El ‘sex symbol’ de la menopausia

El español que enamoró al mundo | Críticas

Así definió la revista 'Time' a Julio Iglesias. Lo recuerda Ignacio Peyró en su biografía sobre quien hizo Marca España a su pura bola

Imagen de archivo del cantante Julio Iglesias.
Imagen de archivo del cantante Julio Iglesias. / D. S.

La ficha

'El español que enamoró al mundo'. Ignacio Peyró. Libros del Asteroide. 336 páginas. 20,95 euros

Biografías, como género, ha habido muchas por peso y alcance. Académicas y sesudas. Literarias pero muy leídas y populares (pensemos en la Antonieta o el Magallanes de Stefan Zweig). Las ha habido canónicas a sabiendas de que todos los caminos conducen a Roma (Vidas Paralelas de Suetonio o Vidas de los doce césares de Suetonio). Las hay también híbridas y de autor, como el Limónov de Emmanuele Carrère (ahora puede verse la película homónima que sobre el inclasificable poeta y pendenciero ruso ha hecho Kirill Serebrennikov). Y está la de Evelyn Waugh sobre el católico y mártir Edmund Campion, una de las favoritas, precisamente, de Ignacio Peyró (Madrid, 1980).

Libros del Asteroide, sello donde Peyró publica su libro sobre Julio Iglesias, ya cuenta con excelentes libros de biografías que dan lustre a la historia de la más joven edición española. De ahí el Juan Belmonte, matador de toros de Manuel Chaves Nogales (de obligada lectura para no taurinos), la genial Vida de Manolo de Josep Pla sobre el escultor Manolo Hugué, o la clásica pero rompedora En busca del Barón Corvo, de J. A. Symons, sobre Frederick Rolfe, el escurridizo Barón Corvo, quien fuera artista, escritor, ex seminarista y gay (biografía de estilo quest, donde biógrafo y biografiado se funden y amalgaman).

Esta biografía sobre Julio Iglesias, El español que enamoró al mundo, está escrita del modo en el que únicamente podía escribirse tal pieza. Si resulta fresca y ligera es porque Peyró, escanciador de estilo propio, se ha tomado lo divertido no como lo opuesto a lo serio, sino a lo aburrido (Chesterton, o sea). No de otra forma se podía afrontar la vida excepcional de quien, a decir del autor, se ganó el champán con el sudor de su frente y hoy se asoma al “arrabal de senectud” con ochenta tacos. Genio y figura. Y lo sabes.

El escritor Ignacio Peyró.
El escritor Ignacio Peyró. / José Luis Montero

Julio Iglesias (crooner a deshoras, quijote del vino, cantante regulero, jeta amable, latin lover, triunfador y rompebragas, esforzado vividor, truhán y señor, etcétera), fue también, en sí mismo, un hijo de España o, si se quiere, un hijo de una forma de entender y recorrer España por los caminos del Hola y no tanto por el camino de Santiago. Hijo de España, sí (él que tanto sabía del arte de procrear).

Dice Peyró que Julio Iglesias es la mayor expresión de la derecha cultural madrileña junto con el Real Madrid (donde llegó a jugar en juveniles de portero). Umbral dijo que Julio Iglesias era el novio de derechas que todas las madres de derechas sueñan para sus hijas de derechas… Salvando las distancias, es lo que hoy desearía José Manuel Soto, quien viene trabajándose los sueños húmedos de la diestra española de antes y de después de la menopausia también.

Si este libro gusta y se lee dando vivas al vino es porque el sin par personaje, bajo el viático de los años, aún cae bien como personaje y concepto o, al menos, no cae mal del todo. Razón por la que, como dice el periodista Íñigo Domínguez, habrá quien rebata lo dicho y diga por X que Julio le cae fatal y le desea una pronta visita de la parca.

Julio Iglesias es en sí mismo una marca personal, un episodio fenoménico en la historia de la música. Viajó por Europa a finales de los sesenta, pero a su bola, ajeno a las modas, cuando en el mundo sonoro ya se estaba incubando la hora de los grandes (los Beatles, Bob Dylan, Van Morrison, David Bowie, Leonard Cohen). Si la música iba a cambiar entonces, él decidió que jamás cambiaría. El lustre de sus castellanos y una estética conservadora y cierto tic a lo Arturo Fernández, otro que tal, le señalarían el camino del triunfo a sus españolas maneras. Vendió tantos discos como Madonna o Elton John. Y es aún hoy, arriba o abajo, uno de los diez artistas más ricos del mundo.

Triunfó en Estados Unidos (fue su gran ambición), lo que significó que aquel español que se volvía más guapo a partir de las cuarenta castañas se había puesto el mundo por montera. He triunfado. Y lo sabes. Según Hugo Laguna, como recuerda Peyró, Julio fue el padre y hasta el abuelo de la llamada música latina. La conexión Miami-España convirtió a Julio en embajador de Latinia durante años. Por eso no soportó a Trump (un “vulgar”) cuando ya en su primer mandato la tomó contra los hispanos.

El Julio del libro, con España de fondo, es todo un pachtwork. Vida y obra, en fin. El jugador de fútbol truncado por un accidente de coche (tirirí). La mítica pero misteriosa Gwendoline (“no sabía que era rica, pero sí que estaba muy rica”, dijo). Aquel festival de Benidorm bajo los rascacielos del franquismo pop. La boda del siglo en Illescas con la Preysler aquel 29 de enero de 1971. Y, cual cara B, el divorcio del siglo de vuelta de una cana al aire por Argentina. El drama del secuestro de su padre por ETA (aquel inefable doctor Iglesias Puga, a quien profesa Peyró mayor devoción que al propio hijo). La relación con los Reagan y tantos otros mandamases (incluida la zona oscura de los dictadores Videla, Pinochet o Teodoro Obiang). La era musical –y semental– con las Trillizas de Oro. El De niña a mujer inspirado en aquella Vaitiare de Bora-Bora. La travesía del éxito que aún le llevaba en los noventa por conciertos desde Daimiel en Ciudad Real a Yereván en Armenia. Los negocietes, ay, con el ex ministro Zaplana. Y mucho más.

Todo cabe en quien verdaderamente fue el español que conquistó el mundo. Su última conquista ha sido el mundo de los memes. El libro de Peyró nos gusta y Julio Iglesias, por lo ya dicho, pues no nos cae mal. Ya pueden obrar las redes en su albañal.

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