María Dueñas sigue las huellas de los 'pieds-noirs' españoles en su nueva novela

La escritora publica ‘Por si un día volvemos’ (Planeta), obra en la que retrata la Argelia bajo el dominio de la administración francesa a través de una protagonista que huye de un crimen

Javier Sierra, un chamán que pasea por las cuevas del Museo del Prado

La escritora María Dueñas en Alicante, ciudad en la que se ha presentado su nueva novela.
La escritora María Dueñas en Alicante, ciudad en la que se ha presentado su nueva novela. / JAVIER OCAÑA
Cristina Cueto

01 de abril 2025 - 06:00

“Los pasajeros franceses de buen pasar, esos que embarcaron bien vestidos y aseados en Marsella, descansaban en sus camarotes o tomaban licores y refrescos en los salones. Al margen, muy al margen de ellos, la cubierta estaba llena de españoles harapientos recogidos en la costa del sureste, primero en Alicante y luego en Cartagena”, así inicia su periplo hasta la Orán ocupada por el Gobierno francés Cecilia Belmonte, protagonista de Por si un día volvemos (Planeta), la nueva novela de María Dueñas. Un fiel retrato del exilio que protagonizaron miles de españoles –los pieds-noirs como apelativo despectivo– por motivos dispares: buscar fortuna y prosperar económicamente más allá de la madre patria, pero también encontrar refugio tras el fin de la Guerra Civil.

Un viaje que solía empezar en la clandestinidad y acababa en pequeñas fábricas, en plantaciones, en el servicio doméstico de las familias francesas pudientes, en la prostitución o como braceros en el esparto. Este último, “el más penoso de los trabajos por el calor asfixiante de aquellas llanuras sin agua y la dureza compartida con los peones árabes” en lugares “dejados de la mano de Dios, tan resecos, tan lejos”. De la segunda mitad del siglo XIX hasta 1962, con la guerra de Liberación de Argelia, fue el periodo en el que almerienses, alicantinos, murcianos y un sinfín de voces anónimas del Mediterráneo decidieron cruzar el Estrecho de Gibraltar para tentar a la suerte.

Más de seis décadas después, María Dueñas contempla con la calma y el aplomo que la caracterizan el mar que baña Alicante, ciudad elegida para presentar la nueva novela –que tendrá una tirada inicial de nada menos que 500.000 ejemplares– y puerto de salida para un buen puñado de “infelices, pobres como las ratas, primitivos, iletrados, medio indocumentados, medio famélicos, algunos clandestinos y otros reincidentes, involuntariamente propensos a ser carne de abuso en cualquier rincón del soleado mapa de la muy francesa Argelia”. Buscavidas que marcharon “sin mirar atrás”.

Me gusta que el trasfondo tenga el mayor rigor posible y el mayor acercamiento a la verdad de cómo fue aquel mundo" — María Dueñas - Escritora

La escritora de El tiempo entre costuras explica al medio centenar periodistas que se congregó el miércoles en la ciudad con motivo de lanzamiento que, a pesar de formar parte de la historia reciente, “va quedando muy poca memoria viva” sobre lo acontecido. En esta línea, hace especial hincapié en que, aunque lo que escribe sea “pura ficción” sí que “me gusta que el trasfondo tenga el mayor rigor posible y el mayor acercamiento a la verdad de cómo fue aquel mundo”.

No duda en afirmar que ignora por completo “por qué no se ha escrito más sobre la emigración, porque da para mucho”. “Hemos sido un país de inmigrantes” a “muchos países”, en “distintas épocas” y “por distintas circunstancias”. Un material que considera “muy narrativo”, porque está plagado “de emociones, peripecias, aventuras, desventuras y de muchas posibilidades”. “Yo no tengo la culpa”, bromea la escritora superventas, “yo escribo las mías porque me parece muy interesante y a la vez nos sirve, no solamente para idear una ficción sobre el mundo de unos personajes que salen de mi imaginación, sino también para recuperar estos capítulos de la historia de España que se han quedado un poco perdidos”. Recalca que, de algún modo, puede contribuir a través de este tipo de libros a “mantener viva esa memoria”.

La Plaza de Armas de Orán.
La Plaza de Armas de Orán. / M. G.

