Pascal Bruckner: "El pene ha entrado en la era de la sospecha"

El pensador francés publica ‘Vivir en zapatillas. Sobre la renuncia al mundo en la actualidad’ (Siruela), un ensayo en el que reflexiona sobre la sociedad después de la pandemia

El escritor Pascal Bruckner.
El escritor Pascal Bruckner. / Blanca Millez / Efe
Cristina Cueto

10 de marzo 2025 - 06:30

Pascal Bruckner (París, 1948) es un pensador sin pelos en la lengua. Un ensayista que saca pecho por ser políticamente incorrecto. Pronosticó el auge de la cultura woke antes de que muchos supieran su significado. Da fe de ello Vivir en zapatillas. Sobre la renuncia al mundo en la actualidad (Siruela), un breve ensayo en el que reflexiona sobre la sociedad después de la pandemia. Han pasado cinco años y, sorprendentemente, para muchos parece un episodio lejano. El pensador vuelve a esa época para dibujar los últimos resquicios. Una sociedad en la que impera inconformismo, sí, pero también el miedo a salir del calor del hogar. Algo así como “la renuncia al mundo”.

Pregunta.Vivir en zapatillas. Sobre la renuncia al mundo en la actualidad arranca con la pandemia y  sus consecuencias. Parece mentira que no recordemos apenas todo lo vivido, ¿cree que el olvido funciona como el arma más eficaz?

Respuesta.Sí, el ser humano tiende a olvidar los traumas más recientes y a recordarlos más adelante. Esto ocurre sobre todo cuando la adversidad que se ha superado ha afectado a toda la humanidad. Si tuviéramos que avanzar en la vida cargados con todas las desgracias que hemos vivido, seríamos incapaces de progresar. Hacer borrón y cuenta nueva es saludable.

P.Indica que una de las grandes fobias que resucitó el Covid 19 fue “el miedo del otro”. ¿Es uno de los grandes males que siguen perdurando, más allá del sentido hipocondríaco al que se refiere?

R.El miedo al otro, inherente a toda sociedad humana, vino acompañado del miedo al otro enfermo, portador de un virus capaz de atacarnos. Desde 2020, se ha generalizado el uso de mascarillas, sobre todo en el transporte público, y en cuanto alguien tose en el metro o el autobús, todo el mundo se levanta o se tapa la cara. El Covid convirtió a todos los seres humanos, incluso a los más cercanos, en una amenaza potencial que debe aislarse en cuanto presenta los síntomas del mal que queremos evitar.

P.¿Cuáles son las consecuencias de esa pérdida de la libertad como ideal que describe?

R.A la hora de afrontar crisis graves, la libertad es el primer valor que se sacrifica en favor de la seguridad. Los riesgos que corremos hacen que renunciemos muy rápidamente a nuestras libertades para preservar al grupo, a la familia o a los individuos. Todo aquel que promete a los humanos que los protegerá del caos es aclamado como un salvador: ¡mire a Trump! Salvo que el nuevo presidente de los Estados Unidos ha tomado las riendas de un país fuerte, poderoso y en plena prosperidad. ¡Ha conseguido victimizar a todo un país!.

P.Uno de los aspectos positivos que ha dejado la pandemia –si puede considerarse así– es el rechazo a permanecer horas y horas en la oficina. ¿Hemos aprendido algo más?

R.Sí, la invención del teletrabajo es algo excelente, ya que nos ahorra horas de transporte. Ya casi no hay vida de oficina sin teletrabajo, sobre todo los viernes. Pero la ausencia de vida colectiva de los empleados les hace perder el sentido de la coherencia y del grupo. Quedarse en casa sin ver a nadie durante toda una semana es un tipo de aislamiento agotador.

P.Considera que el erotismo, especialmente el masculino, “entra en la era del desafío”. ¿De verdad cree que alguien considera que “el hombre es culpable por naturaleza por estar dotado de un pene”?

R.Lo dije en 1977 en Le Nouveau Désordre amoureux: el pene ha entrado en la era de la sospecha. Sobre los hombros de los jóvenes pesa una doble obligación: ser amantes eficientes y no imponer su deseo a su pareja en nombre del deseo masculino. En realidad, esta obligación ha existido siempre, pero ahora se expresa públicamente, y esto es algo nuevo.

Vivimos en un momento extraño: un neovictorianismo posterior a la revolución sexual”

P.Considera que “la lucha contra las agresiones es legítima”. Entonces, ¿por qué cree también que  “hacer el amor hoy es iniciar la guerra de todos contra todos”?

R.No escribí exactamente eso. El campo amoroso también está estructurado como un campo de batalla. El aumento del poder de las mujeres en el espacio público viene acompañado de cierta hostilidad hacia el género masculino: en los asuntos judiciales, el hombre es sospechoso desde un principio y la presunción de inocencia a menudo se descarta porque la culpabilidad del acusado parece evidente. Es una de las consecuencias del #MeToo y muchas feministas (como Marie Dosé o Caroline Fourest en Francia) denuncian estos excesos que desacreditan una causa justa.

P.También aborda el auge, en cierto sentido, del puritanismo. ¿Es compatible con una época en la que, por ejemplo, consumir pornografía es gratuito y totalmente accesible?

R.Sí, el neopuritanismo no es incompatible con el consumo masivo de películas X, especialmente por parte de adolescentes que lo confunden con su educación sentimental. También en este caso, el deseo y sus expresiones son declarados ilegítimos por algunos. En nombre de la justa lucha contra la violencia sexista, también se corre el riesgo de menospreciar comportamientos como la seducción o la galantería. Lo más preocupante, en mi opinión, es la falta de deseo de una parte de la población por las relaciones amorosas, lo que un periódico francés llamó la recesión sexual de la juventud. Perder el gusto por el amor y la carne es también perder el gusto por la vida, el gusto por el riesgo y el deslumbramiento. Vivimos en un momento extraño: un neovictorianismo posterior a la revolución sexual. Las tornas han cambiado.

Hoy estamos atrapados entre dos ogros, Trump y Putin, y entramos en pánico a pesar de que esta situación se anunciaba desde hace mucho tiempo"

P.La pandemia llegó a asemejarse a las grandes guerras. Sin embargo, ¿no cree que el covid en lugar de reforzar la identidad europea ha puesto en jaque la cooperación entre países?

R.Cada nación europea ha elegido su propia manera de luchar contra la pandemia en función de sus medios y sus prejuicios. Es lamentable que algunas empresas farmacéuticas se hayan trasladado a Estados Unidos, en lugar de haber elaborado una estrategia común europea. Me enfurece por ejemplo descubrir que Moderna está desarrollando una nueva generación de vacunas de ARN mensajero, recibiendo millones de dólares de Estados Unidos. Europa es floja y está demasiado dividida.

P.¿Cree que hemos salido mejores de la pandemia, cómo se solía vaticinar?

R.No, no aprendemos nada de nuestras desgracias. La experiencia es una linterna ciega: solo ilumina a quien la lleva, decía Goethe. Si se produjera una nueva epidemia, ¿estaríamos mejor preparados? Lo dudo. El hecho es que, gracias al ingenio humano, la Covid se ha convertido en una enfermedad común y curable. Felicitemos a nuestros médicos y laboratorios. Hoy estamos atrapados entre dos ogros, Trump y Putin, y entramos en pánico a pesar de que esta situación se anunciaba desde hace mucho tiempo. El único beneficio de una pandemia o de un ataque masivo es reforzar la solidaridad entre los hombres, al menos por un tiempo. La gran pregunta es: ¿estaremos a la altura?

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