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Invisible

Cómics

La soledad, la presión, el maltrato y las vejaciones pueden llevar a que todos tengamos nuestro particular ‘Día de furia’

Detalle de la ilustración de portada.
Detalle de la ilustración de portada.
José Luis Vidal

26 de enero 2025 - 08:00

Al caer la tarde, cuando los trabajadores regresan a sus hogares tras una larga jornada de trabajo, es probable que te lo hayas cruzado por la calle.

O en el silencioso andén del metro, junto como docenas de personas que están más ocupados por mirar sus móviles que a otra cosa.

Tal vez haciendo cola para entrar en el Konbini, ese comercio que visitas a diario en tu barrio, donde él también suele comprar.

Pero nunca, jamás, te has fijado en él. Y es que a los ojos de la gente, Mr. Sato, es prácticamente invisible. En una ciudad tan superpoblada como Tokio, su presencia, siempre cabizbajo, pasa desapercibida. Es un número, un apellido más en el padrón de la urbe.

La vida de Sato-San es tan gris como él mismo. Pasa el día trabajando en la oficina, rodeado de gente que no le tiene en cuenta para nada. Más bien todo lo contrario, ya que comienza a ser algo sospechoso que Sato se quede allí después de la jornada laboral. Cuando todos están deseando salir a tomar una, o varias, copas en algún bar cercano, y darle palique a las Mama-San.

Cuando por fin se dirige a su hogar, un pequeño cubículo, mira de reojo hacia todas las esquinas, ya que la presencia de 'ellos' puede aparecer en cualquier momento. No hay manera de despistarlos. Como los perros de presa que son, siguen su estela a través de las calles, las estaciones de metro hasta que, una vez más, se los encuentra de cara y el mundo se le cae a los pies.

Poco puede hacer Mr. Sato cuando esta pareja de ladrones de poca monta le agreden, no solo verbalmente, exigiéndole el poco dinero que le queda en su cuenta personal.

Y así, una vez más, el protagonista de esta historia regresa al único lugar donde se siente a salvo. Y allí, solo, un don nadie invisible, ha elaborado un plan bastante meticuloso. Le ha llevado tiempo, pero las cosas van a cambiar. Por primera vez podrá mirar a los ojos a aquellos que le pisotean, y gritar, gritar bien fuerte, escupir toda la frustración que, como la amarga hiel, le está carcomiendo por dentro…

Aunque, quién sabe, tal vez el destino del pobre Mr. Sato sea el de interpretar siempre el papel de víctima.

Llega a las librerías españolas la segunda entrega de Lowreader, y en esta ocasión nos traslada al País del Sol Naciente, para narrarnos un oscuro relato en el que la violencia estalla como una olla llena de agua hirviendo, y una vez que esto ocurra, ya no habrá vuelta atrás.

Los autores de esta pequeña gran maravilla de cómic son RUN, pater fundador del sello Label 619, que desde hace ya algunos años viene demostrando que en el país de la bande dessinée se pueden contar otro tipo de historias y en diferentes formatos, alejados del clásico cómic francobelga. Narraciones al límite, donde el terror, lo fantástico y la violencia extrema pueden hacer su aparición cuando menos te lo esperes.

Y junto a él, ilustrando con sumo talento, un partner in crime al que todos los que seguimos la trayectoria de este sello en nuestro país ya conocemos muy, pero que muy bien, Guillaume Singelin, que de la mano del propio RUN, ya nos deleitó con varias historias en la mítica Doggy Bags, publicación madre de donde nació Lowreader tras la marcha del grupo de autores a la editorial Rue de Sevres.

Juntos componen una triste sinfonía, donde el aislamiento de este pobre personaje nos lleva a reflexionar sobre este país tan de moda, Japón, donde todo el mundo viaja ahora para disfrutar de su lado tecnológico y el histórico, pero que si nos fijamos en la vida del ciudadano medio, la cosa ya se pone más gris, con unas existencias en las que el trabajo lo es todo, afectando gravemente a sus vidas personales y familiares.

Justo aquí entra el aspecto didáctico de Lowreader, que como todos ya deberíais saber, se preocupa especialmente porque sus lectores conozcan, por medio de artículos, los temas que se tocan en los relatos de ficción que ocupan sus páginas. Y en esta ocasión se nos habla sobre el reciclado de basuras, el crimen en Japón, la alta incidencia de los suicidios, la política sobre la posesión de un arma…

Temas todos estos que vienen a demostrar que Japón es un lugar bien diferente.

Por último, me gustaría felicitar a la editorial Nuevo Nueve por esta edición, ya que nos ofrece a los lectores un formato muy atractivo que incluye, además del cómic ya referido, los artículos, un buen puñado de ficticios anuncios, un relato corto ilustrado. Y por si todo esto no fuera poco, un poster desplegable con la portada. Y todo ello por un muy asequible precio.

¿Qué más se puede pedir? Ah sí, ¡Que la siguiente entrega de Lowreader llegue pronto a las librerías!

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