Temidos, odiados, perseguidos… ¡Mutantes!

Este undécimo volumen es bastante especial, ya que en aquellos ya lejanos años noventa, el bullpen de Marvel iba a sufrir algún que otro significativo cambio. La salida del, hasta entonces, todopoderoso Jim Shooter supondría la llegada de savia nueva a las colecciones de La Casa de las ideas, en especial al universo mutante.

Y todo este movimiento vendría de la mano de Tom DeFalco, el nuevo gerifalte, que se encontraría con algunos “noes” a las hora de ofrecer el puesto de editor de todas las colecciones protagonizadas por mutantes. Pero todo esto cambió cuando le hizo el ofrecimiento a Bob Harras, que rápidamente se sacó de la manga una idea que iba a revolucionar el mercado del comic-book estadounidense.

Las grandes sagas contenidas en varios anuales.

¿Y adivináis qué? Este nuevo tomo que se une a la colección Omnigold de Panini va a contener buena parte de esta brillante idea. Pero antes de lanzarnos de cabeza a una de estas apasionantes sagas, un viaje al pasado, concretamente al año 1941, en el que cierto adalid de la justicia se va a encontrar por primera vez con un canadiense bajito al que todos conocemos muy bien. Una aventura que salta del pasado al presente, en la que bajo el guion de Chris Claremont y los lápices de Jim Lee, la curvilínea y letal Viuda Negra va a tener una importancia vital, y que incluye a los letales miembros de La Mano.

Aunque como verdadero ‘prólogo’ seguiremos a Pícara en su regreso a tierras australianas, todo ello para encontrarse con que los maniacos Cosechadores se encuentran en la hasta entonces base secreta de los aparentemente ‘fallecidos’ miembros de La Patrulla-X que, por diversas circunstancias, se han separado a lo largo y ancho del universo marvelita.

Finalmente, y sin que ella pudiera imaginárselo, la chica acabará en un emplazamiento tan inhóspito como interesante, una lugar donde el tiempo se detuvo, ¡la Tierra Salvaje!, y allí, además de dinosaurios se va a encontrar con algún que otro rostro muy conocido, y temido…

Y tras estas páginas que nos sirven como precalentamiento para lo que ha de acontecer, nos lanzamos de cabeza a una de estas sagas publicadas en varios anuales de las que os hablaba anteriormente. Su título hará que algo se remueva en el interior de los marvel zombis: Días de futuro presente.

En ella, en la parte creativa encontramos a muy bien avenido matrimonio, no solo artístico, formado por los Simonson, Walter y Louise, que se encargan con la genialidad que les ha caracterizado siempre de los guiones. Junto a ellos una legión de talentosos dibujantes como Jackson Guice, Geof Isherwood, Terry Shoemaker, Chris Wozniak, John Bogdanove y Arthur Adams. Casi nada, ¿verdad?

Y en esta historia en la que Los Cuatro Fantásticos, Los Nuevos Mutantes y Factor-X cruzarán sus destinos vamos a ver cómo, de regreso a New York, la familia Richards va a encontrarse con algo inaudito: El viejo edificio Baxter vuelve a estar en pie, en perfecto estado…

Agarraos, porque este tan solo será el principio de una brutal peripecia en la que un Franklin Richards más crecidito de lo normal llega a su realidad desde el futuro. Este hecho va a golpear en especial a Rachel Summers, y a sus padres, Scott y Jean, esperándonos momentos de mucho dramatismo cuando aparezca en escena el cruel Acab, un inmisericorde cazador de mutantes.

Y de ahí, sin casi dejarnos recuperar el aliento, los protagonistas serán atacados por los magistrados de Genosha, una nación sita en África, en la que a los mutantes se les trata como esclavos y cuyos hilos son manejados por un antiguo villano, un tipo sin escrúpulos que les va a poner las cosas muy difíciles a los protagonistas.

Amor, futuros alternativos, racismo, drama… Si a todo esto sumamos a estos carismáticos personajes sobre el tablero, os aseguro que la emoción está servida.

Pero eso no es todo, amigos.

Como colofón a este variadísimo contenido, una historia creada por un dúo de excepción, la gran Ann Nocenti (Longshot, Daredevil…) y Rick Leonardi (Spiderman 2099, Daredevil…), Tierra de Dios, protagonizada por el miembro más metálico, y ruso, del grupo de mutantes, Peter Rasputin, Coloso. Una para nada soterrada crítica a buena parte de la sociedad y la política norteamericana de finales de los ochenta, que por desgracia no ha variado demasiado en la actualidad…

Con estos contenidos, ¿quién no estará interesado en lanzarse de cabeza a su apasionante lectura?