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El sarcófago fenicio masculino celebra su 132 cumpleaños rodeado de amigos

Patrimonio Cádiz

Decenas de personas acompañaron al director del Museo de Cádiz durante la charla en torno a aquel relevante descubrimiento que supuso el nacimiento de la pinacoteca

El director del Museo de Cádiz, Juan Ignacio Vallejo, a punto de soplar las velas de la tarta. / Jesús Marín

El sarcófago fenicio masculino está de cumpleaños y lo ha celebrado por todo lo alto, con globos, tarta y rodeado de amigos. Decenas y decenas de personas acudieron este jueves a la sala del Museo Provincial que acuna su tesoro más preciado para compartir los 132 años de su hallazgo en los terrenos de Punta Vaca, aunque el querido personaje que tuvo que pertenecer a la alta aristocracia fenicia ya suma prácticamente los 2.500 años, pues está datado del 440 a.C.

El director explica las peculiaridades del sarcófago a los asistentes. / Jesús Marín

Así lo ha contado este jueves a los numerosos asistentes a la fiesta de aniversario el director de la pinacoteca, Juan Ignacio Vallejo, que describió la importancia de este hallazgo no sólo para la sociedad gaditana del momento, sino para toda la comunidad científica nacional e internacional, pues aunque las fuentes escritas hablaban de la relevancia de la legendaria Gadir, no se había producido aún ningún hallazgo contundente. Éste lo era, convirtiendo a Cádiz en el punto de mira de investigadores de toda Europa.

De hecho, aquel descubrimiento durante los trabajos de desmonte de una elevación rocosa de cara a la exposición marítima que se iba a desarrollar a finales del XIX, supuso nada menos que el nacimiento del Museo de Cádiz, con la creación de la sección de Arqueología, convirtiéndose en el número 1 del Inventario de fondos del museo gaditano. “Sin aquel hallazgo no estaríamos aquí”, ha confesado Juan Ignacio Vallejo entre otras curiosidades que rodearon aquel descubrimiento.

Una historia que arrancó cuando aquellos obreros “descubrieron tres estructuras de sillares, en una de las cuáles se encontraron por sorpresa el sarcófago”. Un encuentro que les sorprendió tanto en aquel mayo de 1887, época en la que no había la concienciación de protección patrimonial que existe hoy, que lo dejaron tapado y protegido hasta que al día siguiente no fue una comisión relevante para levantar acta del momento de apertura de aquel sarcófago.

Dentro se encontró el esqueleto, que luego se comprobó que era masculino, restos de madera que se interpretó como una caja de cedro que contendría los restos, y trozos de tela que podrían haber pertenecido al sudario que portaba el personaje. También se habló de una vasija de barro que no se llegó a describir y que nunca llegó al Museo, lo que supone "un ajuar bastante modesto, en la línea de los sarcófagos aparecidos en otros lugares".

De aquel descubrimiento tomó buena nota el investigador y eminencia en la materia, Rodríguez de Berlanga, entonces vinculado a la Real Academia de la Historia de Madrid, que documentó gráfica y textualmente el hallazgo, para lo que se entrevistó con los obreros y arquitectos, “pues no apareció en un contexto arqueológico”.

Fue cuando apostaron por la creación de un museo arqueológico en Cádiz donde mostrar el gran tesoro, ese que constataba no sólo que “los fenicios estuvieron aquí” si no que lo hacían con el mismo poderío “como para enterrarse como lo hacía la alta nobleza y la monarquía de las ciudades originarias, Tiro y Sidón, donde sí que abundaban este tipo de enterramientos”.

Aquel fue el inicio de una “investigación que ha sido acumulativa”, con estudios –los últimos en 2014– que siempre han ido aportando novedades. Entre las singularidades de nuestro sarcófago, que yace junto a su compañera inseparable –localizada en los 80 en otro lugar–, figura la aparición de una corona de laurel “que aparecía pintada en una mano” y una manzana en la otra mano. La corona que se documentó pintada con motivos rojos “desapareció al poco”, y se asociaba a la heroicidad y dignidad del personaje enterrado, mientras que la manzana hace referencia a la vida eterna. También apareció –y desapareció probablemente por las condiciones ambientales– con unas sandalias pintadas. Precisamente, se trata del “único sarcófago con indicios documentables de policromía”, lo que supone otro valor añadido para el sarcófago de Cádiz, el querido cumpleañero cuya vida fue tan notable en vida, como tras su muerte.

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