Juego infernal

Si hay tres cosas que son la perdición de John Constantine podrían enumerarse (no en ese estricto orden) como el tabaco, la bebida y unas faldas.

En este caso será un niqab y unos enormes y bellos ojos. Una visita al Museo Británico marcará el destino de John y Aseera Al- Aswari, que será súbitamente interrumpido por un inesperado atentado en el que la joven se hará con unas reliquias.

De ahí, el siguiente destino del protagonista será un despacho donde varias personas, cuyas identidades son desconocidas, le ofrecen, por decirlo de alguna manera, la posibilidad de librarse de un encierro seguro, debido a las sospechas que recaen sobre su posible participación en el atentado.

En una base sita en Iraq hay un ser con forma de hombre pero que es un peligro, y al que los mandos militares quieren sacar toda la información que éste posea.

Cárcel o un viaje a Iraq. La decisión está clara para Constantine.

Una vez en el país se reencuentra con Aseera, que le narra la dolorosa historia de su hermano, y a partir de ese momento le hará de traductora en unas tierras envenenadas por el conflicto bélico, donde el peligro aguarda en cada esquina.

Pero hay otros peligros que no están a simple vista, y mientras la relación entre John y Aseera se hace más y más cercana, una oscura partida se está jugando entre seres del inframundo, y ya podéis adivinar que sin quererlo, Constantine tendrá que tirar de todo su cinismo y conocimientos místicos para poder arreglar el desaguisado que le rodea, y conseguir que tanto él como Aseera salgan indemnes, cosa que no va a ser para nada fácil.

Jamie Delano marcó las directrices de un personaje creado por Alan Moore pero del que nada, o casi nada conocíamos. En plena época con la primera ministra Thatcher en el gobierno británico, Constantine se movía entre las oscuras calles londinense, esquivando a partes iguales a cabezas rapadas extremadamente violentos, a seres del inframundo invocados por políticos corruptos, sedientos de poder o a los espíritus de todos aquellos que se habían cruzado en su vida.

Toda su etapa al frente de una de las colecciones más longevas del sello Vertigo que se convirtió en un autentico clásico moderno a revisar de vez en cuando. Y como podemos comprobar por este Pandemonium, Delano no ha perdido ese toque especial que tiene al retratar al cínico Constantine.

Acompañándolo en este viaje al infierno, un dibujante como Jock, que tiene la rara cualidad que igual nos lleva en sus páginas a Gotham junto al Caballero Negro o, como en esta ocasión, es capaz de plasmar en el papel en blanco los horrores más inimaginables, logrando que este cómic se convierta en un must para todos aquellos que disfrutamos con una buena historia de terror. Y ésta lo es.