Una pieza para un Museo

El hallazgo del sarcófago en 1887 trascendió a la comunidad científica internacional e impulsó la investigación de la arqueología fenicia en España

Momento en que se procede al levantamiento de la tapa del sarcófago, el 1 de junio de 1887.
Momento en que se procede al levantamiento de la tapa del sarcófago, el 1 de junio de 1887.
Virginia León / Cádiz

27 de mayo 2012 - 05:00

La expresión 'una pieza de museo' nunca alcanzó mayor sentido que con el hallazgo del sarcófago antropoide fenicio masculino. Su descubrimiento se tradujo en el nacimiento del Museo Arqueológico Provincial en el callejón del Tinte, en diciembre de 1887 -a los pocos meses de su aparición-, para encumbrar la pieza más emblemática que todavía hoy luce entre sus laberínticos muros. La importante colección arqueológica que hoy atesora la pinacoteca provincial comenzó a fraguarse entonces junto a los demás restos de enterramientos romanos también procedentes de las excavaciones de Punta de Vaca (terrenos de Astilleros, aproximadamente por el actual cuartel de la Guardia Civil), además de donaciones particulares y objetos reunidos por la Comisión de Monumentos Histórico Artísticos.

Eran los primeros pasos de un camino hacia la salvaguarda del patrimonio arqueológico, en una época en la que apenas existían nociones científicas para su protección. Pero aquel sarcófago localizado en Cádiz importado siglos atrás desde Sidón, no era cualquier pieza. Su aparición sacudió la historia de la arqueología fenicia española, impulsando la excavación de otros relevantes asentamientos fenicio púnicos documentados como los de Ibiza o Villaricos, allá por los 60. Y, en apenas unos meses, la noticia trascendió a la comunidad científica internacional, entre los informes, publicaciones y foros protagonizados por los más ilustres expertos en la materia.

Entre ellos, Emil Hubner, que no dudó en fecharlo en el siglo V.a.C. desde la fotografía que le envió su colega malagueño Manuel Rodríguez de Berlanga, y que en noviembre de 1887 difundió la noticia en Berlín.

De Berlanga llegó a Cádiz en agosto de aquel año para recopilar toda la información posible, por encargo del propio Hubner, de los nuevos hallazgos de epígrafes romanos de otros enterramientos aparecidos en los terrenos de Astilleros. Por aquel entonces se estaba realizando la explanación de aquel terreno para la construcción del pabellón de la Exposición Marítima Nacional, que pronto se celebraría en la ciudad.

Fue entonces cuando se topó de frente con el revelador sarcófago, cuya noticia publicó rápidamente en la Revista Archeológica de Borges de Figueiredo, en la que también se hace eco de la presentación de Hibner en Alemania. Insertó asimismo en un apéndice de su obra El nuevo bronce de Itálica -cuyo título poco tenía que ver con el asunto que hoy tratamos- unas 50 páginas de los hallazgos de Cádiz, entre los que figuran planos con los primeros dibujos del sarcófago, que todavía hoy se conservan.

El papel de ambos expertos fue por tanto crucial "en los estudios de la arqueología fenicia en España y se debe directamente al hallazgo del sarcófago antropoide masculino de la Punta de la Vaca de Cádiz", explica Ramón Corzo, ex director del Museo Provincial de Cádiz. Las palabras del erudito alemán fueron incluso "premonitorias", pues nada más conocer la nueva aparición publicó que "formaría una época en la arqueología peninsular".

También se interesó por el revelador hallazgo Pierre Paris, que acertó al afirmar que se trataba una pieza importada. El propio Pelayo Quintero Atauri, que en 1904 llegaría a la ciudad y en 1918 se convertiría en el director del Museo de Bellas Artes -que no del Arqueológico-, también estudió la pieza. Así que nada tuvo que ver con el hallazgo, como todavía hoy se piensa.

Eso sí, fue él mismo quien iniciaría en Cádiz la investigación de la necrópolis fenicio-púnica, pese a los escasos métodos científicos de los que antes disponían.

Desde entonces el sarcófago antropoide fenicio masculino ha sido reiteradamente reflejado en numerosas obras y revistas de arqueología fenicia de todo el mundo.

excavado en la roca

El sarcófago apareció el 30 de mayo de 1887 en una cista de sillares junto a otras dos adyacentes excavadas en la roca, a unos seis metros bajo tierra y cubiertas de barro. En el interior de la mayor de las cistas apareció el sarcófago antropoide fenicio masculino, mientras que en las otras dos, de menores dimensiones, aparecieron los restos óseos de un hombre y una mujer. Éstas dos fueron descubiertas el 10 de marzo, con un esqueleto de hombre, restos de armas de hierro y huesos de animales tallados, en uno de ellos, y un esqueleto de mujer y algunas joyas, en el otro.

El ajuar del suculento sarcófago parecía bien cortito. Solo apareció una vasija de barro, que bien podía ser un ungüentario, restos de un sudario, madera de cedro -que podría pertenecer a una caja- y dos clavos de cobre vinculados a los restos de madera, aparte del esqueleto.

Poco contenido para tanto contenedor, se alzan algunas voces. Entre ellas las del director del Museo de las Cortes, Juan Ramón Ramírez, que en su obra Los primitivos núcleos de asentamiento en la ciudad de Cádiz, datada en 1982, anunciaba que "parece evidente que el ajuar ha sido expoliado poco antes de la apertura oficial". Achacaba tal suceso "a la incorrecta posición de algunos huesos en el momento de la apertura", entre otros detalles como la aparición de "un vasito de barro de debía ser de origen romano y que se introdujo para disimular el saqueo".

En la actualidad, nada se sabe de aquellas piezas, aunque en la pinacoteca provincial se exhiben otras tantas procedentes de aquellas reveladoras obras.

El ajuar fue descubierto junto a los restos de su dueño dos días después de su hallazgo, el miércoles 1 de junio, a las ocho y media de la mañana, momento en que se produjo la apertura oficial a cargo de Cayetano del Toro, que entonces acudía en calidad de presidente de la Diputación de Cádiz y como miembro de la comisión del Museo Arqueológico; Adolfo de Castro; el arquitecto provincial Amadeo Rodríguez y otra serie de personalidades gaditanas que pronto supieron de la relevancia de aquel sarcófago de mármol blanco.

Fueron los únicos testigos del lugar exacto en que apareció, pues rápidamente procedieron a los desmontes del terreno, destruyendo el contexto histórico en que se produjo tal enterramiento. Tanto es así que incluso el propio Manuel Rodríguez de Berlanga comprobó cómo se reutilizaban los sillares de la tumba para construir nuevos escalones en las obras de la inminente exposición marítima gaditana.

Pese a las expectativas que despertaba el terreno, fue éste, el del sarcófago antropoide fenicio masculino, el último de los hallazgos de Punta de Vaca, y el más importante de todos. Una pieza para la que se hacía imprescindible un Museo digno de ella. El germen del que hoy se levanta en la plaza de Mina, en cuya fachada luce con orgullo un pequeño cartel con su solemne rostro.

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