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'Fin de fiesta', el olvidado arte de mirar a los otros

Cine

Elena Manrique estrena su primer largo como directora, una comedia en la que explora asuntos como la desigualdad entre clases sociales y la inmigración

Beatriz Arjona: instrucciones para experimentar otras vidas

Elena Manrique, con el Premio Pilar Miró en la pasada Seminci. / Claudia Alba / EP
Braulio Ortiz

31 de enero 2025 - 06:30

La quietud que se respira en la casa señorial en la que vive Carmina (Sonia Barba), sólo alterada por el trajín o por alguna coplilla que canta la mujer que se ocupa de la limpieza, Lupe (Beatriz Arjona), se ve alterada por la irrupción de una figura ajena a esa rutina (Edit Martínez-Val) que huye de la Guardia Civil tras haber llegado a la costa en una patera. Fin de fiesta, el primer largometraje como directora de la productora Elena Manrique, una producción andaluza de La Claqueta PC y Perdición Films, denuncia en clave de comedia ese insolidario miedo al otro que parece ganar peso en el debate público. Tras su estreno en el Festival de Toronto, y reconocimientos como el Premio Pilar Miró a la nueva dirección en la Seminci y el galardón a la mejor actriz (Sonia Barba) en el Fical de Almería, la cinta llega hoy a los cines.

Manrique se rebela en esta historia contra “esta narrativa que se ha apoderado de las clases humildes y que dice que el otro es tu enemigo”. La cineasta cree que “en este país siempre hemos sido solidarios. Sí, tuvimos una guerra fraticida, en la que matamos al vecino y el vecino mató a nuestros hijos, pero en otras partes del mundo tú llamas a una puerta a pedir sal y casi que te ponen una denuncia por haber pulsado al timbre, y aquí estamos encantados de ayudar”, comenta la directora, para quien la transformación del personaje de Beatriz Arjona, “los ojos más bonitos del cine español, después de Ana Torrent”, invita a la esperanza.

“Me apetecía hablar de la solidaridad entre las clases humildes porque Lupe empieza diciendo a esa persona que ha llegado: Es que tú vienes a quitarme el trabajo. Pero cuando se conocen la empieza a ver como es, ya no como el emigrante, y surge entre ellos una amistad bonita, una amistad sincera”, apunta Manrique, que descubrió a Edit Martínez-Val en un proyecto anterior como productora, El salto, de Benito Zambrano. “No podía dejar de mirar a Edit en el set de esa película, porque pensaba que era idónea para este papel pero temía que me viera como una mujer loca que la acosaba”, recuerda entre risas.

En este retrato de la brecha abierta entre clases sociales, Manrique evitó “una valoración moral” sobre la señora de la casa, una mujer caprichosa y ensimismada que toma a ese inmigrante como una distracción para sus días. “No sé si Carmina es buena o mala, pero no es ni tan mala como parece ni tan buena como ella cree. Es producto de su clase, de su tiempo, y su problema es que tiene una percepción distorsionada de sí misma y no ve a los demás. Yo creo que si la sentáramos y le dijéramos cuatro cosas puede que se abriese en ella un espacio de reflexión. Todos tenemos un amigo que se mira el ombligo, un amigo al que hay días en que lo matarías y que en otras ocasiones te divierte”.

Sonia Barba, y tras ella, a la derecha, Beatriz Arjona, en ‘Fin de fiesta’. / Julio Vergne

La directora ha manifestado en alguna ocasión la influencia de Berlanga y la apuesta por un humor propio del sur de Europa. “Los mediterráneos tenemos la capacidad de encontrar la humanidad en el absurdo. Tenemos una capacidad para observarnos y reírnos que me parece muy sana. En el neorrealismo italiano, puedes estar viviendo la situación mas terrible que aparecerán escenas cómicas, también momentos de ternura. Es como si abriéramos una puerta... Esta historia contada por Bergman tiraría por otros derroteros bien distintos. Cuando estuvimos en Toronto la gente entendió el humor, comprendió lo que queríamos contar, y me sentí muy aliviada”, señala esta productora que ya había firmado con Chus Gutiérrez el guión de Ciudad Delirio y que como directora “había hecho muchos cortos y una película de 50 minutos dentro del proyecto #LittleSecretFilm, que es como el Dogma español”.

La experiencia en producciones como Celda 211, El orfanato o El laberinto del fauno ha servido a Manrique para “saber manejar bien el barco. Tienes que controlar muchas energías, el actor que te dice no sé qué, el de los decorados que se ha llevado tres días preparando algo y se enfada porque le desmontamos el plan de rodaje cuando llueve... A mí no me interesa hacer las cosas desde la autoridad, concibo este trabajo como una experiencia colectiva. He tenido un director de fotografía maravilloso, Joachim Philippe, y nos pasamos mañanas en el Museo de Bellas Artes. Hay muchas referencias al Barroco andaluz en esta película, aunque Joachim, que ha trabajado con gente del nivel de Robbie Ryan en La favorita, lo tuvo difícil cuando llegó y se encontró con la luz fabulosa del sur. Aquí no eran posibles los claroscuros”.

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