"La razón no puede quedarse atrás en la búsqueda de la belleza"
Alberto Campo Baeza habla de sus proyectos más recientes en Zahara, Dubai y el edificio para el Louvre en Liévin.
En la búsqueda de la belleza que Alberto Campo Baeza hace a través de su obra no deja ni por un momento de lado la razón. El sentido común. Así lo defiende en cada uno de sus proyectos, en sus ideas sencillas pero elegantes y en la conferencia que ayer pronunció ante el colmado salón de actos del Colegio de Arquitecto de Cádiz.
Buscando denodadamente la belleza es el título de la ponencia que pronunció como antesala de la inauguración de su exposición. Palabras sobre su propio ideal de la belleza, con las que también analiza el concepto en el pensamiento creativo de algunos grandes artistas y escritores. Entre ellos Goya, "que decía que la imaginación ayudada de la razón da origen al arte". "Pero la razón no puede quedarse atrás en la búsqueda de la belleza, que es lo que yo hago. Yo no me quiero parecer a Gaudí", dice en su afán por otros valores más generales o universales.
Con esta introducción se metió de lleno en los últimos grandes proyectos realizados tanto en Cádiz, en la Casa del Infinito, así como el proyecto Torres Alminar en Dubai o el edificio con el que ganó un primer premio ex aequo en el certamen internacional para la construcción del nuevo edificio para las reservas del Museo Louvre en Liévin.
Así, explicó Campo Baeza que sus torres en Dubai responden a un proyecto "serio, profundo, que entiende bien el clima. Una torre blanca que recoge unos espacios de terraza como jaimas, con vidrios traslúcidos que permite la ventilación cruzada en la terraza", comenta previamente a este medio. Ventilación que, puntualiza, aprendió de la arquitectura gaditana. "En las esquinas de las habitaciones de las viviendas antiguas hay cuatro boquetitos que van hasta la azotea de las casas y sale por una especie de chimeneítas. Una arquitectura peculiar de Cádiz. Ventilación alta y cruzada, hecha con sentido común", insiste.
De su proyecto francés para el Museo Louvre cuenta el largo proceso que tuvo que superar. Un concurso al que concurrieron más de 200 arquitectos, de los que fueron seleccionados cinco equipos con dos ganadores finales, él y el inglés Rogers Stirk Habour, autor del Centro Pompidou parisino o la T4 madrileña. "La ministra de cultura francesa finalmente decidió que lo hacía él, y aunque me dio pena, me lo he tomado bien". Al día siguiente felicitó al ganador antes de ver su obra, "y luego pensé que había estado demasiado educado", dice sin perder su sentido del humor. "Aunque hubiera estado muy bien", reconoce.
La propuesta que hizo junto a Raphaël Gabrion para este edificio destinado a almacén para guardar los fondos que actualmente tiene guardados el Louvre, "y que están en peligro", así como espacio de talleres de restauración y otras salas de exposiciones fue concebido por su equipo como un gran navío, horizontal, oscuro, con aspecto de fortaleza capaz de atesorar los secretos artísticos del museo matriz. Tres de las numerosas propuestas arquitectónicas con las que Campo Baeza plasma su ideal de belleza.
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