Mito y realidad de Palestrina
Mapa de Músicas | Palestrina. 500 años.
La XLII edición del FeMÀS, que acaba de empezar, se ha puesto bajo la advocación de Giovanni Pierluigi da Palestrina en el quinto centenario de su nacimiento

Con un programa titulado El Príncipe de la Música, el conjunto británico Stile Antico abre esta misma noche en el Espacio Turina el ciclo de cuatro conciertos que el Festival de Música Antigua de Sevilla ha programado para conmemorar la efeméride del nacimiento de Palestrina. Los conjuntos Tasto Solo (San Luis, 27 de marzo), Vandalia (Alcázar, 3 de abril) y Cantoría (Alcázar, 10 de abril) completan el breve acercamiento a una de las figuras más relevantes y mitificadas de la historia de la música occidental.
Giovanni Pierluigi da Palestrina nació entre el 3 de febrero de 1525 y el 2 de febrero de 1526, puede que en la ciudad por la que fue conocido, Palestrina, una localidad de los Montes Sabinos cercana a Roma, la urbe en la que en cualquier caso pasó su infancia y se formó, como niño de coro en Santa Maria la Maggiore. Para su primer ejercicio profesional volvió a Palestrina, ejerciendo entre 1547 y 1551 de organista en la catedral de San Agapito. En 1550 el obispo de Palestrina se convirtió en papa con el nombre de Julio III y lo llamó para que se hiciera cargo de la Capilla Giulia, el coro formado por los canónigos de San Pedro.
Julio III murió en 1555, siendo sucedido por Marcelo II, que no llegó al mes de pontificado, y por Pablo IV, quien, mucho más rigorista que sus antecesores, prohibió que los cantores y maestros vinculados a los coros papales fueran laicos. Palestrina lo era, y de hecho estaba casado, pues había contraído matrimonio en 1547 con Lucrecia Gori, y en consecuencia fue despedido. Entró entonces a servir en San Juan de Letrán como maestro de capilla hasta que en 1561 fue llamado para ocupar ese mismo puesto en Santa Maria la Maggiore, una vuelta a sus inicios. Desde 1567 trabajó en el Seminario Romano, institución educativa para la formación del clero. En 1571 regresó a San Pedro como maestro de la Capilla Giulia, posición que ocupó hasta su muerte, ocurrida el 2 de febrero de 1594.
Palestrina se formó en el estilo de la gran polifonía imitativa que los francoflamencos de la generación de Josquin habían elevado a un lenguaje musical de alcance universal, en el que la arquitectura sonora, la expresividad melódica y el equilibrio contrapuntístico alcanzaron una perfección sin precedentes, sirviendo de modelo para toda la música sacra occidental. El humanismo había dotado a la música de Josquin y sus contemporáneos de una claridad, una naturalidad y una emotividad que generaciones posteriores no mantuvieron. Los músicos nacidos en torno a 1500 (Morales, Gombert, Willaert...) llevaron la polifonía a un grado de elaboración extrema, con una escritura densa en la que la imitación continua generaba texturas enrevesadas y prácticamente inextricables. Las frases se entrelazaban sin cesura, eliminando casi por completo las cadencias y difuminando la articulación formal. Este refinamiento, llevado al límite, ponía en riesgo la inteligibilidad del texto y exigía de los intérpretes una precisión absoluta para mantener la claridad en la superposición de líneas melódicas.
Este estado de cosas fue tratado en el último período de sesiones del Concilio de Trento, iniciado en 1562. Se condenó la introducción de elementos profanos en el culto tanto como la prolija complejidad de las texturas polifónicas que hacían ininteligibles los textos. Aunque no parece que la polifonía estuviera nunca en peligro es posible que algunos delegados abogaran por prohibirla, pero no lo consiguieron. Todo lo más se hicieron recomendaciones para favorecer la inteligibilidad textual. Sin embargo en 1607 un comentario de Agostino Agazzari hizo responsable a Palestrina de haber salvado la polifonía con una obra: “Y por esta razón la música habría llegado casi al punto de ser prohibida en la Santa Iglesia por el soberano pontífice de no haber encontrado Giovanni Palestrina el remedio, demostrando que el fallo y el error estaban no en la música, sino en los compositores, y componiendo para confirmarlo la misa titulada Missa Papae Marcelli”. En 1828, Giuseppe Baini escribió una biografía de Palestrina en la que dio crédito y difundió esta leyenda convirtiendo a Palestrina en un mito al que se le dedicaron hasta óperas.
En realidad fue el flamenco Jacobus de Kerle quien en aquel 1562 publicó una colección de responsorios titulada Preces speciales pro salubri generalis Concilii successu (es decir, Oraciones especiales por el éxito total del Concilio) en el que a través de una escritura fundamentalmente homofónica y silábica parecía asumir los dictados tridentinos. En cuanto a la Misa del Papa Marcelo, dedicada a ese papa que apenas reinó un mes en 1555, fue editada en el Missarum liber secundus de Palestrina (Roma, 1567) y aunque incluía un Gloria casi rigurosamente homofónico-silábico y un Credo que combina polifonía con homofonía, se cerraba en el Agnus Dei con un ejercicio de virtuosismo contrapuntístico a siete voces que no parecía tan cercano a los nuevos preceptos romanos. Con todo, Palestrina se convirtió durante las siguientes décadas en el gran modelo de los compositores que trabajaban para la capilla de los papas, donde se rechazó mucho tiempo la modernidad de la monodia acompañada y el estilo concertante que se extendía por doquier.
Palestrina fue conocido fundamentalmente por su música sacra: 104 misas en un tiempo en que los compositores preferían otros géneros, 373 motetes, 73 himnos, 9 ciclos de lamentaciones, 11 letanías, 35 magnificats, 69 ofertorios y otras muchas obras salidas de sus numerosas publicaciones (siete libros de misas en vida y otros cinco en la década posterior a su muerte; siete libros de motetes y seis más de otros géneros), misceláneas y manuscritos.
El cuarto de sus libros de motetes a cinco voces, que se publicó en Roma en 1584, estaba completamente dedicado al Cantar de los Cantares e incluía una carta del compositor al Papa Gregorio XIII lamentando su antigua dedicación a escribir música sobre el “tema de los amores ajenos al buen nombre y la profesión de los cristianos” en alusión a su primer libro de madrigales a 4 voces de 1555, y el primero a cinco voces de 1581. El arrepentimiento no le duró mucho, pues en 1586 dio a la prensa –en Venecia, eso sí– un segundo libro de madrigales profanos a 4. En 1594 apareció en Roma otro libro de su autoría con el tírulo Delli Madrigali spirituali a cinque voci. Libro secondo, acaso reconociendo con el ordinal que aquel libro de 1584 no contenía en realidad motetes. Los madrigales de Palestrina alcanzaron gran popularidad en su tiempo; algunos de los más famosos se publicaron en colecciones misceláneas y generaron durante décadas una importante literatura de glosas y disminuciones, que hizo avanzar el arte instrumental. También en eso fue Palestrina un Príncipe de la música.
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