Unos capítulos del pasado –llamémoslos olvidados, perdidos o arrinconados en la última esquina del pensamiento– que corren a través de la mirada de Cecilia Belmonte, quien protagoniza un asesinato en las primeras páginas después de sufrir una violación. Por este motivo, se ve obligada a huir a Orán sin nada encima. Ni siquiera zapatos. Unas pocas monedas y una documentación que consigue falsificar a pesar de no saber leer ni escribir. Presa del pánico, “sus pasos la llevan a Cartagena y después a Orán”. “Allí como tantos otros franceses y españoles tiene que buscar un futuro y una vida nueva que era de lo más pobre y solitaria hasta que crece y prospera”, indica la escritora. Cecilia pasará todo tipo de vicisitudes y calamidades. También trabajará en diferentes lugares y en diferentes puestos. En una ferma –finca– con cultivos de tabaco, en una lavandería, en la casa de la familia de un ingeniero, en la maison Bastos como cigarrera y en una jabonería clandestina que posteriormente se profesionaliza. También protagonizará amores, desamores, matrimonios y un sinfín de desventuras. Todo cabe en 528 páginas. En un solo personaje ha fusionado, apunta la escritora, la “experiencia de muchas Cecilias”. Mujeres –gran parte de ellas– “que se quedaban muy solas en Orán”, porque sus maridos eran trasladados a campos de refugiados “que acababan siendo campos de concentración” y que “no podían trabajar, porque no tenían contrato” al estar allí “como refugiadas políticas”.

Este arco narrativo viaja –navega, mejor dicho– por grandes momentos históricos. El fin de la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial, las actividades de la Organización del Ejército Secreto (OAS), grupo terrorista que luchaba contra la independencia de Argelia y, finalmente, la partida de los pieds-noirs cuando Charles de Gaulle dio su brazo a torcer respecto a la independencia argelina.

Un encuentro plagado de recuerdos

Sobre estos aspectos profundizaron diferentes voces consultadas por la escritora para construir el relato. La Casa Mediterráneo de Alicante – antigua estación ferroviaria, conocida coloquialmente como estación de Andaluces– se vistió de largo para reunir a más de 400 personas entre familiares, amigos, público y periodistas. En este escenario, la escritora presentó una novela que ya ha salido a la venta a través de un coloquio cargado de emociones, recuerdos, anécdotas y miradas hacia otra época.

“Los 35 años en los que transcurre la novela son los últimos de la Argelia francesa”, reflexiona Juan Ramón Roca, escritor de la obra Los españoles en la Argelia francesa. Emigración y exilio. “Cecilia se va a topar con personajes que son franceses de origen, los metropolitanos, que vienen a Argelia como colonos o para trabajar en la administración francesa”. Pero también tendrá mucha relación con “los franceses de origen español, que había muchos desde finales del siglo XIX”. Según el académico, esta proliferación era debida a “la ley de naturalización” que obligaba a que “cualquier extranjero o europeo que nacía en Argelia” se convirtiera en francés “automáticamente”. “Estos franceses de origen español terminan siendo más franceses que los propios franceses”, bromea Roca y pone como ejemplo el empleo de determinados nombres –como François– con apellidos castellanos. Con una perspectiva académica, también explicó que los españoles y los argelinos conformaban “la clase más desfavorecida”. Por ello, convivían en patios de vecinos que fomentaban la confraternización. Los españoles aprendían árabe y viceversa e intercambiaban costumbres como la gastronomía o el propio folklore.

El paseo de Létang, vista hacia el puerto (Orán).
El paseo de Létang, vista hacia el puerto (Orán). / M. G.

También hubo momentos para la emoción como el que protagonizó Eliane Ortega, investigadora y descendiente de exiliados españoles, quien aseguró –con lágrimas en los ojos– que a través de la novela tuvo la oportunidad de revivir “los perfumes, los olores y los ruidos” de su ciudad, Orán. Una urbe que mira al mar desde el fuerte de Santa Cruz. “Uno lo recuerda ahora con mucha nostalgia y la verdad es que, cada rincón que describe María en su libro, me recuerda mi juventud”, recalca Ortega.

“Mi abuelo materno, Carlos Ramos, se marchó en el 29 a Orán a hacer fortuna y ampliar el negocio”, rememora el presidente de la Maison de France en Alicante, Carlos Galiana, y señala que “tenía buenas relaciones” con el político alicantino Lorenzo Carbonell. Fruto de esta confraternidad nació la idea de “fletar unos barcos” para que “aquellos oraneses de origen español que no conocían Alicante” pudieran hacerlo durante las hogueras de San Juan: “Y así, en el año 33, se inauguraron tres años de intercambios”.

Por último, también participó en el coloquio José Torroja, antiguo activista de la OAS. Como la protagonista de la obra, regresó a España en 1962 a bordo de uno de los barcos enviados por Franco para la evacuación de la población española. Evocó una época muy dura plagada de momentos “muy difíciles”, porque “había un promedio de 5.500 asesinatos al año, es decir, 18 asesinatos cada día... fue horrible”. La etapa finalizó con el retorno de más de 2.500 españoles a Alicante. Con una maleta por persona. Dejando atrás negocios, empresas, personas queridas y el sueño perdido de la prosperidad. Retales de miles de vidas atravesadas por el Mediterráneo.

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