Flamenco y sicalipsis

Música oral del sur | Crítica

El último número de ‘Música oral del sur’, que edita el Centro de Documentación Musical de Andalucía, incluye varios trabajos dedicados al Concurso de 1922

Caricatura de Antonio López Sancho del segundo día del Concurso de Cante Jondo.
Caricatura de Antonio López Sancho del segundo día del Concurso de Cante Jondo. / Antonio López Sancho

La ficha

'Música oral del sur'. Dir: Reynaldo Fernández Manzano. Granada, Centro de Documentación Musical, 474 pp.

Durante su estancia en Granada con motivo del Concurso de Cante Jondo, en 1922, Antonio Chacón pidió al servicio de habitaciones del Hotel Suizo de la Puerta Real 19 botellas de vino, una de ellas de rioja. Eso en 9 días que duró su estancia en la capital granadina. También se dio su paseíto en coche de caballos por los alrededores de la Alhambra, que también incluyó como gastos de su estancia granadina, que sufragó el Centro Artístico de Granada.

De estos y otros pormenores sumamente prosaicos nos enteramos por el artículo “El concurso y fiesta de Cante Jondo de Granada (1922): papel de los intérpretes profesionales, bases premios, facturas y pagos” que firma Marco Antonio de la Ossa-Martínez en el último número de la revista Música oral del sur. Pormenores que dan fe de lo que era el flamenco en 1922 y de lo alejada que estaba la comisión encargada de organizar el Concurso de Cante Jondo, encabezada por Manuel de Falla, de la realidad del flamenco de su tiempo.

Chacón y Montoya cobraron 1000 pesetas cada uno, en concepto de caché artístico, lo que era una cantidad astronómica para la fecha, si la comparamos con las 500 pesetas que recibieron Manuel Torre o La Macarrona por intervenir en el Concurso y Fiesta del Cante Jondo, fuera de concurso. O las 75 que recibió por su recital en el hotel Alhambra Palace la soprano inglesa Úrsula Greville. Que, obviamente, no cantó flamenco.

Nos enteramos, por esta investigación que los artistas no profesionales, en su conjunto, recibieron 5250 pesetas en concepto de premios, mientras que los profesionales obtuvieron 7373 pesetas por sus actuaciones. Fueron sin duda las protestas de los profesionales ante la prohibición expresa en las bases de que optaran a los premios en liza, lo que provocó que se contrataran a muchos de estos intérpretes para conciertos de exhibición que terminaron absorbiendo la mayor parte del presupuesto dedicado a la celebración.

El último número de Música oral del sur está dedicado casi íntegramente a trabajos de investigación relacionados con el flamenco, e incluye tres de ellos que tratan sobre el Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922 que, como señala Ossa-Martínez en su trabajo, fue denominado oficialmente Concurso y fiesta de Cante Jondo. Música oral del sur es una publicación con periodicidad anual que edita el Centro de Documentación Musical de Andalucía, con sede en Granada.

Manuel de Falla, el principal ideólogo del concurso, es el responsable de una visión de lo jondo que aún sigue vigente en nuestro tiempo. Falla, que había conocido el género de las variedades en el París de su juventud, quería alejar al flamenco de todo aquello. Por entonces, primeras décadas del siglo XX, el flamenco se presentaba en los mismos escenarios que las variedades y casi todas las artistas del flamenco eran también cupletistas, muchas de ellas sicalípticas. De ello quiso alejarlo Falla, cuando propone, en el concurso, a través de sus bases, un flamenco primitivo y andaluz, que no existe, que nunca ha existido. En ese momento el flamenco es moderno y mestizo. Se mezcla con el couplet francés y hasta con la danza apache. De ahí la protesta de los profesionales de lo jondo. La experiencia debió de ser traumática para Falla ya que después de 1922 se alejó de la inspiración andaluza y flamenca de su obra anterior para decantarse por la inspiración castellana del Concerto o del Retablo. Sin embargo su visión, poco horizontal, permanece vigente, como digo. Poco horizontal como la de la mayor parte de los intelectuales y pseudointelectuales patrios, presentes y pasados, que se han acercado al flamenco. Hoy hablaríamos de los “científicos sociales”. ¡Qué risa! Que proyectan sus prejuicios racistas sobre un arte que está vivo, y por eso se les escapa siempre. Como lo proyectaron, con todas sus buenas intenciones, Antonio Machado Álvarez, Lorca o el propio Falla. Como le habló Antonio Machado. Y Manuel Machado.

El Concurso fue un fracaso. Un concurso que deja desiertos siete premios es un fracaso. Evidencia que las bases no estaban bien formuladas. Pero impuso una mirada sobre lo jondo que llevaría a la Ópera Flamenca primero y al neoclasicismo jondo y su invención de un “flamenco clásico” después. Incluso influyó en el llamado baile “clásico español”. Ópera, clásico … científico, son términos con los que todavía se ven obligados a travestirse los bailes y cantos españoles para resultar respetables en su propia tierra. Nos lo tenemos que hacer mirar, qué duda cabe. Nuestro racismo, digo.

Hace poco publiqué en estas páginas un estudio sobre la bailaora Pepita Sevilla y más de uno se indignó diciendo que en absoluto era una artista de flamenco. Pues sí lo era: era una de las reinas del garrotín y también “una de las figuras más claras y desgarradas del baile jondo” en horizontal opinión de Carmen de Burgos.

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