El Siglo de Humillación en China: el fuego que impulsa al dragón
el pastillero
El Año Nuevo chino se va colando en nuestro imaginario de la mano de la pujanza del país asiático, que recupera la que fue su posición histórica en el mundo
Julio Ceballos: "En China aún se recuerda el Siglo de Humillación"
El año del dragón se despedía ayer de nosotros para ceder el paso, según marca el calendario chino, a doce meses regidos por el signo de la serpiente. Hace no mucho, la celebración del Año Nuevo chino nos hubiera pasado por completo desapercibida. Sin embargo, desde hace un tiempo, el cambio de ciclo anual en el país asiático se refiere puntualmente en los medios, y todos observamos con curiosidad bajo qué animal nos nombran este año, una de esas (todavía) extrañas costumbres de tan lejos.
Quiere la casualidad (o no) que, esta misma semana, China haya sorprendido al mundo con el lanzamiento de DeepSeek: su apuesta de IA generativa, más barata que sus predecesoras y elaborada con código abierto. Su salida provocó un catacroquen histórico en Bolsa de Nvidia, la compañía que proveía de GPUs a los sistemas de Inteligencia Artificial.
Es el último ejemplo de adelanto por la izquierda de una China que poco tiene que ver con el referente mental que hemos tenido en Occidente durante décadas: el diplomático Eugenio Bregolat, embajador en tres ocasiones en la República Popular, decía que él no es que hubiera estado varias veces en China, sino que había vivido en dos países distintos (su primer destino fue en los años 80) que se llamaban China. China no sólo se ha convertido en la fábrica del mundo, sino que se está convirtiendo en su motor: tanto es así que es el otro agente protagonista, junto a Estados Unidos, de la trampa de Tucídides a la que se enfrenta este siglo. Un salto increíble si miramos, precisamente, cien años atrás: cuando China podría haber sido considerado un país subdesarrollado, envuelto en sus cenizas. Qué triste destino para lo que había sido todo bajo el cielo.
LA MAYOR NARCOTRAFICANTE DE LA HISTORIA
El logro que representa la China actual no es posible sin la existencia de un vehemente compromiso político y social que tiene su origen y contrarréplica, precisamente, en ese momento de humillación. Un momento de humillación que para los chinos fue un siglo. Así lo llaman, de hecho: el Siglo de Humillación, que duró entre 1839 y 1949. En su origen está la que puede considerarse la mayor narcotraficante de la historia: la reina Victoria de Inglaterra. El título se lo concede Julio Ceballos, que desarrolla en 'Observar el arroz crecer' (Ariel) un acercamiento completo a la realidad china desde nuestra perspectiva.
Digamos que, desde que comenzaron a comerciar con bienes chinos, la balanza económica de los británicos no salía del todo beneficiada. La sociedad victoriana tenía debilidad por las sedas, las porcelanas y, sobre todo, el té de aquel lejano imperio. Las divisas volaban y el pueblo chino, sin embargo, no parecía tan interesado en lo que Londres pudiera ofrecer más allá de la plata: la lana de Yorkshire, esa que pica, te la quedas tú.
Evidentemente, eso no podía permitirse. Así que su majestad Alexandrina Victoria y sus ministros urdieron un plan que se mostró infalible. Por un lado, comenzaron a cultivar té en la India, su territorio; por otro, empezaron a introducir opio en las provincias chinas. Con todo éxito: en poco tiempo, un cuarto de la población masculina china se había convertido en adicta. El intento del emperador Daoguang de poner coto a aquel problema de salud pública nacional derivó en la llamada guerra del opio, que tendría una segunda entrega en la que gran parte del territorio chino se repartiría entre distintos países europeos. El colofón lo pondría, ya entrado el siglo XX, la sanguinaria invasión japonesa de Manchuria.
“China, a quien las potencias coloniales doblegaron, tiene muy fresca esa humillación histórica –comenta en su libro Julio Ceballos–. Cuando piensan en rejuvenecimiento de la nación, los chinos están pensando en la gran superpotencia que fueron durante la mayor parte de la historia de la humanidad. Su ascenso no obedece a un momento histórico, sino que se trata más bien de un deja-vu del regreso al tiempo previo al Siglo de Humillación”.
“Durante un par de siglos y la mayor parte de nuestra existencia autobiográfica –explica Ceballos en su ensayo–, China ha sido un país débil, marginal, lejano, misterioso y residual, un lugar remoto y difícil de entender, que además no necesitábamos comprender si no nos apetecía, era irrelevante. Pese a siglos de innovación tecnológica y grandes inventos que hicieron avanzar la humanidad, la brújula, el alcohol, la imprenta, la pólvora, el tabaco, el papel, la seda, la tinta o la porcelana, China nunca se industrializó y su encuentro con la modernidad fue catastrófico. El choque de China con la civilización industrial fue doloroso, traumático y humillante”.
“Estas heridas aún siguen latentes en el imaginario popular y en su psique colectiva pero, tras un siglo de insignificancia, China ha tomado conciencia de su fortaleza pasada y futura”, insiste el autor, que ha pasado veinte años viviendo en la República Popular.
Ceballos entiende el cambio mental que nos supone ese nuevo paradigma. Hace un par de generaciones, China era ‘territorio misionero’, hasta tenía una hucha en el Domund, con su carita de ojos rasgados. Ahora, si uno ve imágenes de cualquier gran ciudad china, está viendo Blade Runner.
“Su renovada actualidad y auge nos obligan a reamueblar el modo en que percibimos y concebimos el mundo –apunta desde Observar el arroz crecer–. La era de China no ha hecho más que comenzar y van a hacer falta muchos más y mejores puentes que conecten una realidad con otra”.
Porque, a partir de ahora, den por seguro que aquí habrá dragones.