Tempestad sobre el Vaticano

Cónclave | Crítica

'Conclave' se adentra en las dependencias del Vaticano con tono de 'thriller'.
'Conclave' se adentra en las dependencias del Vaticano con tono de 'thriller'.

La ficha

*** 'Cónclave'. Drama / Thriller, EE UU, 2024, 118 min. Dirección: Edward Berger. Guión: Peter Straughan. Novela: Robert Harris. Música: Volker Bertelmann. Fotografía: Stéphane Fontaine. Intérpretes: Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Ligthgow, Isabella Rossellini, Sergio Castellito.

Tempestad sobre el Vaticano, Todos los hombres del Papa, La Sixtina de los ambiciosos o 12 cardenales sin piedad podría llamarse este thriller con capa cardenalicia que aborda -aunque con mucha menos fuerza- un cónclave como Preminger, Wise y Pakula abordaron la corrupción y las luchas sucias de poder en Washington o en una empresa y Lumet la confrontación en el encierro de un jurado. O que también podría llamarse House of Cardinals o El lado oeste del Vaticano si nos referimos a las series. Porque es un thriller sobre las luchas de poder en el Vaticano durante un cónclave tratado con esa irresistible mezcla de denuncia de la corrupción y de los juegos por el poder en una institución -en este caso, además, con el añadido morboso de tratarse de la Iglesia- y de observar a través del ojo de una cerradura lo que nadie, más que los participantes, puede contemplar. Una idea tentadora -ninguna elección (salvo quizás en China) es más secreta y ninguna institución o estructura está más jerarquizada y tiene un fundamento más inamovible por ser divino- que Robert Harris explotó en la novela en la que se basa la película con la habilidad que le ha convertido en uno de los reyes internacionales del bestseller.

Tras dedicarse muchos años con fortuna a las series televisivas, y poco y sin brillo al cine, el director alemán Edward Berger logró el éxito internacional adaptando Sin novedad en el frente de Remarque con buen pulso y muchos (quizás demasiados) premios -cuatro Oscar y siete Bafta-, ha vuelto a recurrir a una novela de éxito demostrando que conoce tanto sus limitaciones como sus habilidades: es un buen artesano que logra sacar lo mejor de sí mismo cuando aplica su talento a ilustrar un texto potente. La novela de Remarque también fue un bestseller en 1929, traduciéndose ese mismo año a veintiséis idiomas, pero de características, intenciones y calidades muy distintas a las de la novela de Robert Harris, autor dado a jugar con la ficción histórica (incluida la ucronía) y la alusión a personajes reales del presente, desde la antigua Roma a los tiempos actuales, logrando éxitos de ventas que convierten sus novelas en series o películas, casos de Patria o El hijo de Stalin (telefilme de HBO y serie de la BBC) y de Enigma o El escritor (dirigidas por Michael Apted y Roman Polanski) a las que ahora se suma Cónclave.

Es una entretenida y correctamente escrita y dirigida (salvo en el delirante desmadre final) película interpretada por un lujoso reparto (encabezado por Fiennes, Tucci, el gran Lithgow e Isabella Rossellini con las tocas de su madre en Las campanas de Santa María) de intrigas y luchas de poder. Tiene un cierto trasfondo ideológico que esquematiza las corrientes internas que se dan en la Iglesia -internamente o para adaptarse al mundo- y casi caricaturiza a quienes las representan en una visión plana de una realidad compleja en la que hay algo más que sucias luchas por el poder (que las hay, por supuesto: ya dicen los cínicos romanos aquello Roma veduta, fede perduta).

Todo es un pretexto para crear una ficción de entretenimiento con aires de respetabilidad dramática que aprovecha el reciente interés que, con la excepción de Las sandalias del pescador y pocas más, el cine parece sentir por el Vaticano y los papas con Ángeles y demonios, Los dos papas, Habemus Papam o The Young Pope (y, si quieren, hasta con esa penosa caricatura de lo que fue grande de El Padrino III). Sin poder ni querer evitar la fascinación por los ritos, los ropajes (que dan para un plano que recuerda el inicio de Los paraguas de Cherburgo al combinar en encuadre cenital la púrpura cardenalicia y el blanco de los paraguas) y por el soberbio entorno en el que se desarrollan.

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