Los dilemas del mundo de los libros

sector librero

Cuestiones como la sobreproducción y las nuevas formas de negocio forman parte de una agenda difícilmente aplazable

El último encuentro de CEGAL apuntaba que el 86% de los títulos vende menos de 50 ejemplares en el primer año

Punto de venta en una de las casamatas del Baluarte de Candelaria. / Germán Mesa

El XXV Congreso de Librerías, que se celebró a finales del mes pasado, arrojaba una realidad demoledora: el 86% de los títulos que se publican venden menos de 50 ejemplares al año. El dato, que pega susto, es una forma de llamar la atención sobre un escenario que libreros, editores y autores llevan señalando desde hace años: la voracidad del mercado, que acorta el ciclo de vida de las publicaciones. La velocidad de la rueda estima que la mesa de novedades rote con una velocidad de dos semanas –el manual que debería estar en la mesilla de todos los libreros es, de hecho, ‘Cómo aprender a decir no’–. Una mecánica que se mueve entre el darwinismo feroz y el pegarse un tiro en el pie.

En el encuentro, CEGAL hacía pública la idealidad de un pacto del sector para “bajar el ritmo, potenciar la calidad frente a la cantidad, marcar un objetivo de reducción de devoluciones, estimular con más margen a las librerías que gestionen bien, racionalizar el transporte o mejorar los metadatos”.

El coordinador de la Feria del Libro de Cádiz, inaugurada este viernes, Alejandro Luque, comenta que lleva un tiempo hablando de hacer una “moratoria con la edición, como la de la pesca del boquerón”. “La cantidad de novedades es totalmente desproporcionada y no beneficia ni al sector ni a nadie –indica–. Y si el propio sector no se regula, lo va a regular la realidad. Ya ha sufrido una dura pedrada con la pandemia, está afrontando una crisis con la subida precio del papel y otros factores, y ahora se suma la crisis estructural”.

“No quiero pensar –prosigue – que buenas noticias, como las de la última Feria del Libro de Madrid, sean un espejismo y nos distraigan de un problema real, que está ahí y al que hay que mirar de frente. Como ocurre con tantas, no es una agenda muy aplazable”.

“Es muy difícil montar una opinión porque, además, los datos de ventas son muy oscuros –comenta el escritor Pablo Gutiérrez–. Se elaboran a partir de consultorías que van llamando a las librerías pero las editoriales, en general, son muy reacias a dar datos, básicamente, porque podrías asustarte: sólo se hacen públicos cuando hay un gran pelotazo”. La primera regla del Club de la Lucha es que nadie habla del Club de la Lucha.

Tan escasas son las ventas, y eximio es el porcentaje que se lleva un autor, que “en España sólo habrá una veintena de escritores profesionales, que se mantengan con esto, es decir: que perciban por derechos de autor los beneficios de unos 20.000 ejemplares al año –prosigue–. Si un gran sello, por ejemplo, te planta siete novedades al mes, por decir, es que apenas tienen posibilidad de competir por el espacio, en la mesa y en medios, contra ellos mismos”.

En esta bulimia, “¿qué hacemos con el autor que quiere entrar? Si aplicas el filtro, probablemente lo apliques a los autores noveles o los que menos venden –continúa–. La literatura y el capitalismo se llevan mal. Muchos libros se publican a pérdida en un sistema que, en general, sobreproduce. Yo por ejemplo, como autor, estoy en el bolsillo de las pérdidas. El juego es permitirse publicar libros que llenan el bolsillo mientras se llena también el catálogo”.

“Luego tenemos otra cuestión interesante: las subvenciones para publicaciones que hacen que se saquen muchos libros a pérdida, y te encuentras detrás de muchos títulos fundaciones alemanas, holandeses, o una beca o algo... Que ya vienen pagados, porque el autor ha recibido dinero o la editorial ha recibido una ayuda para la publicación o la traducción. Eso enturbia un poco también la visión del panorama editorial”, explica.

Alejandro Luque: "Con la edición, habría que hacer una moratoria, como con la pesca del boquerón"

En plena pandemia, Errata Naturae hizo público un famoso manifiesto en el que llamaba a la reflexión al respecto de la vorágine editorial y a otra forma de hacer las cosas. Pero, con el mundo de los libros se reproduce todo aquello de que íbamos a salir mejores de la pandemia, trabajar menos, darnos cuenta de lo que realmente importa: “El mensaje de Errata sirvió para abrir el debate, pero ahí se quedó –comenta Luque–. También es verdad que la vuelta a la normalidad iba a favorecer el consumo, y había que aprovechar eso”.

