"Estoy escribiendo ahora la poesía que he querido escribir siempre"
José Manuel Benítez Ariza | Escritor
El autor gaditano publica con la editorial Pre-Textos el libro 'Arabescos', con el que regresa a la poesía
La obra se presenta el jueves en la Fundación Ory
Cádiz/José Manuel Benítez Ariza vuelve a la poesía. El poeta gaditano no la dejó nunca porque el verso no abandona al autor -si acaso, ambos se buscan-, y si hace unos meses cerró su Trilogía de la Transición, ahora publica con Pre-Textos la obra Arabescos, una observación poética de lo cotidiano que el próximo jueves presentará en la Fundación Ory.
-No será, evidentemente, casual: ¿por qué escoge la penúltima poesía del libro, Arabesco, para dar título al poemario?
-Más bien es al revés: se escribió ese poema para remachar la idea central en la que se basa la totalidad del libro: la de que percibimos las cosas, como creían los románticos, como una trama intrincada y confusa, cuyo sentido cuesta deslindar; pero que, a veces, la observación atenta, el ahondamiento en lo que vemos y el ejercicio de la Imaginación, con mayúsculas, en beneficio de una mayor claridad de visión terminan revelándonos que esa trama aparentemente confusa obedece a un patrón de sentido, incluso a una oculta armonía. Justo lo que ocurre cuando observamos una decoración en arabesco: acabamos encontrando un patrón de repetición, un plan, una intención, un sentido. Y ese descubrimiento nos conforta y agrada.
-A primera vista, es un libro que surge en parte de la observación de lo cotidiano, y todo muy campestre: árboles, espárragos, higos, tomates, encinas. La inspiración parece que no le viene del cielo, más bien de la tierra.
-Sí, porque, como explicaba antes, lo que estos poemas tratan de poner en valor es la mirada imaginativa sobre lo real. Se parte siempre de lo cotidiano, incluso de lo que pasa desapercibido, hasta que encontramos el momento de mirar mejor y percibir lo que esas realidades humildes nos dicen sobre la trama de significado a la que pertenecen. Ocurre, por supuesto, con los objetos naturales, porque su conexión con esa trama superior es más obvia; pero también hay poemas en el libro que aplican ese modo de mirar a la vida urbana o al entorno hogareño: Concierto de verano, por ejemplo, o Biblioteca, o el que se llama significativamente Orden doméstico.
-¿Y es un libro de tributos: Irlanda, Poe, un poema traducido al inglés....?
-El Romanticismo está muy presente en este libro, filosófica y literariamente. Poe es un escritor al que he dedicado años de lectura y estudio y sobre el que a mis cincuenta y un años presenté una tesis doctoral dictada por el amor a la investigación literaria y no por necesidades académicas o de currículum. Su relectura me proporcionó modos de ver y de pensar que han influido directamente en la concepción de estos poemas. Lo de Irlanda es una casualidad: una realidad nueva para mí, pero a la que he aplicado la misma mirada que a esas otras realidades de la naturaleza y el entorno cotidiano de las que hablábamos antes. Y el poema en inglés surgió porque me pareció que el asunto del que trataba (una fiesta fin de curso en la que se mezclan jóvenes y mayores) y que ya había desarrollado en una primera versión en español era muy propio de cierto tipo de poesía inglesa y norteamericana que leo con frecuencia y que me gusta mucho. Y me atreví a desarrollarlo en el idioma que me pareció que le convenía.
-El apartado de prosa poética, entre los dos corpus en verso, ¿es un intermedio, una pausa, una respiración?
-En realidad, es prosa rítmica y podría haberse dispuesto como verso. Pero me pareció que la secuencia se leía mejor como prosa. Esos textos nacieron en conjunción con una serie de pinturas del pintor ubriqueño José Antonio Martel: la idea era que él se inspiraría en textos míos para pintar una serie de cuadros y yo me inspiraría en otros cuadros suyos pintados ex profeso para escribir otros tantos textos. Y salió, por la parte literaria, una 'suite' de poemas en prosa que encajaba bastante bien en la concepción del libro.
-Una curiosidad: ¿los poemas acuden en el mismo orden en que después aparecen en el libro? ¿Cómo se cosen?
-No. Una de las etapas más complicadas y exigentes de la composición de un libro de poemas es su ordenación final. Los poemas son como las escenas de una película, que se filman en el orden que conviene a las circunstancias, pero que luego hay que montar para que tengan sentido. De todos modos, siempre he primado la independencia del poema individual, que tiene sentido por sí mismo, antes que su condición de pieza de un conjunto predeterminado.
-Hay reseñas de este libro que le sitúan en un punto de madurez poética: ¿se reconoce en él?
-Sería falsa modestia decir que no. Creo que estoy escribiendo ahora la poesía que he querido escribir siempre, la que me proporciona un asidero filosófico que presta sentido a mi modo de estar en el mundo. Ojalá a otros les pueda servir también.
-Le acompaña su hija Carmen con sus ilustraciones: ¿se han sentido raros en esta colaboración?
-Habría que preguntarle a ella también. Pero creo que no, porque Carmen ha estado muy cerca de mí a lo largo de toda la aventura intelectual que me ha conducido a este libro: desde mi relectura de los románticos mientras estudiaba a Poe a mi predisposición a aprender de la pintura, que ella cultiva tan bien, antes que de la mera frecuentación de la palabra escrita. Y me consta que comparte muchas de las ideas de las que hemos hablado.
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