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María Marín, la Colombine gaditana

Libro de Manuel Almisas | Historia del feminismo

El investigador Manuel Almisas rescata del olvido a la librepensadora y primera periodista de Cádiz

La obra se presenta la próxima semana en El Puerto y la Isla, y en abril en Jerez

El investigador Manuel Almisas, con su libro sobre María Marín Labrador, en Diario de Cádiz. / Lourdes De Vicente

Cádiz/Nació en la calle Solano número 4, en el seno de una familia muy humilde. Autodidacta, valiente, luchadora, republicana militante hasta la médula, madre soltera. Librepensadora, periodista de profesión. Sí. Quizás, la primera periodista gaditana, en el sentido más moderno del término, el de ganarse la vida con los ingresos que recibía de sus artículos en los periódicos más allá de meras colaboraciones, María Marín Labrador (Cádiz, 1870-Barcelona 1929) es otra de esas mujeres “excepcionales”, “fabulosas”, “únicas” cuya memoria no ha superado el filtro de la historia pero que no ha pasado desapercibida para el investigador roteño Manuel Almisas que, como hizo con la otra gran librepensadora gaditana, la feminista Amalia Carvia, devuelve a la vida con una biografía en la que “medio en broma, medio en serio” la tilda como “la Colombine gaditana”, en orgulloso paralelismo con Carmen de Burgos.

“Estas mujeres, María Marín, Amalia Carvia (impulsora del movimiento sufragista en nuestro país), eran auténticos mirlos blancos en el mundo del republicanismo, el feminismo y la masonería. Murieron en la condena social y el silencio, Amalia en el franquismo y María en la dictadura de Primo de Rivera, y se enfrentaron a campañas de desprestigio como la que María tuvo que sufrir en San Fernando, donde estuvo viviendo y donde se tuvo que enfrentar a una sociedad fanática”, resume Almisas el precio de la libertad que tuvieron que pagar estas “mujeres periféricas”.

Un alto pago que, en cierta manera, Almisas se encarga de mitigar con una biografía exhaustiva, reveladora y entretenida en la que nos presenta a una mujer que, como Carvia, proviene de una familia de pocos recursos pero, además asediada por la muerte. Así, si el padre, carpintero nacido en San Fernando, fallece teniendo María 8 años de tuberculosis pulmonar, también pronto perderá a dos de sus hermanos e, incluso, su propia salud se verá aquejada toda la vida -muere con 59 años- por diversas enfermedades, sobre todo, la tuberculosis. “A mí me llama eso tanto la atención... Mujeres pobres, autodidactas y cómo llaman la atención en ese mundo tan masculinizado, en esos círculos tan cerrados, mujeres republicanas y feministas desde que cobran conciencia hasta el final de sus días... Mujeres como María son admirables, las que lucharon toda su vida”, se maravilla el biógrafo que opina que “qué menos que al cabo de los 80 años le hagamos un reconocimiento”.

Además, María Marín tiene la particularidad de que se nombraba a sí misma como periodista. “Es la primera que yo haya descubierto en la provincia de Cádiz que en un documento como un Padrón municipal (el de San Fernando de 1904) se llama a sí misma periodista y escritora y, de verdad, que es la primera que cobra y se gana la vida como periodista, no sólo como mera colaboradora”, revela el investigador sobre esta redactora que escribía “para una cantidad enorme de periódicos, a veces, de forma simultánea”.

Así, su firma la podemos encontrar en El Heraldo de Cádiz “en septiembre 1904” y, muy poquitos meses después, ya la encontramos en San Fernando, en El combate de Puerto Real, en El Motín de Madrid... “Llega un momento, en torno a la primavera de 1905, donde publica en Lisboa, en la revista Livrepensamento, en El Faro del Hogar, en Tenerife, en Jerez en La Unión... Tenía sus secciones fijas de crónica femenina, al igual que Carmen de Burgos había hecho en Madrid, pero también destacó haciendo crítica teatral, artículos feministas y siendo corresponsal en San Fernando para varios de estos periódicos (como de El popular de Cartagena), donde ella vivía en aquella época, y les hacía crónicas al uso tipo de La Carraca, del Tranvía, de la Velada del Carmen o artículos más políticos, muchos de ellos firmados con seudónimos como Mario (otro de sus seudónimos sería Maruja)”, descubre Almisas que asegura que “en Madrid, en El motín, por ejemplo, hacía los artículos más incendiarios, mientras que aquí en la tierra no tanto”.

Fue en otra redacción, en la de La conciencia libre de Málaga de 1905, donde Almisas se encuentra por primera vez con el nombre de María Marín. “Sí, fue investigando para el libro de Amalia Carvia y cuando ella trabajaba allí aparece una redactora nueva que es esta otra gaditana. Después, su nombre saldría más veces vinculado al de Amalia en otros periódicos como El pueblo, en Valencia (1909) y en Redención (1915) y así, en paralelo a la primera investigación, le fui siguiendo la pista a María en archivos, hemerotecas, registros... Y cuando terminé el libro sobre Amalia ya me volqué en este porque creo que la historia del feminismo gaditano no se podía escribir sin este otro nombre de mujer”, asegura.

La periodista gaditana María Marín Labrador.

Un trabajo de investigación no exento de dificultades porque las colecciones de estos periódicos republicanos e independientes de la época en los que María escribía “no están completas, faltan meses, años, por lo que es difícil seguir la pista”, reconoce Almisas que no ha logrado dar “con la fecha exacta” de cuando empieza su actividad pero que deduce que si en septiembre de 1904 ya publicaba en un órgano provincial de la Unión Republicana, que es El heraldo de Cádiz, ya tenía que tener una trayectoria porque nadie de buenas a primeras escribía ahí”.

Sí ha podido constatar Almisas que María vivía en San Fernando desde 1894 con el periodista Salvador Fernández Terán, un hombre separado (después se convertiría en su marido), que fue director y redactor jefe de varios periódicos y con el que tuvo un hijo al año siguiente, Luis Marín Labrador. Después parece que regresó a Cádiz para volver a la Isla donde vuelve a aparecer en el padrón de 1904 y, unos años después, fundarían (Salvador y María) el periódico El justiciero y, en Cádiz, sería directora de El progreso femenino.

María también estuvo una época viviendo en Málaga, en Valencia y, finalmente en Barcelona, donde moriría entre serias dificultades económicas, tal y como cuenta Manuel Almisas en su libro donde, curiosamente, también se revela las reticencias de Lerroux al voto femenino a través de una carta dirigida a María Marín a en 1924, en la que le advierte que si él alguna vez fuera presidente del Gobierno las mujeres no iban a votar. “Siete años después ya sabemos lo que hizo con Clara Campoamor...”, ríe el investigador que presenta su obra, que sale a la luz con Ediciones Suroeste, en El Puerto el 12 de marzo, el 14 en San Fernando, previa cita un día antes con los alumnos del instituto Jorge Juan, y el 1 de abril en Jerez en la Caballero Bonald.

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