Cuanto más impuros, más bellos
Ovación para 'La raíz eléctrica' de Raúl Rodríguez en el Gran Teatro Falla con la que celebra el Día del Flamenco junto a Martirio y Ruibal
Cádiz/En mi intento de trasladarles lo más fielmente posible el espíritu que la noche del jueves correteaba por el Gran Teatro Falla, no he encontrado recurso mejor que el robo descarado. “Cuanto más impuros, más bellos”, coronaba en escena el flamante Premio Nacional de Músicas Modernas de este año, nuestro Javier Ruibal, su impresión sobre eso que tan bien hace el protagonista de la noche, Raúl Rodríguez, que no es otra cosa que recordarnos con su música todos los viajes de ida y vuelta que han dado nuestros ancestros para que hoy nosotros seamos lo que somos. El fabuloso potaje cultural, sentimental y emocional que es Andalucía y que durante el Día del Flamenco saboreamos en cuchara grande con La raíz eléctrica del músico y antropólogo.
Da calambre esta raíz y germina y te enreda entre cuerdas, cómo no, las del propio Rodríguez, bien a solas con el tres eléctrico que es el centro de gravedad de toda esta nueva propuesta, bien en duelo de eléctricas o españolas con el soberbio Mario Mas. Las cuerdas. Las cuerdas lo llenan todo cuando estos equilibristas montan el número con sus malabares, porque nada malo puede ocurrir cuando uno se siente respaldado por la red de seguridad que ofrecen el conocimiento y el compás. Y de ambos va sobrado el sevillano.
De esta manera, no es que el carismático intérprete (que no teme contonearse y expresarse con cada fibra de su cuerpo mientras toca) derribe fronteras musicales entre el flamenco y otras músicas del alma, simplemente, las hace líquidas, señala el camino de las aguas navegables para embarcarnos en un viaje de sonidos negros donde el paisaje sonoro que acompaña al vudú haitiano puede rimar hasta con una bulería o donde oriente y occidente llegan a confundirse entre las cuerdas de española y laúd que tiran pellizco, ¡lo juro!
Desde los mismos arranques con la Lengua corta (aunque Raúl es más de lengua larga, como demostró en sus monólogos más o menos serios con el público del Falla), el recital de dos horas de duración supuso un auténtico festín musical donde, además de Rodríguez y Mas, no se quedaron atrás el bailaor Marcos Vargas en cada una de sus medidas actuaciones, el bajista Isaac Coll, la batería de Pablo Martin Jones y las palmas y coro de Paco Pavía y Jordi Fornells, “uno de Morón de la Frontera y otro de Girona haciendo compás juntos”, daba el toquetazo el alma mater del espectáculo. Como les decía, más de lengua larga...
Con El viajero se ahonda en el viaje transoceánico, en la copla sin pasaporte o plurinacional, del Caribe negro a la Andalucía de la pena negra, ¡qué se yo! Tanta audacia compositiva, tal arrojo interpretativo nos deja turulatos, con nuestro pecho subiendo y bajando acompasado al latido de Rodríguez en la tonada Canción del corazón, o vuelto loco, a mil revoluciones, con Let the rhythm lead.
Y para gloria de la fiesta, “la persona que más quiero y que más me quiere, libre por fuera y por dentro”. Martirio, madre de Raúl Rodríguez, una de las más grandes intérpretes de nuestro país, tan contemporánea hace veinte años como ahora mismito, pone voz a esa Zambra de la ausencia, donde los versos de Bécquer son mecidos por sonidos que hace una vida se trajo Raúl de Argelia durante una gira con Veneno. Martirio que suena a Martirio por Huelva y por malagueñas venezolanas empastadas en esa creación con la que deleita a los presentes justo antes de que el dúo se convirtiera en trío cuando Javier Ruibal hizo su entrada a escena y se firmó el momento más emocionante de la noche al materializarse Una roca en el mar que hace muchos, pero que muchos años, que no escuchábamos en concierto. Fue tan hermoso como antaño...
Martirio se va y Javier le regala a Raúl Para llevarte a vivir. Javier se va y vuelve el grupo, la jarana y Raúl al micrófono, quedando más patente tras el despliegue vocal de Ruibal y Martirio que no hay mucha potencia en las otras cuerdas que maneja, las que hacen arpa en la garganta, pero que, sin embargo, se descubre avispado utilizando bien sus recursos.
Yo voy vendiendo candela para el falso cierre del concierto que echa el cerrojo definitivo con Rodríguez homenajeando al Verdadero Descubrimiento de América de Los Guatifó –ya sabemos los gaditanos de la pasión del músico por el carnaval callejero– y con la enérgica Blueslería de su Razón de son con la que se ratifica, sin reticencia posible, que cuanto más impuros, más bellos.
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