Así suena la España de la Ilustración
El Centro Nacional de Difusión Musical y el Consorcio del Doce han presentado el ciclo 'Viva La Pepa', un repaso a la música de las Cortes gaditanas con la participación de Javier Perianes, entre otros intérpretes
Aunque aproximadamente el 80% de su programación se desarrolla en Madrid, es en acontecimientos como los vividos el pasado fin de semana en Cádiz donde la existencia de una institución como el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) adquiere todo su sentido. En coordinación con el Consorcio para la Conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812, el CNDM ha presentado de jueves a domingo, con el título de ¡Viva la Pepa! Música en las Cortes gaditanas, un ciclo de cinco conciertos que ha servido para contextualizar desde el punto de vista de la música una época crucial del devenir de España, la que precede y sigue a la Guerra de la Independencia e hizo posible el primer texto constitucional de nuestra historia.
Con la figura de Joseph Haydn como eje vertebrador y la recuperación y difusión de patrimonio como premisa inexcusable, ¡Viva la Pepa! se ha impuesto como un programa equilibrado y bien concebido, que ha tenido un desarrollo de notable nivel artístico y ha contado con una entusiasta respuesta del público gaditano, que alcanzó el paroxismo en la actuación del Cuarteto Casals en la Santa Cueva, que fue capaz de provocar una larguísima cola de aficionados desde varias horas antes del inicio previsto del concierto y ello pese a las bajísimas temperaturas del sábado por la mañana.
Ha sido en efecto Haydn, el músico europeo más internacional e influyente de la época, cuya obra tuvo ya en su tiempo amplia circulación por España gracias a la labor de unos pocos nobles ilustrados, la que articuló todo el programa, en el que su producción se confrontó con la de algunos músicos locales: si el jueves la Orquesta de Córdoba ofrecía sus sinfonías como modelo evidente de las que escribió en Jaén Ramón Garay, el domingo Javier Perianes asociaba sus sonatas a las del sevillano Manuel Blasco de Nebra.
Justo en el centro del ciclo tuvo lugar además la memorable actuación del Cuarteto Casals con Las siete últimas palabras que el compositor austriaco escribió para el espacio donde se interpretaron, en el oratorio de la Santa Cueva. Fue el acto más emotivo del ciclo, gracias a una interpretación de prodigiosa intensidad y hondura de este joven conjunto que se ha convertido ya en uno de los mejores del mundo en su especialidad. Algo parecido puede decirse del concierto de cierre, que ofreció Perianes en un Palacio de Congresos abarrotado con un repertorio en el que, además de un Haydn lleno de gracia rococó y un Blasco de Nebra en el que fusionó melancolía prerromántica con chispa scarlattiana, pudo escucharse un Beethoven quintaesenciado, con ese increíble dominio del pianista onubense sobre los detalles y el flujo del tiempo. Apasionantes ambos recitales.
El repertorio español estuvo muy especialmente representado por el asturiano maestro de capilla de la Catedral de Jaén Ramón Garay, de quien, aparte dos de sus sinfonías, que José Luis Temes tocó con una competente aunque irregular Orquesta de Córdoba, se oyó un interesante y recientemente rescatado Oratorio al Santísimo, que ofreció la Camerata del Prado dirigida con brío por Tomás Garrido, con el contratenor sevillano Gabriel Díaz como figura estelar entre los solistas. El contrapunto al repertorio culto lo pusieron el sábado por la noche Los músicos de Urueña, liderados por Luis Delgado y César Carazo (quienes este verano habían recorrido en las Noches del Real Alcázar la vida romancesca de Doña María de Padilla), con un interesantísimo programa en torno a las músicas populares que nacieron en torno a los acontecimientos históricos que se conmemoraban, incluidas importantes recuperaciones de textos inéditos sacados de la Biblioteca Nacional, como unas seguidillas en las que se glosa el valor de los sevillanos (y muy especialmente de los macarenos) frente al invasor francés. La elegante figura de la bailarina Gema Rizo sirvió además para ilustrar los goyescos aires de danza.
Éxito artístico y de convocatoria pues para un programa que, por su interés intrínseco y por la procedencia de las músicas y de los intérpretes que las presentaron, bien podría haber girado, completo o no, por otras poblaciones andaluzas. El carácter nacional del CNDM, limitado por las transferencias de la cultura a las comunidades autónomas, habría cobrado así un significado aún más profundo y auténtico.
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