"A lo largo de la historia, hay pistas que nos hablan de un pasado y un orden distintos"
riane eisler | historiadora cultural, antropóloga
Capitán Swing publica su ensayo ‘El cáliz y la espada’, traducido a más de veinte idiomas
En él, la autora reformula los roles de género y el origen de su relación jerárquica
Riane Eisler (Viena, 1937). Académica austríaca, escritora, abogada y activista social. Formada también en Antropología y Sociología, desarrolló e impartió temas relativos a Género y Derecho en la Universidad de los Ángeles. Como historiadora cultural, ha escrito obras relativas a la teoría de la evolución humana y modelos de cooperación. En 1987 vio la luz por primera vez ‘El cáliz y la espada’, que Capitán Swing acaba de recuperar. Con más de 500.000 copias vendidas en todo el mundo, el título se ha convertido en un clásico de la antropología. En el, Eisler sigue las teorías de Marija Gimbutas sobre la ‘Vieja Europa’ y las invasiones de los pueblos kurganes (indoeuropeos) para desarrollar que la humanidad, en su origen, estaba basada en valores cooperativos y en una mayor igualdad entre sexos. Concienciada en el cambio hacia una sociedad más colaborativa a través de la educación, Eisler también ha puesto en marcha el Center for Partnership Studies (Centro de Estudios para la Colaboración).
–Dice que la elaboración de ‘El cáliz y la espada’ respondía a algo que se ha estado preguntando desde pequeña: ¿por qué la humanidad tiende a la crueldad en vez de a la compasión?
–Una cuestión que tiene su origen en mis prontas experiencias como una niña refugiada con mis padres, a mediados del siglo pasado. Vi crueldad, vi violencia, vi insensibilidad, fue todo muy traumático. Pero también vi algo que me marcó tanto o más que esto: mi madre se plantó frente a la injusticia y salió victoriosa. Vivíamos en Austria en el ascenso del nazismo, y a mi padre se lo llevaron de casa en la Noche de los Cristales Rotos. Uno de los hombres de la Gestapo que estaban allí había trabajado como chico de los recados en el negocio familiar, y mi madre lo reconoció, y le recriminó cómo podía tratar así a un hombre que había sido tan bueno con él. No sólo no le hicieron nada a ella sino que mi madre, otro milagro, consiguió que mi padre volviera, aunque tuvimos que escapar. Desde entonces, me estuve preguntando por qué el ser humano es cruel cuando es capaz de ser de otra manera. La respuesta llegaría muchos años después, tras muchas experiencias vitales: la abogacía, trabajar como agregada en ciencias sociales, maternidad...
-La conclusión fue este ensayo, en el que desarrolla que la humanidad se ha movido entre dos claves distintas: una, la que premia los valores de dominación y violencia; y otra, la que trabaja sobre la cooperación, con valores más igualitarios. Dos escalas asociadas a lo ‘masculino’ y lo ‘femenino’. Pero no estamos hablando de esencialismo.
–Precisamente a lo que me agarro es a la flexibilidad del cerebro humano. El hecho de cómo nuestros cerebros se desarrollan en el primer año de vida, interaccionando: los humanos somos altamente culturales. Comprendí pronto que no podía responder a las preguntas de mi infancia siguiendo categorías convencionales: occidente-oriente, capitalismo-comunismo, etc... porque todos se nutren de la opresión y la violencia. Y nuestro lavado de cerebro ha sido intenso, también, en estructuras y tipos de dominio. Siguiendo esto, era fácil ver que existían dos enormes categorías que habían sido ignoradas o marginalizadas por la mayoría de la humanidad: las mujeres y los niños –y, por ende, la familia–. Con esto en la mente, algunas cosas que parecían inconexas empezaron a encajar. Hoy sabemos que, durante miles de años, la humanidad se ha basado más en la cooperación que en la lucha.
–Su propuesta desarrolla precisamente esto:que el tratar a mujeres y niños como posesiones es algo relativamente moderno. Pero tampoco estamos hablando de sociedades matriarcales, claro. Es otra cosa distinta.
–Claro. Si vivimos en un patriarcado, asumimos que lo contrario hubo de ser un matriarcado. Estamos acostumbrados a imágenes de opuestos y es muy difícil ver alternativas. Incluso en el lenguaje, desde la psicología se nos dice que las categorías que nos proporciona una lengua canalizan nuestro pensamiento. O dominan unos, o dominan otras. Por lo que hemos podido ir interpretando, muchas de las primeras culturas humanas –en el último Paleolítico, en el Neolítico y las primeras civilizaciones agrarias, donde tenemos yacimientos sorprendentes, como el de Catal Huyuk– muestran una organización por sexos más igualitaria. Son pruebas que muestran un tipo de sociedad muy diferente a lo que parece inevitable, a lo que nos han contado que es natural o incluso a lo que nos dicen que sucedió en nuestro pasado.
