Homenaje al terror de cine de barrio

El bicho protagonista de 'Sting. Araña asesina'.
El bicho protagonista de 'Sting. Araña asesina'. / D. S.

La ficha

*** 'Sting. Araña asesina'. Terror, Australia, 2024, 92 min. Dirección y guion: Kiah Roache-Turner. Música: Anna Drubich. Fotografía: Brad Shield. Intérpretes: Alyla Browne, Ryan Corr, Penelope Mitchell, Robyn Nevin, Noni Hazlehurst.

La araña más terrorífica de la historia del cine no es la que ataca al increíble hombre menguante, ni la gigantesca tarántula que aterroriza un pueblo de Arizona, ambas en películas del maestro Jack Arnold; tampoco la fecunda criatura del Amazonas que superpuebla de arácnidos un pueblecito americano en Aracnofobia, ni las descomunales arañas que atacan otro pueblo americano en Arack Attack -algo pasa en los pueblecitos americanos y singularmente en los de Arizona-, ni la terrible Ella-Laraña de Las dos torres, ni las que infectan el singular edificio circular en Vernim: la plaga. No, la araña más terrorífica de la historia del cine no es gigante, ni venenosa, es la arañita común de las que hay en cualquier jardín o parque del final de La mosca de Kurt Neuman, escalofriante gritito de su peculiar presa incluido.

La araña de esta película no es tan terrorífica -bueno, en la medida en que este antipático bicho pueda no serlo siempre y más cuanto más crezca- porque se trata de un entretenimiento de fantasía con pespuntes del terror y el humor negro de aquellas viejas películas de cines de barrio en los que el público chillaba de broma que homenajea a las películas de terror y fantasía de los años 50 con un estilo muy de los 70 y los 80.

Presenta lo que podría llamarse una araña marciana dotada de un apetito insaciable y, lo que es peor, de una singular capacidad para hacerse cada vez más grande. Lo que, tras ser adoptada como mascota por una niña triste de una familia más bien disfuncional que se esfuerza por no serlo, traerá los esperables disgustos a la familia y a los peculiares vecinos de su edificio, que, como la familia protagonista, también intentan, cada uno a su manera, sobrevivir a sus carencias sin caer en la marginalidad.

Rodada con un reducido presupuesto, la película se beneficia de su opción por lo artesanal en vez de por lo digital y de su carácter de tan modesto como sincero homenaje a películas (y a un estilo de cine) que desde luego el director, el australiano Kiah Roache-Turner, ama tanto como su filmografía demuestra: Wyrmwood: La carretera de los muertos, Wyrmwood: Apocalypse y ahora esta encantadora (para los aficionados a estas cosas, claro) película que le ha abierto las puertas de la distribución internacional.

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