Álvarez Beigbeder, su composición y su orquesta

Crítica | Orquesta Álvarez Beigbeder

El Festival de Música Española de Cádiz se traslada al Teatro Villamarta en el vigésimo aniversario de la la orquesta jerezana

La Orquesta Álvarez Beigbeder, durante el concierto del domingo en el Villamarta.
La Orquesta Álvarez Beigbeder, durante el concierto del domingo en el Villamarta. / Vanesa Lobo
Jesús Sánchez-Ferragut

19 de noviembre 2018 - 20:42

El concierto del pasado domingo 18 en el Teatro Villamarta nos dio a conocer muchas cosas. La primera de ellas, el agradecimiento de la Orquesta de Jerez Álvarez Beigbeder a todos aquellos que durante sus 20 años de existencia han colaborado para que la misma sea una realidad, en esta provincia tan falta de orquestas estables. La segunda, la cantidad de público que se dio cita en el Teatro Villamarta para asistir al concierto, lo cual refleja que hay interés por la música grande, y por último, pero tal vez lo más importante, el estupendo trabajo de visualización de la obra sinfónica del gran maestro Germán Álvarez Beigbeder que llevó a cabo la orquesta jerezana.

Aunque los prolegómenos se hicieron un poco largos, la verdad sea dicha, sin embargo mereció la pena estar presente y ver cómo se premiaba la labor de colaboradores habituales como la Diputación de Cádiz o la UCA en su departamento de Extensión Cultural y Aula Hispano Rusa, y a las colaboraciones “puntuales” del Ayuntamiento; al colegio público La Unión, a la Coral Universitaria de la UCA, y a los fundadores de la Orquesta, Archil Pochjua y Antonio de la Herrán. Reconocimiento también a la actual presidenta de la Orquesta, Magdalena Garrido, homenajeada con un ramo de flores que recibió en el escenario de manos de su nieta Martina. Y tras la presentación de los sellos de correos conmemorativos, diseñados por la Asociación Filatélica de Jerez, dio comienzo el concierto.

La primera obra de la tarde-noche fue una decisión valiente de la orquesta, ya que abordar una composición casi desconocida de Álvarez Beigbeder, como lo es su Sinfonía nº1 en Sol menor para cuerdas (aunque Beigbeder no las enumeró nunca), supuso todo un reto para la orquesta.

La sinfonía de Beigbeder, que es la primera vez que he tenido el gusto de oír, me resultó excelente. De una arquitectura musical muy pulida, escrita en cuatro movimientos: adagio-allegro; aria; acherzo y rondó. Le confiere un especial protagonismo a las violas de la orquesta, expone temas musicales, los desarrolla e imita entre las diferentes cuerdas. Los contrabajos y los violonchelos también tienen su papel destacado en esta sinfonía, que tiene influencias románticas, aromas ingleses, e incluso pasajes pastorales. Bravo por la valentía de presentar al público esta sinfonía de Beigbeder, dentro del marco del Festival de Música Española de Cádiz. Sin embargo, todo tiene su parte menos lucida, y el hecho de que el Teatro Villamarta no hubiera instalado la concha acústica para la ocasión se hizo notar, y en mi modo de ver, bastante, ya que el sonido de la sección de cuerda de una orquesta no suena igual sin instalarla.

Y lo que es casi peor, para músicos jóvenes, como lo son los de la orquesta Álvarez Beigbeder, es una dificultad añadida, ya que es muy difícil que se oigan entre ellos a la hora de ejecutar las piezas orquestales, sencillamente porque el sonido no les retorna de ninguna manera. Esto que cuento, y alguna pequeña indecisión en los violines, por momentos, es la razón por la que, en mi opinión no llegó la interpretación al grado de excelencia, aunque sí puedo decir que fue correctísima y muy meritorio el esfuerzo de la orquesta jerezana para difundir la obra del genial Álvarez Beigbeder. El director invitado para la ocasión, el sevillano José Colomé, me dio muy buena impresión en esta su primera vez dirigiendo la orquesta de Jerez, y me consta que es persona muy implicada con la obra de Álvarez Beigbeder.

La segunda parte del concierto, también de carácter sinfónico, nos trajo a un Álvarez Beigbeder más conocido, con dos de sus Escenas orientales: La última danza y la Rapsodia africana, que sonaron francamente bien, notándose la orquesta más compacta y empastada al unirse a las cuerdas, las secciones de viento-madera, metales, percusión e incluso un arpa. Muy bien en la rapsodia, el oboe, flauta, fagot y trompas. La percusión no se quedó atrás.

Y hubo propina al final del concierto, anunciada por el concertino de la orquesta: obras también de Beigbeder: Sevillanas y Soleares, y una repetición de las Sevillanas.

Un concierto agradable, a la altura del Festival de Música Española de Cádiz (y eso que la organización del Festival trajo los programas de mano a mitad del concierto en vez de al principio), por el estupendo trabajo hecho por la Orquesta de Jerez, para visualizar la obra menos conocida de un gran músico español y jerezano: Germán Álvarez Beigbeder.

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