Los salados aforismos de Pemán

Real Academia Hispano Americana

Enrique García-Máiquez entra en la Academia con su discurso ‘Su poco de sal (Pemán aforista)’, en el que indaga en la producción literaria del poeta gaditano para extraer sus inteligentes frases

García-Máiquez recibe la felicitación de la directora de la Academia, Felicidad Rodríguez. / Lourdes De Vicente

Enrique García-Máiquez ya es nuevo académico de número de la Hispano Americana. La Academia gaditana de Ciencias, Artes y Letras celebró ayer en el salón de grados de la Facultad de Medicina el solemne acto de ingreso del escritor, poeta y columnista de prensa del Grupo Joly, que plasmó en su discurso todo un trabajo de completa disección de la obra de José María Pemán para extraer, con precisión de cirujano detallista, todos aquellos aforismos que el poeta gaditano nunca escribió, de manera consciente, pero que andan escondidos en las sentencias de todo tipo que salpican su amplia y variada producción literaria. ‘Su poco de sal (Pemán aforista)’ fue el título del discurso de García-Máiquez, contestado desde el atril por el también académico, y también columnista de este periódico, Rafael Sánchez Saus. La directora de la Academia, Felicidad Rodríguez, fue la encargada de clausurar el acto, en los que se entregaron los premios literarios Poeta Eduardo de Ory Sevilla en sus modalidades de poesía y relatos cortos.

Volvió a recordar García-Máiquez en el comienzo de su discurso, que dedicó a su padre presente en la sala, aquella primera valoración que ya hiciera a la prensa cuando se anunció su elección como académico: “Son cinco alegrías en una: por real; por academia; por hispana; por americana. Y por Cádiz, donde se enraízan las otras cuatro. Cádiz es el paisaje único de mi infancia, siempre asomado desde la playa del Puerto”.

Y un reconocimiento también en el preámbulo para la familia de José María Pemán, el escritor al que precisamente dedicó su discurso, y los entrañables lazos que la unieron con su propia familia: “Su amistad con mi familia me permitió, siendo yo muy niño, conocer a don José María, que me dio un buen pellizco en el moflete, que ahora veo como un espaldarazo artúrico en versión lírico-gaditana. He heredado en sus nietos la amistad de mis padres con sus hijos. En el ya para siempre añorado Kolia, compañero de versos y de leyes, y con Carmen, con Fernando, con Pablo… He podido conocer de primera mano esa parte esencial de la obra de cualquier hombre, sea escritor o no, que es su familia. En ella, como en los libros, o más, quedan los principios, el estilo y la gracia. Con José María Pemán Domecq a la cabeza, se han desvivido siempre por abrirme todas las puertas, las literales y las literarias, para que yo me acercase más y mejor a la obra de su padre y abuelo”.

Enrique García-Máiquez se abraza con la académica Carmen Cózar tras recibir la medalla de la Hispano Americana. / Lourdes de Vicente

Un agradecimiento previo al desarrollo de su discurso, ameno y con enjundia, repleto de citas literarias y humanas y no exento de esa línea humorística tan difícil de alcanzar, la que desata la leve risa de quien escucha unas palabras que, de vez en cuando, desembocan en esa ironía que tanto hace pensar al oyente.

Aclaró primero García-Máiquez esa posible duda que podría surgir al dedicar su discurso a los aforismos pemanianos: “‘Pero, Pemán… ¡no escribió aforismos, ¿verdad?!’, se preguntarán ustedes, inquietos o por mi engorrosa desinformación o por su insólita laguna en pemanología. No, no escribió aforismos… como tales. No tienen ustedes ninguna laguna. Mi proyecto sería elaborar y publicar un volumen de aforismos de Pemán extraídos de su obra. Y en esta tarde, en tan grata como docta compañía, quiero explicar académicamente la razón del sueño, los peligros prácticos de su realización y las consecuencias literarias de su logro”.

El nuevo académico, pues, presentó su discurso como una profunda disección de la obra, amplísima, de Pemán para extraer de ella esas sentencias a las que el poeta gaditano no quiso nunca vestir como aforismos pero que, inevitablemente, guardan el alma de esas frases tan directas convertidas muchas veces en sapienciales. “Toda buena literatura es aforizable”, dijo García-Máiquez a modo de explicación de la tarea que se había propuesto hacer y ofrecer con la obra literaria de Pemán.

“Varias circunstancias confluyen en don José María para hacerlo un autor específicamente aforizable –dijo el nuevo académico–. En primer lugar, lo esencial. Su talento para la frase certera, graciosa, alada, divina. Ni es oro todo lo que reluce ni toda frase acertada es un aforismo. Se requieren condiciones de agilidad, inteligencia y elegancia que a Pemán le sobran. Él dijo que ‘La gracia es un aviso con que Dios nos dice que una cosa está ya en su punto’. Ese punto de sal: señal de que hemos dado con un aforismo”.

