"Lo que distingue a un verdadero escritor es su manera de ver el mundo"

Con 'Imaginario', el escritor madrileño se hizo a finales del año pasado con el Premio Loewe a la Creación Joven. "La escritura es la única forma de perdurabilidad que conozco", afirma el autor

Javier Vela, al recoger el premio Loewe a la Creación Joven.
Javier Vela, al recoger el premio Loewe a la Creación Joven.
Pilar Vera/ Cádiz

11 de enero 2009 - 05:00

"Perseveramos en lo imaginario/ hasta quedar exhaustos", dice uno de los últimos versos de Javier Vela (Madrid, 1981). La obra que le ha valido al autor el Loewe a la Creación Joven nació con la intención de convertirse en "catálogo de instantes". A publicar por Visor en 2009, Imaginario será el quinto poemario del escritor. Su próximo trabajo: una novela surcada por el conflicto de Oriente Medio.

-Una de las cosas que se comprueban en Imaginario es que la poesía es un instrumento de reflexión muy apropiado, más allá de la impresión o el rapto emocional.

-Desde luego. La tradición de la poesía especulativa en Occidente es paralela a las teorías de la filosofía y la ciencia, y hay ya autores latinos, como Lucrecio, donde ambas disciplinas se solapan. El pensamiento poético, transmutado en lenguaje, agudiza nuestra percepción sensible y rebasa, ampliándola, nuestra capacidad de entendimiento. Es por eso que el fenómeno creativo, en sentido amplio, constituye siempre un acto de rebeldía contra la lógica estricta de los automatismos cotidianos y contra la alienación estética del individuo.

-¿De qué cosas se ha enterado al escribir Imaginario?

-Imaginario pretende, sencillamente, constatar diversas opiniones de utilidad estética para mi propia vida. Los temas son muchos y variados: el juego, la muerte, el amor, la verdad, el sexo, la ficción, el horror... Pero este libro es también un registro, algo así como un álbum de instantes en el que me será grato volver a mirarme con el tiempo. La escritura es la única forma de perdurabilidad que conozco. Si pudiera fotografiar la realidad cada vez que pestañeo, no sentiría la necesidad de escribirla.

-El recurrir a mitos y símbolos es una inercia común, en la sociedad y el ser humano, para ir avanzando. ¿Tenemos olvidados nuestros referentes, los pasamos por alto?

-No lo creo. Nuestros referentes son culturales, y por tanto dependen de nuestra educación sentimental tanto como de nuestra formación intelectual, lo que hace prácticamente imposible que los pasemos por alto, a no ser de manera voluntaria. La literatura y el arte, en todo caso, no son sino medios de ilustrar e interpretar míticamente la realidad en que vivimos, y a la que hemos sido bruscamente arrojados.

-La definición castrense de imaginario tampoco le va mal al libro: "Vigilancia que se hace por turno durante la noche en cada dormitorio colectivo".

-No, nada mal, aunque la verdadera pulsión literaria se acerca más a una mirada distraída que a un constante estado de alerta. Prefiero, entonces, su segunda acepción, por fortuna mucho menos castrense: "pintor de imágenes".

-¿Qué connotaciones cree que comparte el hombre moderno?

-Me resulta difícil hablar de creencias comunes. Puede que no compartamos otra cosa que el progresivo y gozoso abandono de una noción cerrada de absoluto, de herencia judeo-cristiana, por otra mucho más flexible y utilitaria, aquella que mejor conviene a cada individuo para justificarse a sí mismo: en mi caso, el panteísmo. La conciencia es al cabo nuestro único reino. La abscisa y la ordenada en que decimos: "yo".

-¿Cree que el hombre actual necesita de una nueva mitología, una nueva interpretación del mundo?

-No la necesita porque ya la tiene. En Occidente (pero también en otras tradiciones), la mitología grecolatina es revisitada de continuo por el arte, la literatura y el cine, viendo así prorrogada su vigencia. En sus inicios, el propio Cristianismo se encargó de reinterpretar los mitos clásicos para legitimar su causa, haciendo acopio de fuentes diversas y contradictorias. El Renacimiento los rescató del oscurantismo en que los había sumido la Edad Media y la Modernidad, de cuyo ciclo histórico aún no hemos salido.

-Quizá la clave para entender por dónde respira el poemario esté en esa creencia tan actual de que en la realidad más objetiva hay mucho de mensaje personal, de metalenguajes privados.

-En efecto, nuestra idea de lo real está trufada de valoraciones personales. La cita de Joyce que abre el libro no hace sino incidir en este punto. Yo iba necesitando, desde hacía algunos años, una explicación cada vez más concreta, terrena y materialista para dar respuesta a una existencia cada día más abstracta, resbaladiza y absurda.

-Cinco años después de su primer poemario, ¿qué ve que ha ido dejando atrás como autor?

-Hay en estos poemas, además de un progresivo desnudamiento retórico, un paso pretendido desde la abstracción connotativa a la figuración simbólica. Importa, a este respecto, no confundir realismo y figuración. Aborrezco el realismo porque implica una forma de sumisión hacia los modelos de pensamiento preestablecidos. Sin embargo, mis ideas son ahora más cercanas, con el objeto de encontrar, en el mundo real, la imagen irreal que mis ojos contemplan constantemente.

-Le ha sido concedida una ayuda FronteraSur a la creación. El proyecto becado es una novela ¿Cómo es la historia que le ha pedido un cambio de género? ¿Se reconoce en ella al Javier Vela poeta?

-Entiendo la literatura como una vasta disciplina intergenérica, de la que el texto narrativo es sin duda el recipiente más flexible. "Hay otros mundos, pero están en éste", diríamos... Apuntaré tan sólo que la historia transcurre casi íntegramente en Jerusalén, y que la trama principal concilia elementos de la novela negra y la intriga política en un intento de ofrecer una versión ficticia del conflicto armado israelí-palestino. Si mi voz se reconoce o no en esta novela, no es algo que deba juzgar yo, aunque lo que distingue a un verdadero escritor es su particular manera de mirar el mundo, y el modo en que, más tarde, lo refleja en su obra.

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