Entre la autoedición y las grandes marcas, ¿qué oxígeno queda para las pequeñas editoriales? “Desde hace ya tiempo, cuando surgió Contexto, quedó de manifiesto que no sólo tienen hueco en el mercado, sino que son fundamentales para evitar que todo lo monopolicen los gigantes –desarrolla Luque–. Muchas de ellas, se han hecho con merecido hueco y prestigio (Páginas de Espuma, Visor...) Por increíble que parezca, sus catálogos se miden con los de las grandes, y no hay duda de que estas están tomando nota de lo que hacen, que quizá no sea una literatura tan comercial o mediática, pero que tiene un público que se les puede escapar. Otra cosa es que muchas pequeñas editoriales trabajan soñando cuándo les llamará un gran grupo. Pero yo diría que tienen un espacio asegurado porque ocupan nichos a veces más interesantes que las grandes”.

De la misma opinión es Pablo Gutiérrez, que señala que algunas “editoriales independientes han adelantado por la derecha a las grandes a través de un trabajo muy cuidado, apostando por calidad y trabajándose las redes”, y pone como ejemplos recientes los casos de Ana Iris Simón y Feria o Andrea Abreu y Panza de burro.

El autor, premio Edebé de Literatura Juvenil en 2021 Edebé de Literatura Juvenil en 2021por El síndrome de Bergerac, señala el escenario distinto que ofrecen las letras para los lectores más jóvenes, donde el consumo “no es tan bulímico ni tan voraz y los títulos tienen mucha más duración, aun trabajando según la ley de la oferta y la demanda... Quizá estas editoriales trabajen de manera menos romántica, porque además también cuentan con un canal asegurado, como es el escolar: no se dispara a la nada. Hay que tener en cuenta, además –continúa– que, en la mayor parte de las ocasiones, en un libro infantil o juvenil, el lector no compra el libro, y a este se le añade un valor que va más allá de la literatura, el educativo. Y es un campo en el que se están haciendo cosas chulísimas: en la última década, yo que tengo niños, no tienes idea de la cantidad de títulos que han pasado por mi casa”.

Pablo Gutiérrez: "En España, sólo habrá una veintena de escritores profesionales, que vivan de esto"

Para el escritor, sin embargo, el gran drama de la literatura es el precio. “No se pueden vender libros a veinte euros –afirma–. Muchas veces, porque sí, porque es lo estipulado, porque tampoco ves que tengan un diseño especialmente trabajado o ningún otro extra. Se ha estipulado que el libro sea un libro objeto, como una caja de bombones o un regalo de cumpleaños. Y yo, que trabajo en un instituto, he de decir que eso lo que hace es alejar a lectores nuevos. No tengo bachilleres que se puedan comprar un libro de veinte euros. El síndrome de Bergerac se vende a nueve euros: la diferencia es enorme y el trabajo es el mismo. Esto a menudo lo opino sólo yo, porque me dicen que rebajar el coste sería tirar el valor del libro y dañaría al autor, lo cual es una falacia porque, en la rueda, la distribución se lleva un 30% la editorial otro y la librería, otro. El 10% restante es para el que escribe”. Cuando compras un libro, le pagas un café a su autor. Y ya. Un ‘buy me a coffee’ en toda regla. Bajando el precio, es fácil aventurar, se venderían más ejemplares.

“En otros países, tienes las ediciones de bolsillos a cinco o seis libras, puedes jugar con esas cosas –abunda–. Aquí, sin embargo, las pequeñas editoriales, que podrían haber contrarrestado por ahí, no lo han hecho.Y tampoco han potenciado una rebaja en el formato digital porque no interesa. Me dirás que luego los chavales se gastan 200 euros en un móvil. Ya, pero es que ese soporte les abre el mundo. Lo es todo. Y si una conexión a Netflix te cuesta nueve euros con un mogollón de narraciones, no puede ser que una sola narración, por muy estupenda que sea, te cueste más del doble”.

“Si lo comparas con un par de copas, tan inasumible no es –apunta, por su parte, Alejandro Luque–. Y claro, luego depende... ¿qué precio le pones a uno de esos libros que te impactan, que te forman, que te cambian la vida o forman parte de ti? Eso no tiene precio, desde luego. Lo que es fundamental es garantizar que haya muchos títulos en ediciones económicas –coincide–, que el precio no sea una excusa para no comprar un libro. Los franceses descubrieron esa fórmula: hay que estudiar cómo se ha llegado ahí, qué facilidades se han dado, garantizar que el acceso al libro sea fácil y barato. Y eso ha de ser con apoyo, porque el coste del libro se va a encarecer así que, para que el impacto sea el menor posible, hay que asegurar que haya libros económicos”.

