Cómics
Desde Rusia con temor
No es una "obra historicista", no es una obra que hable de "Salvador Allende", no es una obra "cómoda". Marco Layera, el director de la compañía La Re-sentida, recalca, incisivo, todo lo que no es La imaginación del futuro porque "quien piensa que esta obra es un homenaje a Allende sale molesto del teatro".
Cierto que los chilenos toman como punto de partida "un hecho que marcó la identidad nacional" de su país para montar "una ficción, una fábula" enmarcada en un lugar y un tiempo "realmente indefinido", un espacio "poético futuro y presente" que mira al pasado para hablar "de la clase política actual, la clase de izquierdas de nuestro país que se aburguesó y renunció a los ideales de izquierdas acomodándose en adiestrar el sistema neoliberal que les dejó la dictadura", dice Layera que es consciente que esta situación también se está experimentando en otros muchos países por lo que la obra tiene un sentido "bastante universal".
La imaginación del futuro nos muestra a un grupo de modernos ministros de Estado que intentan asesorar al presidente Salvador Allende en sus últimos días y salvar su gobierno. ¿Podrán torcer la historia? ¿Podrán evitar los 17 años de oscuridad que se avecinan y cuyas consecuencias arrastra el país hasta hoy?
"Por eso digo que más que de hablar de Allende hablamos de política actual y de la clase dirigente de hoy en día, la clase política de izquierda chilena que relativiza la imagen de Allende y la modifica cuando le conviene; es una clase política de izquierda oficialista que cada vez se parece más a la derecha, algo así como lo que ha pasado en España con el PSOE", critica el dramaturgo que se considera "una persona de ideología de izquierdas" y "por eso" pone en cuestión a esa izquierda acomodada "producto de la transición entre la dictura y la democracia".
Así, La Re-Sentida recoge, de alguna manera, ese nuevo despertar, esas nuevas inquietudes "puestas en la calle por la ciudadanía y no por la clase política" en un teatro "muy generacional, muy iconoclasta". "Los estudiantes en lo que se llamó la Revolución Pingüina, luego se sumaron los universitarios, reclamaban la educación gratuita y calidad, porque en Chile existe una desigualdad grosera en ese sentido y que es fruto del legado que dejó la dictadura; luego llegaron las reivindicaciones de las minorías sexuales, de los obreros, del pueblo mapuche... La gente ha estado reclamando un cambio porque no puede ser que vivamos bajo una Constitución de los años 80. También hay gente que no piensa eso pero son temas, es un debate, que está en la sociedad y que la clase política no ha sabido poner sobre la mesa", reclama.
Y es que para la compañía que nació en 2008 el teatro también debe recoger esas inquietudes. "Más que plantear verdades, el teatro debe servir para hacer nuevas preguntas, para mirarnos a nosotros mismos, para mirar nuestras llagas; no hacemos teatro para acusar con el dedo al toro, al distinto, eso es panfletario; hacemos teatro para mostrar nuestras contradicciones como generación, la que reivindica de día y por la noche brinda con una copa de champagne", reflexiona.
En esta complicada senda anda La Re-Sentida. En un camino que "para nada es rupturista", asegura, pero que juega "con la gama de las emociones sin prejuicios ni pretensiones". ¿Provocadores? "No sé, es que no concibo una sala de teatro en la que no pase nada... El teatro creo que tiene que ser descarado", contesta.
Un teatro que cuestiona y que está siendo "muy bien entendido" por "los jóvenes". Por contra, La imaginación del futuro, quizás, es "más molesta" para esa generación que sacraliza a Allende, "personas que lo ven como un icono y que crecieron políticamente con Allende como mito. Nos pasó, por ejemplo, en Avignon, que a algunas personas que fueron a ver la obra no les gustó que lo descontextualizaramos, y yo lo entiendo, pero es que no han visto el desarrollo de la sociedad chilena hasta el día de hoy y no entendieron que utilizamos el recurso de desacralizarlo para hacernos esas preguntas de por qué hemos llegado a donde estamos".
Y en el planteamiento de esos interrogantes es donde La imaginación del futuro se torna "tan cruel como pesimista", valora el dramaturgo que es consciente del paralelismo entre las reivindicaciones que se hacían en el panorama político de los 70 y las actuales. "Y también del miedo, de que si alguien llega como llegó Allende pueda venir detrás otro golpe de Estado, otro Pinochet". Porque, cargando con su pesimismo y todo, Layera reconoce que "lo más bello" de toda aquella esta experiencia fue "que Allende mostró un camino al socialismo por la vía democrática y pacífica" pero que es un camino "que no le convenía a nadie", a ninguno de los dos bloques que dominaban el mundo, y que su muerte también significó "la muerte de esa utopía".... ¿O no? "Hay un nuevo despertar pero es que no sabemos de quién fiarnos, ése es el problema".
También te puede interesar