El escritor de Cádiz Luis García Gil: “La mirada de Reed concreta su personalidad en el cine”
literatura
La editorial Cátedra publica el libro ‘Carol Reed’, donde el autor gaditano analiza la figura y filmografía del realizador británico
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Cádiz/–Dentro de la colección Signo e imagen dedicada a los cineastas de la editorial Cátedra ya abordó en 2009 la figura de François Truffaut. Ahora lo hace con Carol Reed. ¿Por qué?
–Soy, ante todo, seguidor de esa colección como cinéfilo. En ella están todos los cineastas importantes pero faltan algunos. Creo que Carol Reed es lo suficientemente importante en la historia del cine y representa, además, lo mejor del cine británico. Se suele decir que Reed es el tercer gran hombre de esa industria junto con Alfred Hitchcock y David Lean. A la editorial le propuse Carol Reed porque representa, sin duda, un clasicismo en la historia del cine que me resultó muy cómodo de abordar.
–La infancia marca la trayectoria de Carol Reed, hijo ilegítimo de un actor y empresario teatral.
–Tuvo la suerte no solo de ver cómo se montaba una obra de teatro, sino de trabajar como actor. Empezó también a encontrar mentores importantes, como Edgar Wallace. Me gusta mucho que se produzca un paralelismo con Truffaut, hijo en este caso de un padre desconocido, algo que le persigue toda su vida y está en su cine, el hijo errante que busca a un padre mitificado. Eso estigmatiza y crea un cierto conflicto. El apego a la infancia es otro punto de conexión. El cine de Reed, como el de Truffaut, también está hecho de niños, de adolescentes, sobre todo El ídolo caído, donde le saca todo el partido a Bobby Henrey como actor. Incluso en las películas en las que aparecen niños de manera episódica, hay una mirada muy interesante a la infancia, como se detecta en Larga es la noche. Ambos también son cineastas muy literarios y Carol Reed era un buen lector. El caso paradigmático es su relación con Graham Greene o las adaptaciones de Joseph Conrad o de H. G. Welles.
–Él no se consideraba a sí mismo como autor.
–También lo relaciona esto con Truffaut, del que pensamos que es un auteur, pero lo que nos dice cuando rueda La noche americana es que el cine en un trabajo en equipo en el que todos los elementos son importantes, aunque todas las preguntas van al director, que es el final de un ensamblaje muy completo. Reed no quiere que se le considere autor pero sus películas sí van a tener muchos puntos de conexión entre sí. Si te rodeas del mismo equipo, cómplices tuyos, estás implicando a mucha gente en un mismo proyecto, pero eso no significa que al elegirlo impongas una manera de ver el cine que, al final, vas a transmitir como director. El cine es equipo pero él, a su vez, es un cineasta muy personal.
–Esa autopercepción, ¿desdibujaría su importancia como director?
–Hablamos de un director capaz de hacer una película musical como Oliver!, otra que aborda a un genio del arte como Miguel Ángel en El tormento y el éxtasis, una comedia como las de su primera etapa o una película con tanto desasosiego como puede ser El tercer hombre. La historia del cine nos enseña que directores que han hecho películas muy diferentes al final tienen su sello. De hecho cuando se estrena Se interpone un hombre, en los años 50, ya aparece como producción suya, su nombre como una marca distintiva que viene del éxito de El tercer hombre. Caeríamos en un error si pensamos que por el hecho de que no escribiera sus guiones, Carol Reed tiene menos potencia como autor cinematográfico.
–¿En qué se concretaría entonces su personalidad cinematográfica?
–En la mirada. Si ves su trilogía más genial –Larga es la noche, El ídolo caído y El tercer hombre– hay muchos elementos identificativos de una manera de dirigir. La forma de conjugar elementos expresionistas y realistas y de situar la cámara, a veces con planos muy complejos, angulaciones muy forzadas, que se han calificado de wellesianas, que están en El tercer hombre pero también en las que no aparece Orson Welles, como El ídolo caído y, sobre todo, en Larga es la noche, para mí su gran obra maestra. Por eso la elegimos como portada del libro.
–La crítica ha tenido cierta desconsideración hacia Carol Reed.
–En este caso la desconsideración tiene que ver con una corriente crítica que, a partir de cierto momento, deslegitima que haya dirigido El tercer hombre, le otorga todos los méritos a Orson Welles. Me parece muy injusto. A partir de los 50, Reed hace películas interesantes pero no puede alcanzar el nivel de El tercer hombre ni de Larga es la noche. Después se mete ya en el sistema hollywoodiense y esa manera de concebir el cine de una forma más industrial le genera, a lo mejor, más detractores.
–Al final, hacer El tercer hombre ¿fue más un acierto o un castigo?
–Ha sido muy positivo. Hacer una obra maestra tan tremenda como El tercer hombre te hace estar en la historia, es la quintaesencia del cine. Si El tercer hombre nos permite adentrarnos en otras de sus películas, tendremos una visión del cineasta mucho más amplia.
–¿Cuál es el mayor hallazgo cinematográfico de una obra maestra como aquella?
–Hay tantos... Diría que la atmósfera. La manera de reflejar una ciudad (Viena) marcada por la posguerra, la miseria moral. Y también es una de esas películas que mejor pueden encarnar la amistad traicionada, algo muy presente en la obra de Graham Greene.
–Hablando de Greene, ¿cuál fue la clave de ese trío formado por el guionista, Reed y el productor Alexander Korda en El tercer hombre?
–Grandes películas de la historia vienen de procesos de gestación abocados incluso al fracaso. Lo que explica la grandeza de El tercer hombre es la relación tan cómplice entre Greene y Reed, pero el productor David O. Selznick, por ejemplo, no veía la película, era una historia que no acababa de comprender, no le gustaba el título... Korda también tenía sus objeciones. Hasta la presencia de Anton Karas, muy importante a nivel musical con la famosa melodía de cítara, tuvo problemas, fue perseguido. Había elementos dispares que, al final, terminan armonizándose.
–Repecto a la música, Reed le daba mucha importancia, siempre soñó con hacer un musical.
–Desde el principio de su carrera ya hay películas que intentan ser comedias, en cierta manera, musicales como Cuidado con lo que haces. En su cabeza siempre tenía la cosa de hacer un musical, pero lo veía un género muy complicado. En El tercer hombre hay una música de cítara que trasciende la propia película. Y por supuesto Oliver!, la película que estaba destinado a dirigir. Es sorprendente que un director ya tan mayor en aquella época pudiera dirigir una película tan compleja, en un momento en el que el musical estaba de moda. Lo certifica como un director melómano.
Un último regreso literario a Serrat por partida doble
Cine y música se entrecruzan en la producción literaria de Luis García Gil (Cádiz, 1974), y en ella ostenta un lugar predominante Joan Manuel Serrat. Al mítico cantautor le ha dedicado títulos como Serrat, canción a canción, Serrat, Cantares y huellas, Algo personal. Cancionero de Joan Manuel Serrat, Mediterráneo: Serrat en la encrucijada, Serrat y los poetas y Entre el cielo y el mar. A él regresa de nuevo con dos proyectos más una vez que el artista se ha retirado de los escenarios, que no de la música, y va a cumplir 80 años. “Hay un círculo que se cierra y es bonito analizar a Serrat por última vez”, comenta el autor. Ya está a la venta Las palabras de Serrat (Ed. Efe Eme), “un diccionario de vocablos de sus canciones”, y llegará también “un resumen biográfico y musical de su carrera que debería publicarse hacia la primavera”, detalla al respecto.
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