Entre las conclusiones del encuentro de CEGAL estaba el reconocimiento de que el canal de venta debía ser mixto (físico y online), y que esta estrategia híbrida debía contar con tres vectores muy sólidos: espacio físico de librería, libreros con oficio y motivados, y tecnología dedicada principalmente a facilitar y amplificar el trabajo de los dos anteriores.

Alejandro Luque se declara usuario habitual de la plataforma todostuslibros.com:la iniciativa surgida para hacer frente (principalmente) a Amazon, potenciado el uso de las librerías cercanas. “Es que el océano es tan grande que, como decía CEGAL, es muy difícil que las pequeñas librerías puedan mantener una web propia que supone, además, otro gasto añadido –explica–. Está claro que quien dé la espalda a lo digital estará fuera de juego, pero también quien no tenga toma a tierra. Todo esto exige ponerse mucho las pilas: no te vale sólo ser encantador”.

Aunque “gran defensor de la biodiversidad”, y de que existan los puntos de ventas de libro en la forma que quieran –una librería es sólo aquel negocio cuyos ingresos por la venta de libros llegan al menos al 50%–, Luque se declara también “defensor del viejo editor estilo Herralde, y de los libreros a la antigua usanza: aquel que es capaz de tener novedades en el escaparate y conserva un buen fondo. Y no como una forma de nostalgia, sino como una forma de no perder referentes que han funcionado mucho tiempo y pueden seguir abriendo camino”.

Para el coordinador de esta edición de la Feria del Libro gaditana, en Cádiz los libreros “resisten estoicamente”: “El objetivo debería ser que esa población lectora creciera, y eso pasa por un fomento de la lectura entre los jóvenes”.

“No creo que haya un solo librero que monte un negocio desde una perspectiva empresarial –reflexiona Pablo Gutiérrez–. Son negocios muy complicados que ahora están reinventándose, buscando una personalidad, una especialización, haciendo encuentros o naciendo como negocios híbridos para poder sobrevivir”.

“A mí, como profesor y amante de la literatura, me interesa mucho el asunto de las bibliotecas, que también invierten en el sector –desarrolla–. Una población como Sanlúcar, que tendrá unos 70.000 habitantes, tiene una Biblioteca Municipal que no abre por las tardes porque no tiene personal. Y es una biblioteca muy viva, siempre con gente, y no siempre opositores. Las bibliotecas lo que necesitan es que las cuiden y que se piensen como un recurso posible y de cercanía”.

Una Feria del Libro "desacomplejada"

La 37 edición de la Feria del Libro de Cádiz, La 37 edición de la Feria del Libro de Cádiz,que se desarrolla durante estos días en el Baluarte de la Candelaria, se ha planteado como una “apuesta literaria más allá del entretenimiento, subrayando su papel como tabla de salvación, un papel que nos ha recordado a muchos en los durísimos tiempos que hemos vivido”, comenta el responsable de esta convocatoria, Alejandro Luque. “Otro de los propósitos es abrir el abanico a un público de muchas edades, apostar por los jóvenes y darle un aire de cosmopolitismo al encuentro, con representantes de una decena de países que permitan pensar en una feria desacomplejada y nada provinciana –desarrolla–. Ya que no puede crecer físicamente, que crezca en ambición”.

Así, Manuel Vilas fue el encargado de abrir la feria el pasado viernes, mientras que por los espacios del baluarte irán pasando autores como Pedro Ramos, Rosa Montero, Blue Jeans, Maxim Huerta, Felipe Benítez Reyes, Antonio Rivero Taravillo o Nerea Riesco.

La 37 Feria del Libro acogerá también una jornada dedicada a México y la FIL de Guadalajara, el próximo jueves 14: una cita que comenzará con dos rutas, a las 10.00 y a las 11.00, desde Entre catedrales y desde el Baluarte de Candelaria, y que incluye también Radioteatro (11.00), un acercamiento a la figura de Chavela (21.00), y una charla sobre narradores mexicanos de hoy, además de taller de catrinas y noche de mariachis.

Entre las citas destacadas, podemos señalar encuentros sobre Literatura y Periodismo, con Oscar Lobato, Nuria Sánchez-Gey y Guillermo Busutil;la mesa redonda con Novelistas del Sur, con Isaac Rosa, Sara Mesa y Jesús Carrasco, o Volver a Nebrija, con Lola Pons, Eva Díaz Pérez y Fernando Ruso.

La creación literaria también estará presente con la clase magistral Escribir es de locos, de Félix Palma, y el consultorio de Daniel Heredia Asesoría Literaria o de Eduardo de la Cruz, de Asesoría Literaria Tres Pies al Gato.

Además, el encuentro ha organizado distintas rutas a lo largo de la ciudad, cuentacuentos y servicio de ludoteca y actuaciones musicales todas las noches a partir de las 22.30 horas.

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