasgo de su propio carácter-. "Mientras estuvo viva, su existencia no parecía ser un elemento necesario para mi felicidad -llegó a confesar el poeta-; pero fue perderla y parecerme que no podía vivir sin ella".

"Precisamente, quería redimir un poco al personaje y a todo esa historia -cuenta la autora-. Lord Byron le tenía cariño a su hija, lo que no le dedicaba era tiempo. También era otra época: la mortalidad infantil era tan alta que las madres no querían involucrarse en la crianza, para no encariñarse, por si se morían. Pero, precisamente porque es triste, he querido darle una vuelta de tuerca a la historia verdadera como una especie para salvación de ambos".

"Byron no quería dejar a Allegra con Shelley, por ejemplo, porque decía que se le morían todos los niños (y era verdad...) -comenta al respecto María Espejo-. Además, Byron y Claire Clairmont, la madre, se llevaban fatal, y utilizaban a la niña para hacerse daño. Fue una tragedia, pero era bastante normal que los niños muriesen: aun así, es un episodio de la biografía de Byron con el que lloré mucho".

Además de profundizar en distintos aspectos de los personajes, la elaboración de El caballo de lord Byron "me ha permitido trabajar con una línea más depurada, de acabado en tinta -continúa María Espejo-. Y he trabajado muchísimo en la documentación. No hay interiores del palacio Mocenigo, en el que estuvo, porque no es un edificio oficial, pero sí he recurrido a grabados antiguos de la época, en los que se veía a Byron en sus habitaciones, y capturas de Google Maps. Además de objetos personales de Byron, como candelabros o tinteros que hay en museos, o el vestido de Allegra, que es el que aparece en alguno de sus retratos".

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