"Cada país tiene un trato con sus terroríficas verdades"

mercedes monmany. crítica y escritora

La autora presenta esta tarde 'Ya sabes que volveré'

La cita abre el ciclo 'Letras Cruzadas', organizado por el Centro Andaluz de las Letras y la Fundación Ory

La crítica y escritora Mercedes Monmany durante esta Feria del Libro de Guadalajara.
La crítica y escritora Mercedes Monmany durante esta Feria del Libro de Guadalajara. / Ulises Ruiz Basurto (Efe)
Pilar Vera

23 de enero 2018 - 02:09

Cádiz/Crítica y asesora literaria, Mercedes Monmany (Barcelona, 1957) ha ejercido también como editora y ha colaborado con varios de los principales periódicos y revistas españoles (ABC, La Vanguardia, Babelia...), además de formar parte del jurado de premios como el Café Gijón, el Torrente Ballester o el Lampedusa. Especializada en narrativa contemporánea, hace un par de años publicó Por las fronteras de Europa: un amplio ensayo en el que repasaba los nombres más importantes de la producción literaria del continente entre los siglos XIX y XIX. Monmany acaba de publicar, también con Galaxia Gutenberg, el título Ya sabes que volveré. En él, la autora recorre la vida y las biografías de tres escritoras judías -Irène Némirovsky, Gertrud Kolmar y Etty Hillesum- que murieron, las tres, en Auschwitz.

No sólo tenían, cada una de ellas, distinta nacionalidad -ucraniana, alemana y holandesa- sino que cultivaban, cada una, palos distintos y -uno de los puntos que Monmany ha buscado en esta selección- de distinto impacto: "Así, tenemos la figura de la gran novelista, representada por Irène Némirovsky; la promesa en ciernes que constituían los poemarios de Gertrud Kolmar; y la sorpresa, la absoluta desconocida que es Etty Hillesum, que escribió unos diarios de una calidad asombrosa si pensamos que lo hizo sin pensar en un posible lector".

Simplemente asomándose a sus biografías, llama la atención que, a excepción de Irène Némirovsky con su Suite Francesa, no sean autoras conocidas. Némirovsky era una novelista muy reconocida en Francia, a la que le negaron sin embargo la nacionalidad por su condición judía, le prohibieron publicar y la obligaron a llevar la estrella amarilla antes de deportarla a Auschwitz (ella lograría encontrar antes, afortunadamente, un escondite para sus hijas). La obra publicada de Gertrud Kolmar, prima de Walter Benjamin, se encontraba entre los títulos destruidos en la Noche de los Cristales Rotos; fue deportada durante una redada en la fábrica en la que trabajaba, aunque se desconocen los detalles de su muerte. A Etty Hillesum, que trabajaba en el departamento de "bienestar social" del campo de tránsito de Westerbork, también terminaron mandándola a Auschwitz junto a casi toda su familia: "Su caso llama la atención porque, de las tres, se ve que ella era la que tenía más oportunidades de escapar -explica Mercedes Monmany- , algunos de sus hermanos habían huido y le llegaron ofrecimientos, pero ella decidió quedarse con sus padres. También vemos en esto un rasgo común: todas ellas actúan como ángeles del hogar".

Especialista en un género que podría definirse como "literatura del Holocausto", Monmany recuerda que de Gertrud Kolmar le llamó la atención en primer lugar su vinculación familiar con Walter Benjamin, y fue descubriéndola "progresivamente, en una traducción francesa que encontré en una librería en París. Era prácticamente desconocida en Alemania hasta los años 90", comenta de esta autora, vinculada con el expresionismo alemán y traducida en España por Acantilado.

"De los diarios de Etty Hillesum no ha circulado mucho -continúa-. La descubrieron a comienzos de los 80. Como gran aficionada que soy a las memorias, puedo decir que sus Diarios, de gran profundidad espiritual, se encuentran entre los de calidad más destacada del siglo XX. La personalidad de ella, ilusionada, pasional... también es muy atractiva". "Ninguna de ellas -prosigue- llevaba un fusil al hombro; es decir, ninguna de ellas formaba parte de la resistencia activa tal y como la entendemos, pero las tres tenían una formidable resistencia interior. Las tres llamaban a no rendirse, a seguir viviendo y a mantener la dignidad. A no dejarse llevar (y esto es muy importante) por el odio, porque no querían equiparse a sus perseguidores. Y las tres siguieron escribiendo hasta el final".

Mercedes Monmany subraya la dimensión del horror que heló la pulsión libertad que parecía estar naciendo en la Europa del periodo de entreguerras: "Filósofos como Primo Levi cuentan que la dimensión de terror era tan inimaginable que es muy difícil dejar constancia de la misma. La realidad fue mucho peor de todo lo que podamos llegar a conocer de los testigos y víctimas que callaron durante cincuenta años. El genocidio no es una guerra normal: es matar a todo un estrato de población, incluidos bebés, niños, ancianos... por el simple hecho de haber nacido. Este tipo de atrocidad lo tenemos que tener presente siempre, es un trauma en el corazón de nuestra civilización, e insisto en que debería reservársele un apartado en los planes de estudio para prevenirnos de lo que puede llegar a hacer el ser humano, de la capacidad de odio -desarrolla-. Quizá lo más terrible, como también decía Primo Levi, era que los nazis se empeñaban en matar a personas que ya habían perdido la razón de vivir: ellos los cosificaban primero y sus víctimas terminaban cosificándose; les quitaban toda dignidad y deseo de vivir, de mantener la humanidad a la que pertenecían. Frente a eso, muchos pensadores, estas autoras entre ellos, se decían: no podemos dejarnos vencer".

"Sobre el tema del holocausto se irá reflexionando continuamente, porque es una página de la historia que no podremos olvidar -reflexiona-. También creo que los procesos históricos son subterráneos: todo tarda un cierto tiempo hasta que las personas llegan a hacerse una idea certera de lo que sucedió y los países, como las personas, necesitan atravesar un tiempo de duelo. Cada país tiene que reposar sus terroríficas verdades (en Francia, por ejemplo, el tema del colaboracionismo era tabú hasta hace bien poco); cada país tiene un trato con su memoria, pero los lectores también tienen que hacer con el pasado su trato personal".

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