“Me gustaría que mis aforismos se leyeran como poesía”

José Manuel Benítez Ariza | Escritor

Dos libros nacen de su diario personal: los aforismos de ‘En el corazón del bosque' (Cypress) y la historia de su gata en ‘Todo sobre K.’ (Newcastle)

El escritor gaditano José Manuel Benítez Ariza. / Lourdes De Vicente

Un diario personal al servicio de la literatura. De sus notas, de sus pensamientos, de sus vivencias más cotidianas, José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) extrae el material de sus dos nuevos libros. Se trata de En el corazón del bosque (Cypress-Apeadero de aforismos), un conjunto de minuciosos textos de marcado corte poético, y Todo sobre K., una deliciosa historia acerca de la gata de la familia. Ambos se presentan este lunes, día 12, en la Fundación Bonald de Jerez, a partir de las 19.00 horas.

–¿Cuál es el origen común de estos dos nuevos libros?

–Desde el año 2005 llevo un diario. Al principio, creía que este diario podría ir publicándose, con la debida distancia en el tiempo, de manera cronológica. Pero vi que el proyecto no era viable, porque hubiera hecho falta un respaldo editorial importante, ni era deseable, porque tampoco tenía mucho sentido reiterar año tras año la historia de mis pasos; mi vida no es rica en anécdotas (ríe). Tras sacar algunas entregas cronológicas, reconsideré el modo de dar a la imprenta el diario, y vi que lo mejor era considerar el diario como una especie de cuaderno de trabajo del que, eventualmente, podrían ir saliendo libros que se irían haciendo ellos solos. Hay algunos temas, algunos personajes, que se ponen en valor, y pensé que sería interesante ir sacando libros monográficos de esos asuntos y personajes que se iban reiterando en el diario y creando sus propias tramas independientes. De ahí sale Todo sobre K., que es un extracto de las entradas del diario en el que aparece una gata, que al ponerlo todo junto se crea una especie de novelita de la relación del diarista con esa gata, un diario reflexivo en torno a la relación con ese ser que funciona de otra manera que el humano pero que fascina al ser humano.

Y lo mismo pasa con lo que algunos llaman aforismos, que no sé si lo son o no. Ni siquiera los aforistas más avezados saben definir lo que es un aforismo. Son pensamientos breves que tienen una cierta intensidad reflexiva, poética, a veces tienen cierto humor. Y en el diario se prodigan ese tipo de apuntes que se reúnen en El corazón del bosque.

–No sé si me equivoco, pero a mí los aforismos me revelan un Benítez Ariza más crítico, más irónico que en la poesía. ¿Tiene esa percepción?

–Sí. Por un lado, el diario es un espacio distinto al de la poesía y una manera directa de referirse a las cosas que yo muchas veces excluyo voluntariamente de la poesía, porque mi poesía es más reflexiva, más contemplativa, tiene otro tono. Pero en el diario sí es cierto que muchas veces se libera esa mirada más acerada, más crítica, que además se potencia mucho al usar un formato breve, afilado, como es este tipo de entradas de corte aforístico. La propia brevedad les da un sesgo más crítico, más punzante. Eso lo da el contexto diarístico y las características del propio género.

–Pero también estos aforismos, estas sentencias o pensamientos tienen cierto ritmo poético.

–Totalmente. Creo que el aforismo, sin querer meterme en teorías que nos llevarían a un berenjenal enorme, es un género que se acerca mucho a la poesía y, además, el aforismo aislado tiene poco sentido; los aforismos se suelen publicar en serie. Incluso cuando se publican aisladamente en una revista o en un blog, salen por series, porque se crea como una cadencia al pasar de un aforismo a otro, al recalar en esos silencios que hay entre un aforismo y otro, se crea una cadencia de pensamiento, de bombardeo de sugerencias y de ideas que se parece mucho al funcionamiento de la poesía. Hay una gran afinidad entre los dos géneros, y casi que me gustaría que mis aforismos se leyeran como poesía.

–En todo caso, hay también en ambos géneros una selección de palabras más estricta que en un texto más largo.

–Claro, hace falta exactitud, economía, condensación..., todas características muy afines a la de la poesía.

–Y en común con su obra poética, sigue mirando a lo cotidiano: a un viaje, a la comida...

–Mi diario, de donde sale todo esto, no es un diario rico en anécdotas, pero sí es un diario rico en observación. El tipo de mentalidad que se forja cuando te acostumbras a escribir te lleva a convertirte en una persona observadora, un observador un tanto solitario pero que se siente a gusto en esa soledad y desde ella mira la realidad, y cualquier acto por nimio que parezca acaba revelando sus aristas, sus líneas de fuerza, sus destellos. Hay pensamientos en el libro dedicados a la limpieza; una mañana de limpieza puede dar lugar..., no sé, uno empieza a limpiar su mesa y al final acaba pensando que está limpiando su alma.

–Se saca una metáfora de ahí.

–Exactamente, y lo mismo pasa con la comida, cuando das un paseo en el campo, cuando observas lo que pasa en un hospital, cuando duermes. La cotidianidad, cuando la pones bajo una lupa de aumento tan poderosa como es la poesía o la escritura en general, depara estas cosas.

–Antes, al hablar de Todo sobre K. ha usado la palabra fascinación. ¿Por qué empieza a haber en el diario entradas sobre esa gata?

–Al final, el relato se hace muy detallado con todos los pormenores de la ancianidad de la gata, de su enfermedad, de su muerte, y se crea un final muy novelístico, pero al principio se puede observar cómo la gata llega, no hay un propósito mío de escribir sobre ella. Yo escribo sobre mil cosas y de pronto me doy cuenta que la gata se ha infiltrado en el diario sin que yo lo tuviera previsto. Ella aparece, salta sobre el teclado, sobre los libros...

–Le fastidia un cumpleaños al saltar sobre un disco...

–Sí, también (ríe), muerde un libro de un cumpleaños para expresar su desaprobación... Todo esto te pone un poco a prueba. Además, esa especie de distancia, esa altivez de los gatos que parecen que están poniendo en cuestión todo lo que cae en su mirada, y uno con todo esto se proyecta en esa presencia silenciosa que está ahí, y la imaginación se dispara, y la fascinación. Al final, hablas de una gata pero hablas de todo: de la vida, de la muerte, del paso del tiempo, del sentido de las cosas que hacemos, si esas cosas admiten el examen tan exigente al que parece someter la mirada de la gata. Un gato es el acompañante, el complemento ideal de un escritor.

–Llama la atención el final, con la enfermedad de la gata y su aceptación de la muerte retirándose en algún sitio de la casa. Pasa con otros animales. No sé si el hombre tendría que aprender algo en ese sentido.

–Los animales tienen su instinto de conservación, rehúyen la muerte, pero hay un momento en el que muchos animales parecen que no huyen de la muerte, sino que la aceptan y lo que buscan es una cierta dignidad, un rincón, un espacio reservado, un modo recatado de vivir esa experiencia. La verdad es que observar la muerte, como en este caso, plantea un sinfín de interrogantes de difícil aplicación al ser humano, pero al menos nos obliga a confrontar cómo llevamos esta cuestión de la muerte, que ahora se ha convertido en un gran tabú, la escondemos en habitaciones donde nadie la ve.

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