Idea de España
La literatura del pueblo español | Crítica
Renacimiento rescata el sugerente ensayo donde Gerald Brenan reunió sus impresiones sobre la literatura hispánica, nacidas de la admiración por la cultura de su país de acogida
La ficha
La literatura del pueblo español. Gerald Brenan. Ed. de Carlos G. Pranger. Prólogo de Alfredo Taján. Renacimiento | Casa Gerald Brenan. Sevilla, 2024. 484 páginas. 31,90 euros
Antes de El laberinto español (1943), el ya clásico libro donde trató de entender las causas de la Guerra Civil, Gerald Brenan apenas había iniciado su carrera literaria ni dejado más que pequeñas muestras de su devoción por el país en el que residió por largas temporadas desde 1919. Quedaba entonces una década para que él y su mujer la poeta y narradora Gamel Woolsey, que habían salido precipitadamente de España en septiembre del 36, se instalaran de nuevo en su añorada casa malagueña, pero en esos años el escritor dio a conocer otros títulos que consolidaron su perfil de hispanista y siguen siendo referencias importantes en el conjunto de su obra: el libro de viajes The Face of Spain (1950), publicado un año después del reencuentro entre los meses de febrero y abril del 49, y el ensayo The Literature of the Spanish People: From Roman Times to the Present Day (1951), ambos rescatados por la Biblioteca Gerald Brenan de Renacimiento. Como en el caso de La faz de España, la nueva edición de La literatura del pueblo español recupera y actualiza la traducción de Miguel de Amilibia –publicada por la argentina Losada en 1958 y ya entre nosotros por Crítica, en 1984, con prólogo de Torrente Ballester– y la acompaña de dos enjundiosos preliminares de Alfredo Taján, director de la Casa Gerald Brenan de Churriana, y Carlos Pranger, especialista en la obra del autor y albacea de su legado.
Las singularidades parten de una continuidad visible también en el arte o la cultura popular
Si el primero de esos libros narra el emotivo viaje por el país recobrado, combinando el diario, la confesión y el reportaje, este segundo se presenta en forma de itinerario donde Brenan recorre no el devastado solar de la posguerra, sino los siglos de una literatura mal conocida –fuera de nuestro ámbito lingüístico– a la que se acerca menos en calidad de estudioso que de lector apasionado. Como el de sus predecesores británicos o de otras nacionalidades, el hispanismo de Brenan estaba ligado a la hispanofilia y al conocimiento del país y de sus gentes, sumado aquí al de las numerosas lecturas directas en las que sustentó una aproximación no académica y altamente subjetiva, donde se combinan lucidez, independencia de criterio e interpretaciones muy personales pero bien ponderadas, expresadas con la prosa clara y amena que caracteriza todos sus libros. Desde una perspectiva esencialista y tardorromántica, el ensayista se aplica a deducir el “carácter nacional” a partir de una literatura donde habrían quedado impresos los valores que definen al pueblo –en sentido más antropológico que político– desde mucho antes de la conformación de la nación, sin dejar de anotar las singularidades pero interpretándolas como partes de una continuidad visible también en el arte o la cultura popular. Pese a seguir un orden cronológico, no se trata de una Historia en sentido estricto, sino de un ensayo crítico que aborda por igual obras y vidas –Pranger sugiere que Brenan habría tenido como modelo a Russell– y aspira a ser también literatura, sin desatender el análisis social e ideológico.
En el ambicioso empeño de Brenan se cifra la grandeza de su viaje por el tiempo
Como él mismo señala, su obra se dirige al público de lengua inglesa y tiene por ello un sentido entre pedagógico y divulgativo, orientado a los lectores que deseen conocer la literatura española y a ser posible el idioma, aunque de hecho el recorrido empieza por los periodos romano, visigodo y andalusí –abarcando parte de las obras escritas en latín o árabe– e incluye la lírica galaico-portuguesa y las altas realizaciones del catalán medieval. Hasta llegar al primer tercio del siglo XX, donde acaba el trayecto, Brenan apenas se aparta de los nombres principales y asume algunos tópicos no infundados, aunque matizables, como el predominio del realismo, el peso excesivo de la religión, la relativa homogeneidad o la escasa atención a lo foráneo. No faltan tampoco las constataciones sobre el individualismo y el espíritu indómito de los españoles, o sobre el elevado número de escritores que a lo largo de la historia han sufrido penurias, cárcel o destierro. Sus atrevidas comparaciones de los autores abordados con europeos no siempre coetáneos –el Arcipreste de Hita se relaciona con Chaucer y hasta con Joyce– son a veces brillantes y otras algo arbitrarias, pero le dan un encanto especial al recuento y están motivadas por el deseo de enaltecer nuestra literatura a ojos de los lectores no familiarizados con ella. Decía Torrente que los juicios de Brenan, tanto más valiosos por estar formulados desde fuera, a veces irritan y otras complacen y halagan, como corresponde a la posición de los críticos genuinos, pero lo importante es que nacen de la lectura detenida de las obras que evalúan. En ese ambicioso empeño panorámico de un solo lector enfrentado a cientos de libros, libremente relacionados con los otros que lleva en la cabeza, se cifra la grandeza de un viaje por el tiempo que define también o sobre todo al autor y contribuye a arrojar luz sobre su idea de España.
Más allá del Laberinto
Fuera de sus títulos más conocidos, que son, junto a El laberinto español, los autobiográficos y en particular Al sur de Granada (1957), da la impresión de que la obra de Brenan ha sido más citada que leída, pero gracias al empeño de Carlos Pranger y a la inestimable colaboración de Taján y la Casa Brenan están viendo la luz nuevas ediciones de las obras principales y otras que permanecían inéditas entre nosotros. En la editorial Confluencias se publicaron hace unos años los Diarios de la Gran Guerra, acompañados de un relato de 1964 sobre la misma materia, los Diarios sobre Dora Carrington y otros escritos (1925-1932) –que incluían pasajes reutilizados en su Memoria personal (1975)– y una antología bilingüe de la Poesía (1912-1977). Luego Fórcola dio a conocer, siempre en edición de Pranger, el volumen Cosas de España, que recogía ensayos y artículos de interés como los dos sobre San Juan de la Cruz publicados en 1947 por la revista Horizon –editada por el crítico Cyril Connolly, gran amigo de Brenan– o el titulado La escena española (1946). Y la Biblioteca de Renacimiento publicó la Poesía completa (Más allá de la Tierra Media) de Gamel Woolsey, una autora fascinante, mucho más que la mujer del hispanista, a quien debemos también un espléndido libro de memorias sobre la Guerra Civil, Death’s Other Kingdom o Málaga en llamas. Pendiente queda de momento la edición de la correspondencia.
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