Una noche con Morente
La Platería de Granada rescata una grabación del cantaor de 1984, tomada en la peña Joseíto Téllez de Fuente Palmera
Enrique Morente. Guitarra: Paco Cortés. Grabado en directo en la peña flamenca Joseíto Téllez. Edita: Peña Flamenca la Platería.
Hay un disco que pasa por pirata, editado en 1974. Se llama En vivo, la guitarra la puso Ramón Jiménez El Monchi y recoge un recital llevado a cabo en Amsterdam. A éste se sumaron los dos últimos oficiales en vida del cantaor: Flamenco en directo (2009) y Morente+Flamenco (2010), ambos con su última discográfica oficial. Éste que presenta ahora la peña La Platería de Granada es, por tanto, la cuarta grabación en directo del cantaor, en este caso sobre el escenario de la peña Joseíto Téllez de Fuente Palmera, en la provincia de Córdoba.
Estamos en el año 1984 y la guitarra la pone Paco Cortés, que había secundado al cantaor, junto a Enrique de Melchor, en Cruz y luna, la aperturista obra de nuestro cantaor del año anterior. Ofrece Morente, en la plenitud de sus facultades físicas, un repertorio estrictamente clásico, acorde con el conservador espacio que lo contemplaba. Aunque, por supuesto, con el sello Morente.
La obra se ofrece en esta edición en bruto, con una sola pista por disco, en la que se suceden los cantes sin solución de continuidad. Por fandangos incluye un estribillo y estilos mamados del maestro Matrona. Pasa de los fandangos de Huelva a las malagueñas, que abre por Gayarrito, de nuevo según Matrona (los divulgadores contemporáneos de esta malagueña, que José Blas Vega atribuye a Antonio Chacón, son Morente y Matrona), para seguir por otros estilos como los de Chacón y el Canario. Y, sin solución de continuidad como digo, se meten ambos intérpretes en la seguiriya. En las alegrías introduce su famoso arreglo del poema Tauromaquia de Bergamín que incluiría en su Fantasía de cante jondo estrenada en 1986 en el Teatro Real y grabada en París, con la Orquesta Sinfónica de Europa, en 1995.
En los estilos llamados en otra época de ida y vuelta, hoy sabemos que muchos más fueron de ida y vuelta, no sólo estos, interpreta con fidelidad a la tradición chaconiana y marchenera de la vidalita y la guajira de Pepa de Oro.
La segunda parte del recital se inició por soleá, con algunos de los estilos característicos del repertorio de Morente, como la Serneta o el "ramito de azahar" de Matrona, que Morente hace de esa manera tan personal. O ese cante de Paquirri que el de Granada aprendió de viva voz del gran Aurelio Sellés de Cádiz. También otros estilos menos frecuentes como Frijones. Total, quince minutos por soleá con Morente, ¿se puede pedir felicidad mayor?
A petición del público y del presentador, Morente sigue con los fandangos granadinos de Frasquito Yerbabuena, que enlaza con la malagueña de la Peñaranda "que me la ha pedido una señora", dice el cantaor. La cosa no acaba ahí porque el de Granada sigue por fandangos naturales en donde incluye material procedente de su disco Sacromonte, publicado en 1982, para enlazar luego con una larga serie por bulerías en donde incluye todo tipo de material de acarreo, como el salmo bíblico Encima de las corrientes en la versión de San Juan de la Cruz. En total, más de una hora y media de cante y guitarra, con sólo dos intérpretes sobre el escenario.
O sea, toda la geografía flamenca en la voz de un cantaor que conocía como pocos las diferentes versiones de cada estilo.
Muy pocos artistas resisten una mirada tan atenta que "mira los resquicios y enumera las grietas" que diría el maestro Borges. Es decir, la mirada de la gloria. Una grabación a lo bruto, con el sonido de los platillos de aceitunas y los vasos al chocar, con los comentarios del público, con presentador y todo, con los comentarios del propio cantaor con su guitarrista, a propósito de los cantes que han realizado, sobre la calidad de la interpretación o sobre cuestiones técnicas. Con todo, este Morente íntimo es un regalo para los seguidores del maestro de Granada, es decir para todos los flamencos. Un lujo. Una grabación que demuestra que el cantaor siempre lo daba todo, independientemente del espacio en el que se presentara.
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