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Hablar sí, cháchara no

Va ya por su tercera edición este elogio de la conversación por parte del periodista Rubén Amón en plena era del ruido y la hiperconexión

El periodista Rubén Amón. / D. S.
Javier González-Cotta

23 de febrero 2025 - 06:00

La ficha

'Tenemos que hablar'. Rubén Amón. Espasa. 240 páginas. 19,90 euros

Tiene razón Juan de la Huerga cuando en estos mismos papeles le preguntaba al autor por el título de su libro Tenemos que hablar. Es verdad que suena como a preámbulo de ruptura amorosa en una pareja. El avezado periodista le respondía que hoy por hoy el amor se quiebra más por WhatsApp y no tanto con el temido cara a cara entre el dejador o la dejadora y el dejado o la dejada.

Que vivimos en un mundo paradójico hasta lo oscuro se explica por lo que este libro va pulsando entre tantos dislates. La tecnología ha convertido la hipercomunicación en un monstruo mudo. Vivimos aislados, presos frente a las pantallas, mientras el orden natural de ahí fuera, con su carne analógica y su nudo de relaciones, nos da pavor. ¿Qué ha sido de la conversación en tiempos de la posverdad, la soledad y la tecnología? Al perdido arte de la conversación (no a la cháchara, no a los influencers, no al tertuliano charcutero) están dedicados los capítulos del presente volumen. La cita en Corintios 15: 33-34 nos pone en la pista de lo que Rubén Amón quiere desbaratar y sí preservar: “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”.

Quizá sea el silencio, el acallamiento, la mejor conversación que uno puede ofrecerse hoy a sí mismo y a los demás. Todo alrededor es rebumbio, estupidez sin fin, facundia y pregonería. La buena conversación, sugiere Amón, es la principal víctima del móvil. “El móvil es como un revólver en la mesa: intimida, condiciona y despista”. Un capítulo se dedica a la censura y la autocensura (la cultura de la cancelación mora ahí también), otro a la conversación como terapia, otro al hablar sin hablar, otro al hablar ad aeternum sin decir nada (aquel añorado “Por consiguiente” de Felipe González), otro a la ya referida cháchara del cuñado y del tertuliano omnipresente y falsamente renacentista.

La portada del libro ilustra un cuadro del pintor belga surrealista René Magritte que se titula, precisamente, El arte de la conversación. Se ve a dos hombres de espaldas, con frac y bombín, que parecen levitar entre nubes sobre un paisaje calmo. Lo que los hace suspenderse es la conversación, el civismo de saberse escuchado el uno con el otro. Todo lo contrario al monólogo egocéntrico y al esputo parlamentario. Quien habla a solas espera hablar con Dios un día. Malos tiempos para la máxima machadiana de don Antonio.

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