“Ignacio sigue siendo un personaje muy importante de la historia de España”

Pedro Miguel Lamet | Escritor

El periodista y jesuita gaditano publica ‘Para alcanzar el amor’ (Esfera de los Libros), una novela histórica que se acerca a la figura de San Ignacio de Loyola desde la óptica de su primer biógrafo

El escritor, periodista y jesuita gaditano Pedro Miguel Lamet.
El escritor, periodista y jesuita gaditano Pedro Miguel Lamet.

Pedro Miguel Lamet (Cádiz, 1941) regresa a San Ignacio de Loyola, al poderoso personaje que fundó la Compañía de Jesús. El escritor, periodista y jesuita gaditano se acerca al santo vasco a través de la novela histórica Para alcanzar el amor (La Esfera de los Libros), en la que recurre al primer biógrafo de Ignacio, Pedro de Ribadeneira, para ahondar de nuevo en su figura.

–¿Por qué vuelve literariamente a San Ignacio, independientemente de su condición de jesuita?

–Yo escribí hace veinte años una novela histórica, la primera histórica que escribí y que se titulaba El caballero de las dos banderas. Recoge su época de soldado desgarrado y vano, como él decía, y su conversión, su peregrinaje y demás. Pero me quedaba una época muy difícil que era un desafío para mí convertirlo en algo legible, una novela histórica agradable de leer. Se me ocurrió la idea de introducir su época más difícil, en la que está asentado en Roma y que, desde aquel observatorio, después de haber pasado su vida caminando “solo y a pie”, como decía, dirigir ese pequeño mundo de una Compañía de Jesús que empezaba a ser relevante. Y con todos los problemas de tipo político, eclesiástico, la relación con los Papas, alguno nada afectos, la relación con Carlos V, luego Felipe II... En fin, el mundo difícil que le rodeaba y que era muy parecido al nuestro, que creo que tenía un especial interés hoy día.

–¿Echa mano de una novela histórica, y no de una biografía, porque se acerca a Ignacio de Loyola de una manera especial?

–Bueno, biografías existen muchas, buenas, pero en general, quitando quizás la de José Ignacio Tellechea, difíciles de leer. Creo que la novela histórica aporta algo que es muy importante, que es rigurosa, que a mí no me gusta ese estilo en que se inventa la mayoría de lo que se escribe. Yo hago algo que es poner en escena, como en los grandes relatos de televisión, que se cuenta la puesta en escena de una vida y una historia, y yo soy muy riguroso con la historia pero también riguroso con la forma de vivir de la época. Esto es doble investigación, porque hay que investigar la historia y luego ser también muy riguroso en cómo se vivía, cómo se comía, cómo se viajaba...

–El lenguaje también.

–Sí. Hombre, evidentemente no vas a hacerlo como un autor de aquella época, pero te acercas un poco. Tampoco en las películas históricas lo hacen exactamente igual. Realmente haces también un esfuerzo para que sea inteligible para el mundo de hoy.

–Echa mano de un biógrafo de Ignacio de Loyola, el toledano Pedro de Ribadeneira, más joven pero coetáneo, que lo conoció. ¿Por qué recurre a este biógrafo?

–Fundamentalmente porque al ser tan joven –admitido con 14 años en la Compañía tras ir a Roma como paje del cardenal Farnesio– recorre toda la vida de Ignacio, su vida en Roma. Yo me coloco en la perspectiva de los 83 años de este hombre, de vuelta a Toledo para recorrer, y también juzgarse a sí mismo, todo lo que ha vivido. Y me baso en unas confesiones suyas, en una autobiografía, que tampoco me invento el personaje, es también histórico. Él también se autocorrige en lo que fue su biografía, que fue la primera biografía de San Ignacio de Loyola. Realmente es un personaje privilegiado para contar su vida.

–He leído que la novela contiene también alguna autocrítica, imagino que se refiere a esta revisión del narrador.

–Sí, sí. Él, de la infancia de Ignacio, prácticamente no habla nada, y creo que son cosas importantes. Luego, se le ha criticado que de sus defectos no hablaba, y yo hablo de esos defectos y de los problemas que tuvo Ignacio con alguno de sus primeros compañeros más queridos de París. Ahí es donde está por mi parte la mayor ficción, porque a esa edad el hombre no podía hacer una autocrítica como nosotros ahora. En eso está la ficción, pero me permite analizar críticamente lo que sabemos de Ignacio.

–¿Imagino que no será necesario leer la novela con ojos de fe?

–No, no. Ten en cuenta, como digo al final del epílogo que siempre escribo para aclarar un poco cómo he hecho el libro, que Lenin admiraba a Ignacio por su fuerza; Lenin, Roland Barthes y Chris Lowney, un norteamericano que fue jesuita y que ha hecho un libro sobre el liderazgo ignaciano aplicado a la empresa de hoy día. Porque, claro, Ignacio era un psicólogo y tenía una capacidad tremenda de dirigir a los hombres y de discernimiento. O sea, Ignacio siempre ha interesado para bien o para mal, para criticarlo o no, a todo tipo de gente: creyentes, no creyentes, protestantes, católicos..., todo tipo de gente. Sigue siendo un personaje muy importante de la historia de España. Ten en cuenta que antes de la expulsión de la Compañía de España en el siglo XVIII, la formación, los libros de texto que había en las universidades y colegios españoles estaban escritos por jesuitas.

–Casi cuatro siglos después de su canonización en 1622, el mismo día también que otros grandes santos como Felipe Neri, Francisco Javier y Teresa de Jesús, ¿qué queda de Ignacio de Loyola?

–Fundamentalmente, el secreto de la Compañía de Jesús, que es la fuerza renovadora de los ejercicios espirituales como una especie de formación de personas y de cambio de mentalidad para el servicio. Y, por otra parte, diríamos que la refundación de la compañía para la mentalidad de hoy hecha por el padre Pedro Arrupe, cuyo proceso de canonización ha comenzado. Él refundó la Compañía de Jesús para el mundo moderno, releyó a San Ignacio para el mundo moderno.

–¿Cómo está viviendo Pedro Miguel Lamet esta pandemia?

–Pues mira, ya que hemos hablado de los ejercicios espirituales, como una especie de retiro (ríe), es decir, esto es un retiro obligatorio y para toda la gente. Entonces, hay gente que cuando aparece el silencio, se cabrea más y se estropea más por dentro; en cambio, cuando el silencio se toma como un crecimiento interior para escuchar en lo más profundo de uno mismo, entonces el silencio libera. Y creo que esta es la opción que tenemos que tomar en estas circunstancias. Como decía el sevillano doctor Rojas Marcos en una entrevista que le hice para una revista, es una ocasión buena para renacer cada día, reprogramarse cada día. Creo que ese es el buen camino.

–Ya se está diciendo que cuando salgamos de ésta, esto va a ser como aquellos felices años 20, la época de entreguerras... ¿Cómo saldremos como sociedad?

–Bueno, ya lo está siendo de alguna manera... Vamos a usar el término gaditano: el cachondeo (ríe) que hay por algunas terrazas de Madrid es impresionante. Es decir, llena de gente porque la gente está necesitada de respirar, y aunque tenga que marcharse a las diez de la noche, sale despendolada.

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