–Pero este modelo sigue estando ausente del discurso, y de la enseñanza. Por ejemplo, en Secundaria, casos tan singulares como el de la civilización cretense apenas pasan de una excentricidad curiosa. ¿Por qué no se profundiza más?
–Sabe muy bien por qué. La verdad es que lo que conocemos de ese ayer más igualitario no supone nada realmente en términos de evolución. Pero luego, desde muy temprano, repetimos lo mismo, con imágenes como la del Pecado Original o la del hombre de las cavernas que arrastra a una mujer por el pelo... Esas imágenes impregnan las mentes de los niños, y se asume la idea de que esa es la naturaleza humana. Si eso cambió una vez, lo podemos cambiar de nuevo. Aunque no es fácil, sí que podría ser relativamente rápido. Hay profesores en escuelas y universidades que ya hablan de esto... Ha llegado la hora de que vayamos al origen. Las jerarquías de dominación y control se basan en que algo horrible ocurrirá si no obedeces. Además, solemos pensar en lo colaborativo dentro de valores positivos pero, si lo piensas, la colaboración también es esencial en la violencia: en la mafia, en los carteles, en el terrorismo, en el ejército...
–A pesar de todo, el imaginario está lleno de pistas de ese otro 'orden' que fue borrado. Desde las antiguas leyendas mesopotámicas, hasta los mitos griegos, pero también la Biblia o la Odisea...
–Mencionaba a la Creta minóica. Tenemos el Fresco de la Procesión, una de las pinturas más famosas del arte cretense, con una mujer en el centro, con los brazos en posición de bendición, como un Papa. Claramente, no es sólo una mujer: es la figura principal, tiene un tocado y el pecho descubierto, es una sacerdotisa o una reina, una figura de autoridad. Y estamos hablando de una civilizacion muy refinada, una potencia comercial con una expresión artística que celebraba la naturaleza, las mujeres, el goce de la vida... En la que las mujeres no parecían un ente subordinado. Muchas veces, no hay que prestar atención a las explicaciones, sino a lo que nos dicen nuestros propios ojos. Mucha gente me ha dicho que El cáliz y la espada era el libro de los 'ajá' : las pistas forman un mensaje. Algo parecido ocurre con la Virgen María, arquetipo de la Reina de los Cielos. Las pistas están a plena vista.
–Cuántas generaciones de niñas habrán ido en mayo con flores a María, o a su símil...
–La Virgen María es la encarnación de la Gran Diosa de la antigüedad. Incluso así, es una figura minimizada: en esa familia suprema de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, ella es la única que no tiene esencia divina. Tan fuerte es el sistema de dominación, los roles de relación. Con todo esto yo siempre insisto en que no estamos hablando de una historia de las mujeres, sino de una historia social, sexual o religiosa, planteada en términos de superioridad o inferioridad. Si no eres María, eres Lilith o Pandora, un peligro para los hombres, el origen de todos los problemas, como nos recuerdan la mayor parte de las historias. Pero en ese subrayar la diferencia con el otro está también en antisemitismo, el racismo, la homofobia... Todos esos movimientos que están ahora reivindicándose y dando un paso en el camino de la dominación a la cooperación, frente a una estructura jerárquica impuesta.
–Tan asumida ha estado históricamente la violencia contra las mujeres que en la Biblia vemos episodios brutales (violaciones en grupo incluidas), injusticias palmarias, y ni siquiera computaban como algo horrible.
–Este asunto, el tema de los derechos humanos de las mujeres, me ha preocupado mucho, por mi formación legal. Hasta hace nada, la humanidad ni siquiera había puesto el foco en la pandemia de violencia contra mujeres y niños que hemos llevado a cabo. Se nos ha lavado tanto el cerebro con el tema que yo llevo ya 20 o 30 años escribiendo sobre ello... Y, de nuevo, no es sólo una cuestión de las mujeres. Los niños aprenden o experimentan también la violencia, extrayendo lecciones muy importantes para el mantenimiento del sistema.
–Actualmente, ¿cree que el feminismo tiene fuerza motora para cambiar las cosas estructuralmente?
–La oposición que sufre el feminismo es enorme. Está claro si nos fijamos en sistemas de dominación muy potentes, desacomplejados, como puede ser el régimen talibán. Pero incluso se da en occidente, donde tenemos unas sociedades más colaborativas en ciertos aspectos. Hay que tener mucho cuidado en explicar el feminismo: mujeres y hombres buscando estereotipos que nos invalidan a ambos a través de la ira y a través de la conformidad. Los hombres están ahora empezando a asumir cuidados y a mostrarse sensibles con la pareja, con los hijos, incluso con las mascotas. Secularmente, a las mujeres se les negó el liderazgo, el derecho al enfado (y cómo no enfadarse ante la lista de injusticias). Hemos de canalizar esta ira hacia el cambio social, y hacia una economía que recompense el preocuparse por los demás.
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