Retrato de una sociedad decadente

“¡Resistiré!”, “Saldremos mejores de esta situación…”

Estas dos, y otras muchas frases se convirtieron en auténticos slogans a lo largo del encierro que nos obligó, durante la pandemia, a convertirnos en prisioneros entre las cuatro paredes de nuestros hogares.

¿Y qué sacamos en claro después de esos meses? Pues algunos castigaron duramente su hígado, otras aprendieron a hacer pan, algunos leyeron como si no hubiera un mañana, y muchos no se quitaron el pijama ni afeitaron en semanas… Poco más.

Nuestra sociedad demostró que pese a haber pasado por un terrorífico calvario, observando de reojo en la pantalla de móvil o el televisor como miles de personas fallecían, víctimas del temible virus, nada iba a cambiar.

Pues bien, Miguel Vila, con un fino ojo y un sentido muy irónico de la existencia, pone su mirada sobre un grupo de personas, habitantes de la localidad donde él mismo nació. Y va a demostrarnos lo mal que estamos.

Desde los efectos que el obligado encierro hacen en una chica que se obsesiona con un tipo que todos los días, pese a la prohibición, sale a correr por la desiertas calles; pasando por qué le ocurre a otra de sus protagonistas cuando un olvido hace que deje en su casa la mascarilla, por lo que va a vivir una autentica odisea, en la que deberá lidiar con los reproches de todo transeúnte con el que se cruce, además de tratar de ayudar a un despistadísimo anciano.

Pese a todo, como ya pudimos vivirlo muchos de nosotros, en cuanto las restricciones se relajaron, nos lanzamos de cabeza a volver a vivir, a las calles, al campo, a la playa… Y precisamente en este escenario, su protagonista, un orondo chico obsesionado con unos pastelitos, va a sufrir en sus propias carnes las pullas de sus amigos y la ingestión de un producto en malas condiciones, con funestas consecuencias.

Seguro que muchos de vosotros, lectores, y hasta el que suscribe, tuvimos que aguantar en silencio la celebración de alguna que otra fiestecilla en aquellos ya lejanos meses. Hubo mucha gente que se saltó las normas, ignorando el dolor, el miedo que nos atenazaba.

Y como ejemplo perfecto, en COVID Party seremos testigo de la total falta de empatía por parte de uno de los chicos que asistirá a la celebración, hecho este que hará que surja la desgracia.

Así, seguiremos, capítulo a capítulo, en los que el autor va colocando a sus personajes en situaciones cada vez más extremas, desde una masacre en un centro comercial, hasta la explosión de un artefacto nuclear norteamericano en suelo italiano, mostrándonos lo imperfectos que somos todos y todas.

Todo ello narrado, como ya comenté en la reseña de su anterior obra publicada en España por La Cúpula, con una personal manera, sobre la que sobrevuela la influencia de Chris Ware, ya que el autor nos va conduciendo con precisión milimétrica (y diría que cinematográfica) a los largo de esas pequeñas viñetas que distribuye a lo largo y ancho de sus páginas, guiando nuestras miradas para, cuando menos te lo esperas, regalarte una imagen extremadamente expresiva, protagonizada por uno de esos personajes a los que tanto, por desgracia, nos podemos llegar a parecer.