Una panorámica del Prado en la ciudad
La Casa de Iberoamérica acoge esta muestra itinerante con obras del siglo XVI al XIX de las principales escuelas europeas y los grandes autores representados en la pinacoteca.
Los objetos hablan. Pintura y objuetos de los fondos del Museo del Prado. Casa Iberoamérica, De martes a domingos, de 10.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00. Visigas guiadas de jueves a sábados, a als 20.00. (Otras visitas en 956288296).
Los objetos, que también hablan, evocan recuerdos, sensaciones, emociones... Los que guardamos en un cajón repleto reliquias de nuestras vidas o los que usamos en nuestro hacer cotidiano. Son depósitos de nuestra memoria, la individual y colectiva, y de la memoria del arte, la historia del arte de un museo como el del Prado, que hoy abre sus puertas desde la Casa de Iberoamérica gaditana, a través de una panorámica de sus colecciones y de los objetos que se retratan en ellas.
Con esta filosofía nace Los objetos hablan, una exposición itinerante con la que la pinacoteca española viaja por primera vez a la ciudad, de la mano de la Obra Social la Caixa, la Fundación Cajasol y el Ayuntamiento de Cádiz. Una selección de 60 pinturas y objetos que de forma transversal exhibe las principales escuelas de los siglos XVI al XIX, los grandes nombres del Prado, de Velázquez a Murillo, pasando por Rubens, Goya o Brueghel 'el Viejo'. Una exposición que disecciona los extensos fondos del Museo Nacional del Prado- con 7897 pinturas en total- a lo largo del tiempo, sus autores y las distintas escuelas europeas, "a través de la importancia que los objetos tienen en nuestra vida", explicó ante los medios el comisario de la exposición, Fernando Pérez Suescun. De la más antigua, una moneda de Felipe II de 1582, hasta la más actual, obra de Cecilio Pla, seguidor de Sorolla de principios del XX, procedentes "de las paredes de la exposición permanente algunas, otras del depósito temporal de otras exposiciones y de los propios almacenes", puntualizó el comisario.
Cuatro son las secciones que dan vida a esta dimensión matérica, simbólica o conceptual con que se presenta cada pieza, en diálogo siempre con otras obras colindantes, con su propio contexto y con el propio espectador, al que se le plantean algunos retos y juegos visuales. Otra forma de mirar un cuadro, más allá del propio retratado, su mirada o su rostro, indagando entre los detalles de sus vestimentas, abalorios o piezas de las que se rodean.
La clave está en el objeto es el título de la primera sección, "que es una toma de conciencia para plantear la importancia que tienen los objetos representados en el cuadro", señaló el comisario.
Entre ellas figura una de las cuatro obras nuevas con que la itinerante llega a Cádiz, en cierto modo vinculadas a la tierra, en un guiño a la ciudad. La primera es el retrato de Luis María de Borbón, cardenal de Santa María della Scala de Roma, cuyo papel fue importante en las Cortes constituyentes de Cádiz de 1810. Una obra de Goya en la que se muestra con condecoraciones e insignias "que habla de la recuperación de la figura pública del personaje", incide elcomisario.
Destaca El charlatán sacamuelas (1620-25), que protagoniza un médico callejero, bajo el que se despliega un bodegón muy fidedigno de material quirúrgico.
En Los objetos nos retratan se ahonda en la forma en que nos define nuestra indumentaria, a través de las distintas secciones dedicadas a las féminas, niños y hombres. La joya que delicadamente muestra Isabel de Francia, reina de España, en una obra de Frans Pourbus 'el Joven' da buena muestra "del orgullo de portar una joya probablemente regalada por su prometido".
El juego visual es constante en el recorrido, como el de abanicos que portan de forma más seria La dama del abanico (1570-73) de Alfonso Sánchez Coello, o más sensual de La tirana de José Casado de Alisal. También despunta en la pintura de los niños los grandes objetos que los convierten en futuros reyes o que los previenen de malos augurios, como puede verse en la pieza de La infanta Margarita de Santiago Morán.
Otra de las novedades es la del retrato del Conde de Colomera, acompañado de dos cuadros dentro del cuadro con episodios de guerra, uno de ellos en Gibraltar.
Los bodegones, enfrentados por austeridad frente al caos los españoles y flamencos, juegan un papel en la muestra, además de los elementos mitológicos o religiosos. Llama la atención las lunas reflejadas como símbolos de la feminidad en obras tan dispares como La Inmaculada Concepción de Murillo -como novedad- o Diana en un paisaje, de Louis Michel Van Loo.
La tercera sección, Un mensaje escondido, indaga en el simbolismo que a veces ocultan los objetos. Como el amor encubierto de quien recibe un ramo de flores, en la obra Raimundo de Madrazo, Felicitación de cumpleaños; o la pieza de Zurbarán sobre la historia de San Diego de Alcalá.
Por último, El coleccionismo plantea ante el espectador el interés suscitado a lo largo de la historia por coleccionar, "por el sentido de la posesión o por pura ostentación", señalaba Pérez Suescun. Como expresión pictórica destaca la obra La vista y el olfato de Jan Brueghel 'el Viejo', repleto de exquisitos detalles de colección, o el retrato de Carlos III en el salón de los espejos, de Carreño de Miranda, plantado frente a un espejo del siglo XVII. Cerca de este objeto se exhibe, en un guiño al propio Prado, la Escribanía de plata de uno de sus directores, de 1847, o la paleta real del pintor Eduardo Rosales, "con la que pintó el testamento de Isabel II". Objetos que evocan momentos, recuerdos o sueños. Que dialogan a través del arte.
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