García-Máiquez durante su discurso de ingreso. / Lourdes de Vicente

“Hay también –continuó García-Máiquez– una exigencia de justicia; o de reparación. A Pemán, en los últimos tiempos, se le ha leído rebuscándole lo peor o más caricaturizable, cuando toda lectura literaria requiere la celebración de lo mejor, que es lo que vale, y lo que Pemán tenía más. A eso hemos venido nosotros”.

Citó algunos aforismos extraídos de los diálogos que Pemán creó para su popularísimo personaje televisivo Séneca: “‘Para encauzar una vida, más que los empujones, sirven muchas veces los aplausos’. ‘Esta idea instintiva de ser ellos el centro del mundo no debe extrañarnos en aquellos príncipes niños, pues suelen encontrarse en muchas personas que no son príncipes ni niños’. El erudito es el señor que no resiste la tentación de contarnos todo lo que sabe. Y es pavoroso pensar que en el futuro va a saberse todo de todo’. Los padres no se eligen, sino que son obra de la Naturaleza y el nacimiento; los maridos, se eligen. ¿Qué es más corriente: un mal padre o un mal marido?’”.

O los aforismos políticos, una dedicación no completamente deseada, a juicio de García-Máiquez, pero que se cruzó lo suficiente en su trayectoria personal para que dejara algunos aforismos sobre sus ideas: “‘Suele ocurrir que los que entienden y hablan de política son precisamente los que hacen política. Y el ‘hacer’ es siempre una disminución del pensamiento’. ‘Hay muchos momentos en que la Historia es una fragata con todas las velas desplegadas. Doscientos tripulantes quieren bogar hacia el Norte; diez quieren bogar hacia el Sur. Y la fragata boga hacia el Sur, porque a favor del Sur son diez… y el viento’. ‘Un tonto elegido por un millón de votos sigue siendo un tonto’”.

No ocultó García-Máiquez las dificultades que plantea bucear en una obra tan extensa y diversa en sus géneros literarios como la de Pemán a la hora de cribar sus frases, de seleccionar o no las que más se acerquen al exigente aforismo: “A pesar de las facilidades que ofrece el talento de Pemán, estamos ante un trabajo de precisión con múltiples dificultades. La primera estriba lógicamente en detectar qué frases son auténticos aforismos y cuáles son oraciones bien hechas o ideas inteligentes nítidamente expuestas. Como navaja de Ockham para nuestros recortes, al aforismo hay que pedirle que sea esencial y rotundo, que nos ilumine un aspecto inédito u olvidado de la realidad y que, en consecuencia, resulte memorable y, por tanto, citable. Que además de saber tenga sabor, como defendía nuestro poeta: ‘La sabiduría será ‘sapiencia’: palabra fronteriza entre el claro saber y el buen sabor. ‘Saborear’ la verdad es algo que va más allá del ‘saberla’ simplemente’”.

A juicio de Máiquez, “hay una última dificultad. Su evolución ideológica. Natural en un señor que se pasó casi ochenta años publicando sin solución de continuidad mientras a su alrededor se sucedían monarquías, repúblicas, constituciones, dictaduras, guerras civiles y mundiales, y concilios. Cierto que él se mantuvo fiel a unos principios, y que no pega nunca saltos incoherentes; pero los aforismos tienen una vocación de intemporalidad, y no deberían llegarnos teñidos por el tono del tiempo y los acarreos de las circunstancias”.

Y otro grupo de aforismos variados y citados en el discurso de ayer: “‘Escribir con lápiz es un modo gráfico de escribir en voz baja’. ‘La manzanilla viene a ser como un jerez vestido de marinerito’. ‘La Giralda: Torre alta y delgada a la que se le ve perfectamente que está persuadida de estar colocada en el centro del mundo’. ‘No llames soledad a este andar con Dios en todo’”.

No dudó García-Máiquez en referirse a las últimas polémicas levantadas en Cádiz con la figura del poeta natal: “Mientras se han retirado lápidas y arrumbado bustos de Pemán, le levantaríamos un busto hecho según el modelo de su perfil ideal, del material de sus propias palabras mejores, tallado en sus ideas netas. El busto más propio de un escritor. ‘Toda obra humana fracasa con respecto a un ideal’, resumía un sabio José María Pemán, pero el ideal de Su poco de sal sería su fracaso como resumen o compendio o atajo, porque la obra de Pemán siempre quedará por encima, esperando a sus nuevos lectores (...). Donde yo no quisiera fracasar ni lo haría es en mi entusiasmo ni en mi agradecimiento hacia un escritor fundamental en mi formación ni, ojalá, en poner yo mi granito de arena donde Pemán puso su granito de sal”.

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