"Desde el primer momento me di cuenta de la trascendencia de mi investigación"
La última novela del escritor jerezano, 'Los amores oscuros', ha levantado una gran polémica al relatar con respeto la bellísima historia de amor entre Federico García Lorca y Juan Ramírez de Lucas
Los amores oscuros, de Manuel Francisco Reina (Jerez, 1974), es una novela que retrata el convulso Madrid de los años treinta, las disputas políticas y sociales, y el hervidero cultural en el que está convertida una España que está a punto de explotar. Pero, sobre todo, es la reivindicación de una bellísima historia de amor truncado, condenada durante años a la oscuridad, entre Juan Ramírez de Lucas y Federico García Lorca.
-¿Qué supone personalmente para usted presentar su última novela en su ciudad natal?
-Para todos creo que es importante la toma de contacto con la tierra. Presentar este libro en los sitios donde comencé a dar mis primeros pasos vitales y profesionales, rodeado de familia, profesores y amigos, convierte esta presentación en un hecho biográfico. La Luna Nueva, la librería donde se celebró la presentación de mis Amores oscuros, fue el lugar a donde acudía desde adolescente a buscar esos libros especiales de poesía, filosofía o historia que me han nutrido hasta hoy. Creo que incluso el hecho de que intentasen sabotear la presentación, en nombre de la familia del protagonista -eso decía quien interrumpió el acto-, es un acto de destino en el sentido de que tenía que ser delante de los míos como testigo, donde los que tanto tiempo han cubierto de oscuridad una historia tan luminosa debían retratarse.
-¿Cuánto hay de novela histórica, cuánto de novela intimista y cuánto de reivindicación incluso autobiográfica en los amores oscuros?
-Toda obra, incluso la más académica, es autobiográfica en el sentido de que es nuestra propia interpretación la que tamiza los datos. Creo que cada historia busca su forma.
Yo, al principio, comencé la investigación con la idea de escribir un ensayo. Enseguida me hice cargo de que la emoción que aún hoy, 75 años después, atesoraban los pocos testigos directos o interpuestos por confidencias a terceros de aquella vivencia, era imposible hacerlo con la asepsia académica de la ensayística. Entonces me di cuenta de que había modelos narrativos válidos para plasmar esta emoción. Con la forma de la llamada novela testimonio, que acuñara Capote con A sangre fría, y luego hayan continuado maestros como García Márquez con El coronel no tiene quien le escriba o Crónica de una muerte anunciada, o Vargas Llosa con su Guerra del fin del mundo, o la prematuramente desaparecida y amiga mía Dulce Chacón, en La voz dormida, permiten la recreación narrativa de una investigación histórica, periodística o literaria en forma novelada.
-¿Es consciente de la repercusión que la publicación de ese libro supone para la historia y la crítica literaria contemporánea?
-Desde el primer momento, cuando comencé a corroborar con mi investigación estos datos, me hice cargo de la trascendencia que podría tener. Se han hecho eco no sólo los medios españoles. Diarios como The Guardian se han hecho eco de la noticia que, sin lugar a dudas, abre nuevas vías de estudio. He hablado de esto precisamente, hace unos días, con Ian Gibson, el que con más intensidad ha trabajado el asunto junto con Penón. Él mismo siguió esta pista de Juan Ramírez de Lucas, pero no logró entrevistarse con él. Sabía que era importante pero no tuvo la oportunidad de verificarlo. Cada uno va elaborando sus estudios, honestamente, con el material que tiene, y esboza sus hipótesis con ello. Yo sólo he completado algunos espacios en blanco sobre el trabajo de los que me precedieron, y los que vengan después o están trabajando el mismo asunto, lo completarán. Yo he apoyado abiertamente desde los medios en los que he trabajado las iniciativas de Gibson, o Miguel Caballero, porque creo que son necesarias para esclarecer la verdad, y estaré con ellos en la misma fila. Lo importante es Federico y su obra, y yo aplaudo todos los descubrimientos de los demás estudiosos como míos.
-¿Qué pudo realmente llevar a Juan Ramírez de Lucas a ocultar esta historia durante toda su vida para finalmente posibilitar que se diera a conocer?
-Tres cuestiones fundamentales. La primera, el trauma de la pérdida de Federico, su primer amor y tan definitivo, que lo marcó a fuego toda la vida, y en cuya muerte, por el asunto del permiso paterno y el retraso del viaje a México, se sintió responsable. La segunda, la oposición familiar a desvelar esta historia, en un momento en el que la ley y el régimen dictatorial imponían la muerte, como en el caso Lorca, la cárcel o el exilio, como en otros muchos: Retana o Miguel de Molina, y esta 'ley de vagos y maleantes' estuvo en vigor hasta 1978. Finalmente, Juan rehace su vida sentimental a principios de los ochenta, le cuesta hacerlo cincuenta años, consigue volver a ser feliz, y posterga poner en limpio todo esto hasta que le sobreviene la muerte, aunque en su última hora explicita que se haga pública la historia. Está claro que el condicionamiento familiar fue también decisivo, como me han corroborado muchos amigos suyos de Madrid o Albacete. No hay ninguna dignidad en el silencio impuesto, sólo más dolor y sufrimiento. Más oscuridad.
-Elija: ¿Novela, teatro o poesía?
-Eso sería como elegir entre la música, el teatro o el cine. Yo lo elijo todo. ¿Por qué renunciar a cualquiera de estas manifestaciones de la cultura humana que nos sobrevive? Creo que hay mucho del concepto católico de pecado en determinadas elecciones o renuncias. Estoy con los griegos en que el verdadero pecado es de 'Hibris', el de soberbia. No hay nada pecaminoso en los sentidos o en la inteligencia, en la hermosura, mucho menos si van unidos. Como los griegos, también creo que cada sentimiento, cada idea, cada tema, elige su forma: poesía, teatro, narrativa o ensayo. Hay quien ha criticado que no escribiese un ensayo para este tema. Conforme pasa el tiempo estoy convencido de que la historia buscó su forma. Si los temas históricos sólo se pudiesen tratar en forma de ensayo, no se podría escribir sino en este género sobre cualquier personaje desde Alejandro Magno a Isabel La Católica, pasando por el distinguido Prim. Los ensayistas y los narradores, y yo he cultivado los dos géneros, trabajamos con los mismos materiales, pesquisas, e interpretaciones. Es más, muchas veces, la audacia de la novela, suele ir por delante de la ensayística.
Creo que cualquier obra literaria que merezca la pena debe tener el equilibrado carácter híbrido, con su dosis de narración, su pizca dramática, y su aroma poético.
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