'Cuando nadie nos ve', el misterio de la gente corriente
La serie que Enrique Urbizu y Maribel Verdú grabaron en Morón de la Frontera se estrena hoy en la plataforma Max.
Imágenes de la presentación de la serie 'Cuando nadie nos ve' en Sevilla
En la promoción de su nueva serie, Cuando nadie nos ve, que se suma desde hoy a la oferta de la plataforma Max, el director Enrique Urbizu (Bilbao, 1962) se resiste a definir el proyecto como un thriller, “que es un término muy amplio, ¿no? ¿Podríamos meter en el mismo saco, por ejemplo, El silencio de los corderos, que es un thriller psicológico, y El padrino, que es cine negro?”, pregunta el director, que concibe la adaptación de la novela homónima de Sergio Sarria, una intriga ambientada en la Semana Santa de Morón de la Frontera, como un “misterio, una definición que creo más exacta, porque trata de gente normal que se ve rodeada de hechos extraordinarios. No hay grandes tramas delictivas, ni aparatosas escenas de acción, sino personas corrientes, y los capítulos tenían que acabar con esos personajes llegando a casa, a su hotel, retratados en su intimidad”.
Ese realizador dotado para la negrura, que sabía imprimir un ritmo prodigioso a sus películas –Todo por la pasta, La caja 507 o No habrá paz para los malvados–, ha “atemperado la furia” para la ocasión, pero Urbizu no cree que esa serenidad sea una conquista alcanzada con los años. “Esto es un encargo, y lo que he hecho es aprovechar la oportunidad”, relativiza ante una trama “con una protagonista, la sargento Gutiérrez a la que da vida Maribel Verdú, con hija, con suegra, con mucho dolor. Me parecía una propuesta más propia de la BBC, y me apetecía trabajar en ese tono más pausado, menos preocupado por la acción que por los personajes, algo que ya traté en La vida mancha”.
“Yo creo que Enrique es más hardcore, y que cuando se ponga con un proyecto propio no será tan suave. Aunque la serie también tiene sus momentos impactantes”, señala Maribel Verdú (Madrid, 1970), que encabeza un reparto internacional completado por Mariela Garriga, Austin Amelio, Dani Rovira, Numa Paredes y María Alfonsa Rosso, entre otros. “Pero aunque sea un encargo, de todos modos la impronta de Enrique está por todas partes, porque es un señor que lleva el cine dentro”, considera la ganadora del Goya por Siete mesas de billar francés y Blancanieves.
Aquí importan más los personajes que la trama, casi como en una producción de la BBC”, sostiene Urbizu
En Cuando nadie nos ve, las relaciones entre abuelas, madres e hijas cobran un importante peso. “Tuve la inmensa suerte de nacer en Bilbao y en una familia vasca”, recuerda Urbizu, “pero mi abuela materna era de Jaén, y yo compartí habitación con ella los primeros 20 años de mi vida. Quizás eso explica que me sienta tan cómodo con los personajes femeninos, que en mi filmografía haya algunos muy potentes. Aquí retrato a una guardia civil, y a una teniente de la inteligencia militar de EEUU [Garriga], un desafío que me resultaba apasionante. ¿Cómo se mueven? ¿Cómo hablan esas profesionales? Había muchas incógnitas a las que me apetecía enfrentarme”. Al final, viene a decir Urbizu, no importa tanto el oficio al que se dedica cada una, sino “esa vulnerabilidad de cuando estamos solos, cuando nadie nos ve, como dice el título, ese reflejo que todos miramos en el espejo buscándonos”.
Verdú encarna a una agente atormentada por la culpa, rácana en la concesión de sus afectos, incapaz de ganarse las simpatías de sus vecinos. “Yo no soy así en absoluto: yo tengo la necesidad de sentir que la gente me quiere, y no tengo nada que ver con la contención y la rectitud de Lucía. La vida es muy jodida y te da muchos golpes, pero también te puede acariciar. Y si te mueve la desconfianza, como le pasa a esta mujer, si te colocas un escudo, te pierdes eso”, argumenta. La veterana pone como ejemplos los proyectos El asesino de los Caprichos o Ana Tramel para ilustrar el perfil alejado de sí misma en el que suelen ubicarla. “Me ofrecen a menudo mujeres muy distintas a mí, más serias, sufridoras, que viven para dentro, fuertes, que salen adelante. Y yo soy como la Rocío de Belle Époque, un registro con el que los directores nunca me identifican. Quiero pensar que es que confían en mí como actriz, en el fondo es un orgullo”.
La vida es jodida, pero también te puede acariciar. Y si vas con la coraza te pierdes eso”, opina Maribel Verdú
La serie explora el singular mestizaje de la población de Morón de la Frontera con los norteamericanos que viven en la base militar, la religiosidad que manifiestan sus habitantes. Urbizu cuenta que en las negociaciones que mantuvieron desde la producción con la Iglesia “no querían bromas relacionadas con las cofradías, ni que hubiese escenas de violencia dentro de los templos. Fueron leyendo los guiones y fuimos ajustando”, expone el director. “Vivimos algo muy emocionante. Tú decías acción, y delante no tenías actores ni figurantes, eran los moronenses con su Semana Santa, aunque en los pasos estuviesen nuestras figuras reproducidas en poliespán. Las escenas tienen esa verdad genuina de cuando filmas a alguien que hace algo en lo que cree, que está sintiendo”. Verdú comparte ese entusiasmo ante las localizaciones: “Yo ya soy de Morón como la manteca colorá”, asegura. “Qué pueblo tan generoso. Hay veces en que te ponen palos en las ruedas, que hacen que un rodaje sea muy difícil, pero esta vez todo fueron facilidades”.
La copresentadora de los últimos Premios Goya no siente ese impulso de pasarse a la dirección que han albergado otros intérpretes, pero sí le motiva ejercer de productora, como le declaró al ex alcalde de Sevilla Antonio Muñoz en su podcast Estas cosas llevan tiempo. “Me gustaría cuidar al equipo, hacer las cosas con amor, como los productores que he tenido en esta serie, de Zeta Studios. Hay distintas maneras de funcionar, hay quien cree que tratar mal al personal puede dar sus frutos, y otra gente que antepone la humanidad y el corazón. En ese partido quiero jugar yo”, concluye la actriz.
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