Blanca Paloma: el flamenco que Eurovisión debió conocer (y va a conocer)
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El tema 'Eaea' de Blanca Paloma es una apuesta firme, que conjuga modernidad y raíz, para triunfar ante Europa y el mundo
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Cádiz/El año que nací yo qué mala estrella reinaría en Eurovisión cuando modernidad y tradición se encontraron en la garganta de Remedios Amaya. Hace casi cuatro décadas ya del sonado 0 points que le encasquetó el jurado a la propuesta de La Camarona, la inefable ¿Quién maneja mi barca?, y desde aquel escarnio trufado de incomprensión poco hemos cambiado, hoy con mayor inquina si cabe a través de la toxicidad de las redes antisociales. Demasiado rompedor entonces, quizá, para una audiencia acostumbrada a temas más amables al oído y encorsetados a la vista en aquellos tiempos de timidez televisiva.
Ese "fracaso" competitivo ha vuelto a la actualidad como máximo ejemplo del país de contrastes y acomplejado que es España. Unos lo defienden como lo más moderno que hemos llevado a Eurovisión, otros directamente vaticinan la misma suerte de Amaya a nuestra representante este año en Reino Unido, la cantante y escenógrafa ilicitana Blanca Paloma, que defenderá con garra el 13 de mayo la nana por bulerías -que no villancico, señor Máximo Pradera- Eaea. Qué atrevida es la estulticia y qué dañino ese pecado capital de los españoles que no es la envidia sino, como sabiamente afirmaba Fernando Fernán-Gómez, el desprecio a la excelencia. Es decir, marca España. ¿Tan difícil es ir todos a una por una vez?
Al igual que ocurriera en 2022 con la cuestionada victoria de Chanel, la diana de todas las críticas se coloca de nuevo sobre la propuesta española, a la que se le saca punta desde cualquier arista posible y pensable. Con poética sorna al aluvión de mala baba que ya podía aventurarse minutos después de su triunfo, Blanca Paloma entonó junto a su equipo de mujeres empoderadas precisamente ¿Quién maneja mi barca? en la rueda de prensa tras la gran final del Benidorm Fest. Una flecha directa, como ducha arquera que es, a los corazones envenenados de ira y una defensa potente del flamenco, de la música de raíz que, en contra de lo que pudiera parecer, tampoco ha estado tan presente en Eurovisión como se asegura desde la crítica despiadada si no directamente cateta. Es decir, marca España.
Y es que en las sesenta participaciones patrias en el certamen musical por excelencia de Europa hasta la fecha, no puede decirse que nuestro país se haya puesto demasiado flamenco. Además de Remedios Amaya, se atrevieron con distintas aproximaciones más o menos fidedignas a este arte, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y con desigual suerte Peret (Canta y sé feliz, 1974), Azúcar Moreno (Bandido, 1990) y Antonio Carbonell (¡Ay, qué deseo!, 1996), amén de la voz pellizcada de la sevillana Conchita Bautista hasta en dos representaciones para España. Ninguna de aquellas propuestas estuvo tan bien planteada, cuidada y preparada para ganar como Eaea, de Blanca Paloma, y sin duda ninguna fue tan flamenca en forma y fondo. Así y todo, el desprecio visceral a cualquier proyecto que huela a profesionalidad y trabajo bien hecho -es decir, marca España- casi desvirtúa la reciente victoria musical y moral de la joven cantante.
Celebrar la riqueza artística de un país tendría que ser asunto de sentir común, gustos aparte. Frente a la bilis virtual del cuñadismo que hemos vivido los días posteriores al Benidorm Fest -y lo que queda de aquí a mayo, desgraciadamente-, lo que venció hace una semana en la segunda edición del certamen fue el talento y las ganas de avanzar en esa apuesta de la televisión pública por recuperar el papel que España no debió perder jamás en el festival europeo, con un gran espectáculo de tradición y vanguardia listo para enamorar al continente y al mundo entero y envolverlos en flecos de mantón sonoro.
¿Y por qué ahora? Porque está en auge, es muy nuestro y representa nuestra inmensa cultura. Porque definitivamente es el momento de hacerlo y no hay tiempo que perder. También por los nombres que en los últimos tiempos se han atrevido a dar un paso adelante en ese campo tan inabarcable llamado arte flamenco: Niño de Elche, María José Llergo, Rocío Márquez, La Tremendita o Rosalía, esta última inspiración directa para Eaea (Blanca Paloma llegó a hacer coros a la catalana en su aclamado álbum El mal querer) y para otro tema del Benidorm Fest, Mi familia de Fusa Nocta.
Pero además por Camarón, Morente, Las Grecas, Triana, La Terremoto o Lole y Manuel, entre muchos. Valientes que no siguieron las normas, sino que las retorcieron para seguir abriendo caminos interesantísimos que escarban en la raíz sin dejar de ser rabiosamente modernos. Es decir, marca España (de la auténtica esta vez).
Cómo hubiera cambiado la historia si alguno de ellos hubiera pisado el escenario de Eurovisión. Pero eso no importa ya, el futuro aguarda. Todos estos nombres saludan desde su legado a Blanca Paloma. ¡A volar alto en Liverpool!
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