Larga vida a la saga de los Melu de Cádiz

Historia de la ciudad

Los últimos eslabones de esta familia de arte cuyas raíces en Cádiz capital se hunden en el siglo XIX se han reunido para celebrarse y estrechar lazos

De los Melu de toda la vida

1990 Fallece Agustín Fernández 'Melu'

Una imagen de la reunión de los descendientes de la histórica familia Melu de Cádiz.
Una imagen de la reunión de los descendientes de la histórica familia Melu de Cádiz. / Jesús Marín

Quizás haya ciudades cuyo espíritu se impregna en determinadas sagas familiares como si éstas hubieran fermentado de la misma masa madre de la que está hecha el territorio o, quizás, es que son esas sagas familiares las que construyen, generación tras generación, el carácter de una ciudad hasta confundirse unas con la otra. Sea de una forma o de otra, que nada sabemos de los misterios de la materia, la familia de los Melu se trenza con la historia de este rincón chico, luminoso y tocado por la gracia del arte llamado Cádiz. Porque los Melu son los Melu de Cádiz, más de dos siglos de arte, que este fin de semana han celebrado sus descendientes.

Y es que fue este domingo 19 de noviembre cuando los actuales miembros de una saga todavía longeva decidieron reunirse para estrechar lazos y recordar a sus antepasados, al tronco de una familia gitana, flamenca, ligada al Matadero y a las carnicerías, que tiene más de dos siglos de tradición en la capital gaditana.

Los Melu, nietos de El Viejo de la Isla (Pedro Fernández Fernández, San Fernando, 1836-Cádiz, 1917) que junto con sus hermanas María Borrico y Agustina La bizca (madre de Pepa de Oro) vinieron a ser los primeros grandes nombres (precursores de las seguiriyas, nada más y nada menos) de esta familia que del San Fernando natal de otro Pedro Fernández, uno de 1780, llegó a Cádiz ya en el XIX de la mano del matrimonio formado por El Viejo de la Isla con la jerezana Dolores Bernal y sus hijos María y Lola Fernández y el cantaor Agustín Fernández, el que sería el padre de Los Melu.

Una nueva casa para la familia que también supuso un nuevo oficio que, de alguna forma, también vendría a sellar su futuro y el de esta ciudad. Así, desde la fragua isleña donde Pedro Fernández trabajaba con su padre Gregorio, El Viejo de la Isla pasaría en Cádiz a trabajar en el Matadero donde desempeñaría varios cargos hasta llegar a ser capataz. Matadero, flamenco, los toros... La historia del arte de Cádiz...

El cante de Pedro Fernández El Viejo de la Isla es un tesoro que compartió y explotó en la capital y que se transmitió a la siguiente generación en la que encontramos a otro cantaor, Agustín Fernández Bernal, que se casó con Francisca López Campos para inaugurar esta reconocida saga de su linaje, los Melu de Cádiz.

Es decir, José, Perico, Manolo y Agustín que representan, cada uno en su faceta, una buena parte de la historia reciente de Cádiz en el mundo del flamenco, los toros y el arte. Pero también fueron Fernández López, también fueron Melu de Cádiz, Encarna, Pilar y Milagros, ésta última, esposa del guitarrista Víctor Rojas Monje, hermano de la gran Pastora Imperio (Pastora Rojas Monje) y que, no hay que olvidar, salieron del vientre de otra gran bailaora de Cádiz, la viñera Rosario la Mejorana.

Además de Milagros, hemos nombrado a José Melu, “faraón y poeta de nuestro mar de Cádiz, bronce añejo y salado en el que vive cuanto ya se fue”, como lo describiría el escritor, y gran aficionado, Fernando Quiñones, y como así lo recuerdan los herederos de esta familia orgullosa de sus raíces gitanas y de nobleza popular.

Tenía José unos doce años cuando, ya fallecido su padre, se puso a trabajar en la carnicería, el oficio que, además del arte, distinguiría a esta familia gitana y que ya practicaba su padre que murió muy joven, con apenas 35 años. Pero José, a pesar de sólo estudiar hasta la primera enseñanza, cultivó durante toda su vida la lectura y la escritura, dejando un buen número de poemas, una nutrida biblioteca y esa impronta de gitano de ley, culto y extraordinario que todavía se recuerda en Cádiz.

Agustín Melu fue cantaor que, incluso, trabajó en las compañías de Manolo Caracol, Concha Piquer y Carmen Amaya, y también llegó a poner una taberna muy preciada y concurrida de la época, El Burladero, fue torero, cantaor flamenco y hasta criador de gallos de pelea que exportaba a las Américas con su hermano Manolo. Y, por supuesto, carnicero, con un puesto en la plaza que después continuaron sus hijos y luego su nieto Pedro Fernández (que no ha cultivado el flamenco pero sí el arte carnavalero con su participación durante 24 años en el coro de la Viña) que en julio de 2018 echó la baraja a ese establecimiento, el número 45, el puesto con mayor solera de la Plaza de Cádiz, por su jubilación, siendo el último de los carniceros que quedaba en activo de la saga de los Melu en el Mercado Central.

Murieron Agustín y José Melu, siendo eslabones, depositarios y transmisores, de una familia que fue una institución en Cádiz. Se les recuerda sus maneras, sus vestimentas que quitaban el sentido, su sapiencia y su conversación siempre a caballo entre la gracia y el arte, que no es lo mismo, y sí, en las bocas adecuadas.

De todos ellos, y de todos los que no caben en este artículo, se acordaron los Melu actuales, los de este siglo XXI, en una reunión hermosa donde se recorrió lugares, donde se comió y se conversó. Donde se celebró a una familia que es Cádiz mismo y que está orgullosa de serlo.

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